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El día a día de la política española: Corruptos y ¡Corruptores!

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Vergonzosamente, la juventud de este país estamos acostumbrados a, casi desde que tenemos memoria, escuchar en los telediarios casos y más casos de corrupción. El PP va a la cabeza, obviamente, con más de 500 imputados en numerosísimas tramas, pero también los hay en el PSOE, Coalición Canaria, CiU, PNV e incluso alguna vez, de refilón, en IU. Estamos saturados de casos de corrupción, pero ningún medio investiga a fondo: ¿en qué consiste exactamente la corrupción política? ¿quién está detrás de los políticos, corrompiéndolos? ¿cómo es posible tanta impunidad para quien roba?

Se calcula que, desde 1978, ha habido en España más de 180 casos de corrupción política. ¿Cómo se realiza esta corrupción? Los grupos o personas que están en órganos de poder institucional, desde ayuntamientos a parlamentos, gestionan en gran medida las arcas públicas; recogen los impuestos que el pueblo trabajador paga de sus sueldos para utilizarlos, en teoría, para el bien colectivo. Nada más lejos de la realidad, obviamente: multitud de políticos españoles han decidido dar este dinero a empresas privadas a cambio de favores, descuentos y regalos personales, ayudas electorales o promesas laborales de futuro. ¿Cómo? Cuando, por ejemplo, hay que contratar a una empresa de construcción para una obra pública, el político y el empresario acuerdan: "yo te contrato para la obra pública, te pago un 10% más de lo que cuesta y a cambio tú me rebajas un 7% las obras que vas a hacer en mi chalet". Esta es una de las formas más básicas, pero las tretas y trucos pueden hacerse mucho más complejas, y el pago, en lugar de un descuento, puede ser una donación para el partido de turno, un puesto de ejecutivo para cuando el susodicho político se jubile, o demás cosas por el estilo.

Actualmente, la suma de todo lo defraudado, es decir, de lo que generaciones de políticos han pagado de las arcas del pueblo a empresas a cambio de favores, llega y pasa de los 7.500 millones de euros, según las cifras institucionales, que probablemente hagan muy corto. Un estudio de la Universidad de las Palmas, teniendo en cuenta el impacto social de todos los casos, la cifraba en 40.000 millones. En cualquier caso es dinero que, naturalmente, no se ha devuelto en su mayoría, y que los trabajadores hemos tenido que pagar con el cierre de escuelas y hospitales, todos los recortes en sanidad y educación, más impuestos, la rebaja de las pensiones, la decadencia de nuestros barrios, la venta de servicios públicos a empresas privadas y un largo etcétera.

En 2016, el caso Noós, las tarjetas Black, el caso de Bankia, el caso Púnica, el caso Gürtel, los papeles de Bárcenas y aún un puñado de casos más, se ríen en la cara del pueblo trabajador que vive cada vez más en la pobreza. Y mientras una serie de personajes trajeados van y vienen de los juzgados con pocas probabilidades de devolver lo robado y entrar en prisión, a nosotros se nos encarcela por manifestarnos, escribir canciones o comprar comida y pañales con una tarjeta desconocida.

Pero, si acabando con la corrupción se sanearían enormemente las arcas del estado, ¿no debería ser éste nuestro principal objetivo? ¿Es acaso posible, en el sistema económico y político español, terminar de verdad con la corrupción? No: la corrupción existe porque existen corruptores, empresas privadas dispuestas a trapichear con las instituciones y sus representantes más inmorales, igual que trapichean con nuestros contratos y nuestros sueldos. Mientras exista un sistema económico privado, en que las empresas ajenas a lo público busquen el máximo beneficio -y esto es la base más amplia del capitalismo- la corrupción estará a la orden del día. Diferenciamos dos bandos: los empresarios y políticos que se enriquecen y los trabajadores y trabajadoras que sufren las consecuencias. Las empresas son suyas, las instituciones son suyas, los tribunales son suyos, los medios de comunicación son suyos. La corrupción es una consecuencia intrínseca del sistema capitalista, que está estructurado para permitirlo y fomentarlo.

Detrás de cada caso de corrupción, hay una causa: una empresa privada, una institución, una compañía que corrompe, que ofrece beneficios al político para beneficio propio, y mientras no se termine con la causa, resulta evidente que no va a desaparecer la consecuencia.

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