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Mar19032024

Última actualización09:36:03 AM GMT


L’Últim Vaixell: Cuando tomar las armas es una obligación

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“A l’atzar agraeixo tres dons…”, con estos míticos versos de Maria Mercé Marçal comienza la novela L’Últim Vaixellde Gemma Pasqual i Escrivà. En ella narra los tensos días desde la traición de la Junta casadista a la República y al pueblo español en guerra hasta que Llíber, la protagonista, logra exiliarse a México.

La novela empieza como comentábamos cuando, en marzo de 1939, la llamada Junta de Defensa de la República da un golpe de Estado contra el gobierno del socialista Juan Negrín al que sólo plantan cara los comunistas. Esta traición serviría para allanar el camino a los franquistas y para liquidar los posibles reductos de resistencia contra la futura dictadura.

Pasado este episodio, Llíber, hija de un general de la República, intenta huir de España por el puerto de Alicante, que es tomado por los fascistas antes de que la muchedumbre que allí se congregaba pudiese salir, acabando estos (incluida Llíber y su abuela) en el campo de concentración de Albatera.

Al salir, sin posibilidad de huir de España, sin saber nada de su familia más allá de su abuela, Llíber decide dedicarse al estraperlo, práctica normal tras la Guerra Civil de los que habían perdido todo mientras que otros, los señoritos y terratenientes, brindaban por su victoria militar sobre los trabajadores en la Guerra.

La protagonista conoce a un chico del PCE y junto a él decide unirse a los maquis, pero aquí se encuentra con otra gran barrera social: su condición de mujer, por la cual es discriminada incluso por sus camaradas. Por ello decide hacerse pasar por hombre para ser aceptada en la guerrilla. Encontramos aquí cierta analogía de este personaje con el de La Pastora, maqui transgénero que se hizo popular en la zona del Maestrazgo castellonense, donde formó parte de la Agrupación de Guerrilleros de Levante y Aragón.

Podemos ver también cierta evocación a la figura de Marina Ginestà, la miliciana comunista que gracias a la foto de Hans Gutmann se convirtió en uno de los iconos del bando republicano de la Guerra Civil Española. La miliciana tomó gran relevancia dentro de la JSUC ayudando a la organización de las Olimpiadas Populares de Barcelona, en las acciones contra el golpe de Estado en Catalunya donde le fue tomada la conocida foto y en las labores de traducción de los corresponsales soviéticos del periódico Pravda. De hecho, Teresa Pàmies, también militante de las JSUC, diría que si Ginestà no llegó a formar parte de la dirección de las JSUC no fue por falta de valía, sino porque prefería el trabajo en el frente a quedarse en la retaguardia.

Vemos en este personaje de Llíber el símbolo de la resistencia de un país que se negaba a entregarse al fascismo, que había hecho suya la consigna de “Ni un paso atrás” y que no iba a ceder porque un grupo de militares los hubiera vendido a Franco. También se nos representa en ella la tenacidad de una guerrilla que pese a no tener a penas fuerzas iba a derramar hasta la última gota de sangre por plantar cara a la dictadura.

Por otro lado, su personaje simboliza una generación de mujeres que no iba a consentir que nadie les dijera que eran menos por serlo, que no iban a resignarse a quedarse en casa mientras los hombres tomaban las armas, sino que iban a tomarlas les gustara a ellos o no.

En definitiva, conocemos en L’Últim Vaixell a un personaje que pese a ser ficticio encarna lo mejor de una generación que dejó hasta su última gota de juventud por darnos un país mejor. Es ahora, cuando nos toca a los y las jóvenes de extracción trabajadora de hoy tomar el testigo de aquellos que dieron la vida cuando fue necesario para frenar al fascismo.

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