“Uno tiene la obligación moral de ser responsable de sus actos y también de sus palabras e incluso de sus silencios, sí, de sus silencios”[1] Con reflexiones como estas podríamos sospechar que Sebastián Urrutia Lacroix, el personaje principal y narrador de la novela del célebre Roberto Bolaño, no es en realidad un personaje, sino que representa a una parte de la sociedad chilena, cómplice con Augusto Pinochet, que nunca se cuestionó la naturaleza de sus actos o decisiones, sino que simplemente miró por su propio beneficio y que, a falta de culpa, solamente los fantasmas les sobrevuelan en su ocaso. Sin embargo, el retrato es perfecto, se trata de un personaje bien trazado: sacerdote del Opus Dei, formado, conocedor de la literatura, cercano a los círculos de poder, obediente y ejecutor de órdenes, ya sea un viaje por Europa conociendo métodos de restauración de iglesias, ya sea enseñando marxismo al propio Pinochet.