“A los que acusan a la revolución de perturbar la economía del país, les respondemos: para los guajiros que no tienen tierra no existe economía, para el millón de cubanos que están sin trabajo no existe economía, para los obreros de los ferrocarriles, portuarios, azucareros, henequeneros, textileros, autobuseros y otros tantos sectores a quienes Batista ha rebajado sus salarios despiadadamente no existe economía, y sólo existirá para todos ellos mediante una revolución justiciera que repartirá la tierra, movilizará las inmensas riquezas del país y nivelará las condiciones sociales poniendo acto al privilegio y la explotación.”[1]
Con gallardía y certeza revolucionaria, Fidel Castro, desde su exilio en México, redactaba el Manifiesto n°1 del Movimiento 26 de Julio, organización revolucionaria del pueblo cubano que obtendría su nombre de aquel día de “rebeldía nacional” de 1953 en el que un grupo de hombres nuevos daría lugar al asalto a los orientales cuarteles de Santiago de Cuba (Guillermón Moncada) y de Bayamo (Carlos M. de Céspedes).