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Jue25042024

Última actualización09:36:03 AM GMT


Entre los casi 300 muertos en la mina de Turquía había un joven de 15 años

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  • La última reforma laboral permite a los jóvenes entre 15 y 17 años realizar tareas pesadas
  • La cifra de muertos puede aumentar ya que hay más de 100 desaparecidos

La tragedia estallaba hace unos días cuando, en una mina de carbón de la provincia turca de Manisa, se producía una explosión que se llevaba la vida de, al menos, 274 trabajadores. Las cifras posiblemente aumenten ya que, por un lado, hay 120 desaparecidos y, por otro, el oscurantismo y las mentiras son la nota dominante en la política del Gobierno turco en esta tragedia.

Muchas son las voces que se han alzado ya señalando las causas del accidente y de los cientos de muertos. Pero entre todas esas causas queremos destacar en esta noticia la última reforma laboral turca, que permite a jóvenes entre 15 y 17 años realizar tareas pesadas tales como las propias de la minería. 

‘Gracias’ a esa ley Kemal Yildiz, de 15 años, falleció en la mina. Pese a los distintos debates y mentiras que se están generando alrededor de esta muerte la realidad es clara: las distintas reformas laborales que se han llevado en Turquía y en otros tantos países no sólo restan derechos, salario y vacaciones a los trabajadores sino también seguridad. Seguridad que es robada desde cuestiones tan claras como la eliminación de ciertos mecanismos de seguridad, utilización de materiales específicos… pero también en cuestiones más sutiles, como disminuir los minutos de descanso dentro de la jornada laboral, aumentar el máximo de horas por jornada, permitir la flexibilidad total y cambios continuos en las labores de los trabajadores y, también, permitir el trabajo por parte de jóvenes e incluso adolescentes.

No puede hablarse de mala suerte cuando se sientan las bases para ello. Mala suerte puede ser que, efectivamente, estalle una explosión (sin entrar a valorar aquí el motivo de la misma) pero no es mala suerte que se cuenten por decenas los muertos pues la mala suerte acaba cuando, si no de manera intencionada para conseguir su muerte sí de manera intencionada para aumentar los beneficios, se reduce al mínimo la seguridad de los trabajadores.

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