Este fin de semana Tinta Roja recomendamos la película "El Gran Hotel Budapest", dirigida por Wes Anderson y con Ralph Fiennes como protagonista, repleta de gags visuales sacados de la animación y del cómic, que ofrecen una propuesta original para un relato inspirado en la época de entreguerras.
Hoy por hoy, y desde hace ya algún tiempo, Wes Anderson es, sin lugar a dudas, uno de los directores de cine con mayor personalidad a la hora de contar historias. Autor de películas como Fantástico Sr. Fox (2009) o Moonrise Kingdom (2012), en su último filme, El gran hotel Budapest, el director tejano vuelve a mostrarnos su particular universo de la mano de un extenso reparto que da vida a una serie de personajes tan insólitos como maravillosos, destacando el británico Ralph Fiennes a la cabeza. Éste interpreta a Gustave H., el conserje de un lujoso hotel situado en Zubrowka, ficticia ciudad del este europeo en el periodo de entreguerras. Gustave, además de cumplir a la perfección sus labores como conserje, presta otro tipo de "servicios" más personales a las selectas clientas que van pasando por el hotel, con la peculiaridad de que ninguna de ellas suele tener menos de ochenta años. Este curioso fetichismo de Gustave resulta en que, al morir una de sus ancianas amantes, y con la firme oposición de la familia de ésta, decide dejar en herencia a Gustave un valioso cuadro renacentista que tenía en su patrimonio. Dicho acto enfrentará a la familia de la vieja con el conserje, y constituirá el pistoletazo de salida de esta vertiginosa comedia, poblada de gags visuales directamente sacados de la animación y del cómic que, junto a otros elementos como los decorados o la Fotografía, demuestran que Wes Anderson cuenta con una de las miradas más originales cuando de hacer cine se trata.
El gran hotel Budapest es un agradable cuento inspirado en los relatos de Stefan Zweig, ambientado en una Europa que ya empezaba a sentir el olor de la pólvora y el fascismo. Un servidor no es especialmente entusiasta del estilo de Anderson, cuya particularidad y unicidad, lejos de despreciarse, deben ser reconocidas; pero hay que decir que su última película es absolutamente brillante, independientemente de si uno simpatiza o no con la forma de narrar de su director, pues aquí no hace sino engrandecer el conjunto hasta convertir El gran hotel Budapest en una de las propuestas cinematográficas más interesantes en lo que llevamos de año.
Los buenos directores acostumbran a estampar su sello en cada uno de los fotogramas de sus obras; Wes Anderson no es menos, y en esta película demuestra que es un maestro a la hora de crear imágenes, haciendo que reconozcamos a simple vista cada plano como solamente suyo. La música de Alexandre Desplat pone el broche a esta deliciosa obra, redonda en su totalidad, y que mira al pasado con cierta nostalgia y cariño.
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