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Última actualización09:36:03 AM GMT


El negocio del nuevo modelo de academia de idiomas y de las clases particulares

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El negocio del nuevo modelo de academia de idiomas  y de las clases particulares

Que la juventud obrera no llega a fin de mes no es un misterio. La preparación con la que cuentan los jóvenes a día de hoy es mayor que la de sus padres; sin embargo encontrar un trabajo que esté bien cualificado y que sea a jornada completa acostumbra a ser una ardua tarea.

En los últimos años las academias de idiomas han aumentado, así como la demanda de clases particulares de lenguas. Este sector ha generado bastantes puestos de trabajo juvenil en el que la juventud trabajadora se ha ido introduciendo poco a poco. Trabajar como profesor de inglés después de estudiar o para obtener unos ingresos extras no parece un gran dilema.

El problema radica en que estas nuevas academias aplican unas tasas de matriculación por alumno de las cuales el profesor no percibe ni la mitad de ellas en su salario. Además, se tiene que tener en cuenta el tiempo de preparación de las clases (el cual no suele incluirse dentro del sueldo), la impresión de fotocopias (esto sí que suele incluirse, pero suele haber un número limitado, es decir, que el profesor tiene que delimitar mucho lo que imprime o tendrá que empezar a abonarlo de su propio bolsillo) y la elaboración de los informes personales de los alumnos (lo cual tampoco suele estar contabilizado como horas de trabajo).

Estos tipos de ofertas laborales por norma no sobrepasan las 10 o 20h de trabajo semanal por lo que si tenemos en cuenta la carga de trabajo y las tareas a hacer no podemos hablar de otra cosa que no sea precariedad laboral. Todo esto afecta a nivel psicológico a la juventud trabajadora, que se intenta combinar un trabajo con sus estudios o con otros trabajos a media jornada o de fines de semana, puesto que el tiempo personal que se le dedica a la preparación y elaboración de las clases es superior al tiempo de las mismas.

Vemos como de nuevo el beneficio recae sobre la empresa y no sobre el trabajador. El otro modelo de trabajo en el que también participa la juventud trabajadora es en el mundo de las clases particulares, mundo que todavía está en peores condiciones laborales que el de las academias de idiomas porque está menos regularizado y es extraño encontrar ofertas con contrato.

La mayoría de ofertas surgen del boca a boca y se suele pactar con la persona en cuestión el precio de la clase. El problema aquí es que, a pesar de que no se exigen las mismas competencias que en una academia, el o la joven trabajador/a que da la clase puede no cobrarla al precio que sería justo por formación y tiempo empleado por miedo a perder el trabajo porque no hay ningún tipo de documento oficial. Otra de las consecuencias subyacentes de trabajar dando clases particulares es que al no haber un contrato que regule un tiempo de trabajo, tal y como se está dando las clases es probable que sin previo aviso y sin motivos se pierda esa clase, lo que provoca unos ingresos inestables y fluctuantes y la continuidad de la dependencia de la juventud trabajadora hacia sus padres.

En este sector encontramos también empresas que han visto que podían sacarle jugo a estas dinámicas y mediante la facilitación de anuncios en los que los profesores se ofrecen para dar clases, la empresa busca alumnos para estos profesores. No obstante, lo que hace la empresa es o bien ofrecer la primera clase gratuita (y la formación y el tiempo de la juventud trabajadora tiene que pagarse como se debe) o bien quedarse un porcentaje del dinero de la clase, a lo que si le sumamos el tiempo de preparación de las actividades y el posible desplazamiento, sale muy poco rentable.

Cabe destacar también que este tipo de ofertas laborales precarias surgen de una mercantilización y privatización de la educación que provoca la masificación de las aulas, la menor calidad de la enseñanza, docentes pluriempleados, entre otros, y todo esto complica que pueda enseñarse de forma óptima una lengua extranjera, la cual debería enseñarse en grupos reducidos, con actividades de producción oral (es decir, como la educación privada de las academias de idiomas). El alumnado se ve obligado a pagarse como puede un servicio extracurricular y el profesorado se ve obligado a distribuir su tiempo de después de la jornada laboral para obtener unos ingresos extras.

El tiempo que requiere formarse y ofrecer unos servicios de calidad como lo es haber aprendido una lengua extranjera y saber cómo enseñarla de forma didáctica tienen que pagarse como se merecen, tenga la edad que tenga el profesor/a. Además, la formación lingüística, la cual es explícitamente necesaria para poder obtener trabajos dignos debe de ser para todos y no sólo para los que puedan pagarse la academia privada.

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