El 25 de noviembre es el "Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer". Es un tema que por su actualidad, dado a los continuos casos de violencia de género, se ha escrito y debatido mucho. Desde un punto de vista puramente legal, formal y abstracto puede parecer que las reivindicaciones sobre la igualdad de la mujer pierden vigencia en nuestra sociedad, pero la realidad es que las mujeres trabajadoras siguen en una posición desfavorable con un doble origen: clase y género.
Este año el 25N se enmarca dentro de un escenario especial, el centenario de la Gran Revolución Socialista de Octubre. La toma del poder por parte de la clase obrera rusa en 1917 supuso un hito histórico del que las mujeres nos vimos también beneficiadas.
La experiencia de la revolución de Octubre nos ha enseñado que las reivindicaciones por las mujeres, que luchamos junto con nuestros compañeros, no son fruto de una fantasía, son algo realizable. En los primeros meses de la revolución se dieron grandes avances en materia de igualdad, se abolieron todas las leyes que ponían a las mujeres en una situación de desigualdad en relación al hombre. La revolución no sólo significó una mejora para la mujer en los derechos laborales, sino en todos los aspectos de su vida, entre los que podemos destacar el derecho al aborto de manera pública y gratuita, derecho al divorcio, un permiso retribuido por embarazo y maternidad o la socialización del trabajo reproductivo estableciendo de manera pública comedores, centros de la tercera edad, jardines de infancia...
Hoy en día los casos de violencia machista no hacen más que aumentar, es ya algo habitual poner las noticias y escuchar un nuevo caso de violencia de género en el que se ha arrebatado la vida a otra mujer más, a manos de su pareja. Los casos de asesinato no son más que la punta del iceberg dentro de este tipo de violencia que va más allá de las agresiones físicas, englobando formas muy diversas, pero todas destinadas a mantener la posición de la mujer en un plano de inferioridad en este sistema. Así, no dudamos en considerar violencia contra las trabajadoras la existencia de desigualdades en el mercado laboral con respecto a los hombres, la brecha salarial, el quedar relegadas a empleos típicamente femeninos, los despidos por maternidad o la mayor temporalidad en la contratación.
Dentro de la juventud cada vez son más palpables los casos de violencia machista. Son alarmantes los datos extraídos de una macroencuesta del 2015 sobre la "Percepción de la violencia de género entre jóvenes de 16 a 29 años", estos datos muestran como uno de cada tres jóvenes consideraba inevitable o aceptable en algunas circunstancias 'controlar los horarios de la pareja', 'impedir a la pareja que vea a su familia o amistades', 'no permitir que la pareja trabaje o estudie' o 'decirle las cosas que puede o no puede hacer'. Además, todas las investigaciones indicaban que las personas jóvenes son algo más tolerantes que el conjunto de la población con las conductas relativas a la violencia de control.
Con las navidades a la vuelta de la esquina se abre un nuevo escenario para la juventud marcado por el trabajo estacional. Este tipo de empleos están marcados por una precarización aún mayor, que van desde la ausencia de contratos hasta la realización de cientos de horas extra impagadas. Las condiciones son especialmente duras paras las mujeres jóvenes, con la mayor brecha salarial o los requisitos físicos que muchas empresas ponen para acceder al empleo.
Otras formas de machismo muy visibles en estas fechas son las campañas publicitarias, como cada navidad los anuncios de juguetes se multiplican reproduciendo roles estereotipados para niños y niñas. Para ellos color azul o verde, para ellas rosa y violeta, para ellos trabajados de fuerza, de construcción, para ellas cocinitas y muñecas. Como si el gusto por uno u otro juguete en los niños estuviera determinado por el sexo y no por una construcción social. Si bien esta diferenciación puede parecer inofensiva provoca la perpetuación en edades más avanzadas de desigualdades y relaciones de poder.
Como ya hemos ido analizando anteriormente las mujeres nos encontramos en una posición desfavorable, tanto por una cuestión de género como de clase. Ante esto se nos abre una cuestión ¿estamos entonces todas las mujeres en la misma situación ante la violencia? La respuesta es clara, las mujeres de todas las clases sociales no estamos en las mimas condiciones, no podemos hablar de violencia machista sin tener en cuenta las condiciones de vida en las que coloca la explotación capitalista a la mujer trabajadora, salarios más bajos, mayor índice de temporalidad, tener que asumir las tareas domésticas y los cuidados familiares o estar al borde de la pobreza.
No podemos seguir permitiendo que se continúe normalizando la violencia a la que nos exponemos las mujeres a diario se normalicen, queremos y tenemos derecho a espacios libres de todo tipo de machismo. Para ello nuestra tarea no puede ser otra que organizarnos y luchar por poner fin a un sistema que nos condena a la miseria, que nos coloca en una posición de mayor vulnerabilidad con total impunidad.
Irati Gómez, responsable de la mujer de los CJC