El pasado cuatro de septiembre nos dejaba Rico Rodríguez, uno de los máximos exponentes del reggae y el ska desde los años sesenta hasta la actualidad. Rico fue uno de esos artistas del género caribeño de importancia mundial, con clase, con calidad. Tocaba el trombón, y con qué maestría lo hacía sonar. Él bebió de la música negra, en especial del jazz y de la salsa cubana, estilos de los que nunca renegó y que siempre trató de implementar junto al reagge jamaiquino.

 
 











 
					 
					 
					 
					 
					 
					 
					 
					 
					 
					 
					 
					 
					










