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Mar05112024

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Cómo actuó la Juventud Comunista de Chile durante el gobierno de Allende

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Hace 41 años se efectuó el Golpe Militar en Chile. Una acción militar llevada a cabo por las Fuerzas Armadas de Chile junto con el apoyo recibido por parte de los Estados Unidos para aniquilar al presidente legítimo Salvador Allende y acabar, de este modo, con el intento de construir el socialismo por vía parlamentaria.

Muchas páginas habremos leído acerca de este acontecimiento, pero pocos son los artículos que explican el papel que jugó la Juventud Comunista de Chile en todo este proceso, y sobre todo, durante el gobierno de Allende.

Con este artículo queremos dar a conocer la heroica lucha que llevo a cabo la Juventud Comunista durante el gobierno de Allende. Lejos de querer reformar el sistema, la Juventud Comunista se lanzó a la batalla más compleja: llevar el mensaje revolucionario a cada centro de estudios, de trabajo y barrio. Siendo conscientes de que el socialismo no llegaría por vía parlamentaria como así pensaba el gobierno de Allende; la estrategia revolucionaria era la única vía posible cómo, posteriormente, se demostró. Y en esta línea trabajó la Juventud Comunista, siendo la vanguardia de cualquier lucha social, generando grandes luchas de masas cuyos resultados fueron muy prósperos para la organización llegando a aumentar su militancia en miles.

Dentro del propio sistema capitalista,-en el proceso Allendista-, la lucha de clases se agudizaba culminando en el Golpe de Estado por parte del ejército de Chile. Incluso, en esta etapa, la Juventud Comunista no se vino abajo llegando a organizarse durante la dictadura de Pinochet.

Hechos, acciones y ejemplos que nos dejaron las gloriosas Juventudes de Chile en la lucha revolucionaria por el socialismo

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Las manecillas de los relojes en Chile apuntaban hacia arriba, siendo mediodía, cuando el 11 de septiembre de 1973 dos cazabombarderos Hawker Hunter bombardeaban despiadadamente el Palacio de la Moneda, sede del poder ejecutivo y del Presidente de la República. Poco después, Salvador Allende, por aquel entonces presidente electo, se quitaba la vida disparándose en la sien con un AK-47.

Aquellos hechos, ampliamente conocidos, constituyen la expresión más brutal e impactante de la consumación del golpe de Estado que en aquellos momentos estaba dando el ejército chileno con el apoyo de Estados Unidos. Hasta entonces, y desde 1970, Allende había encabezado un intento tan iluso como bienintencionado de construir el socialismo por vía parlamentaria. Y ahí, el 11 de septiembre, descubría en toda su crudeza lo utópico de sus intenciones.

Pero mientras tanto, los comunistas desplegaron en aquellos tres años una actividad frenética, aprovechando las contradicciones de la clase dominante y el proceso existente para fortalecerse.

Fueron tiempos de crecimiento para el Partido y la Juventud Comunista de Chile. Esta última, apelada cariñosamente por el pueblo como "la Jota", había aparecido en 1932. Cuarenta años después, en medio de los intentos de Allende por reformar el sistema, la Juventud Comunista se robustecía con su mensaje revolucionario. Sus militantes aumentaban por miles.

Eran los tiempos en los que los comunistas constituían la parte más abnegada del pueblo, a la vanguardia de cualquier tipo de actividad de la vida social. El pueblo, hastiado por las injusticias del capitalismo que afectaban a su vida diaria -en el trabajo, en el centro de estudios, pero también en los barrios- veía como los jóvenes comunistas, rebosantes de energía, tomaban la iniciativa para intentar mejorar sus condiciones de vida, tanto a través de acciones cotidianas como de grandes luchas de masas.

Era en aquellos momentos que la Jota organizaba jornadas de trabajo voluntario, a la que acudían sus miembros por cientos, para construir casas prefabricadas de madera en los barrios pobres, donde se hacinaban miles de obreros en condiciones infrahumanas.

Se trataba de los mismos barrios pobres que constantemente eran acechados por incendios. En un país montañoso como es, no eran éstos -ni son hoy en día- un fenómeno para nada extraño. A pesar de todo, los gobiernos burgueses se negaban a constituir un cuerpo de bomberos estable que salvaguardase a la población, ahorrándose así sus costes de mantenimiento. Los gobiernos apelaban al voluntariado para extinguirlos. Era la Juventud Comunista, en muchas ciudades, la que primera que daba un paso adelante y ayudaba a salvar numerosas vidas obreras, granjeándose una increíble popularidad entre la clase trabajadora.

No había barrio popular, en la época de Allende, en la que no hubiese un entregado militante comunista intentando -y a menudo consiguiendo- vender su conocido diario "Sol".

En la década de los setenta, en Chile, como ocurre hoy en Venezuela, la burguesía acaparaba productos para hacer subir de manera artificial los precios de aquellos bienes de básica necesidad. La Juventud Comunista era uno de los principales integrantes de la Junta de Abastecimiento y Precios, creada por el gobierno de Allende, para controlar este fenómeno. A ellos les correspondía la tarea de asegurarse de que esos bienes llegaban al pueblo.

La Juventud Comunista crecía mes tras mes. No había semana en la que no se multiplicasen, a lo largo y ancho del país, los bellos murales en las paredes realizados por la Brigada Ramona Parra, unidad especial de la Juventud Comunista para difundir el mensaje revolucionario en los muros chilenos. Por doquier aparecían, de repente, los círculos de lectores y las compañías de teatro ambulantes de la Juventud Comunista, que trasladaban el alfabetismo y la cultura a los rincones más miserables de la nación.

Pero eran ésos tiempos de intensa lucha de clases. Tiempos de enfrentamiento, en el marco del capitalismo, entre facciones de la burguesía y también de la clase obrera en pos de sus propias reivindicaciones. Tiempos de huelgas -clasistas algunas, otras promovidas por el imperialismo-, de sabotajes, de acciones de masas, de lucha contra el fascismo.

Barrio por barrio, instituto por instituto tenían que pugnar los comunistas para alejar de la clase obrera a los militantes casi fascistas de la organización "Patria y Libertad", que constantemente ocupaban centros educativos para protestar contra la educación sexual en las escuelas o los planes de alimentación gratuitos en éstas. Los jóvenes comunistas recurrían a la lucha de masas y al enfrentamiento incluso físico para arrojar a estas bestias lejos de los centros de estudios, con los que por cierto no estaban muy familiarizados.

Las contradicciones en la época eran duras, pues a pesar del proceso allendista el sistema seguía siendo capitalista. Las contradicciones de clase se agudizaban y, con ellas, las luchas de masas. Los comunistas participaban activamente en la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) y en los distintos sindicatos obreros. A menudo tenían que hacer ellos el esfuerzo por intentar sindicalizar a la clase obrera, que en general estaba pobremente organizada excepto en sectores estratégicos como la minería.

A veces los trabajadores, debido a su escasa organización, se encontraban a merced del imperialismo y organizaban huelgas financiadas por éste. Ocurrió así con la huelga de camioneros y de trabajadores de carga y descarga, que durante meses trató de poner en jaque el proceso antiimperialista. El Partido y la Juventud Comunista tuvieron que jugar un intenso papel militante y de pedagogía para que los trabajadores comprendiesen su labor histórica.

El golpe vino a frustrar esta intensa etapa de crecimiento militante, al tiempo que se desvanecían las ilusiones de reforma del sistema. Pero la Juventud Comunista no se vino a bajo y empezó rápidamente a reorganizarse bajo la dictadura, gracias a la fortaleza que le otorgaba su método de organización: el centralismo democrático.

También en los países vecinos colaborarían los jóvenes con el Partido para movilizar a los exiliados. En Argentina, uno de los mayores países receptores de refugiados chilenos, se sucedieron las manifestaciones en grandes ciudades como Mendoza o Córdoba. Más tarde, esos militantes habrían de sufrir también la represión de Videla. Pagarían su heroísmo con la cárcel y, a menudo, con la vida, pero nos corresponde ahora a todos los jóvenes trabajadores del mundo recordarles y recoger su legado.

 

 


Domènec Merino es miembro del Comité de Redacción de Tinta Roja.

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