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Repunte de la violencia juvenil en Madrid

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La ciudad de Madrid se ha planteado como escenario de un repunte de violencia callejera durante el último  mes, en el que la juventud de las clases menos pudientes vuelve a ser protagonistas. De los tres sucesos más reseñables a este respecto, dos han tenido lugar en el barrio obrero de Tetuán y el restante nada menos que en la céntrica Puerta del Sol, saldándose con la muerte de un joven no mayor de veinte años.

Durante la noche del 5 de marzo, en la calle Jerónimo Llorente, tuvo lugar una reyerta en la que se vieron implicados varios policías fuera de servicio y un grupo de personas de origen dominicano, que terminó con un  balance de casi una veintena de heridos y seis detenidos de entre 20 y 41 años. No muy lejos de allí, en los bajos de Azca, el 27 del mismo mes otro joven dominicano recibía un disparo de madrugada a las puertas de una discoteca, como culmen de una discusión que tuvo con su agresor. Pero sin duda el episodio más trágico fue el acaecido en la Puerta del Sol el 6 de marzo, en el que un centenar de jóvenes pertenecientes a distintas bandas latinas fueron partícipes de una batalla campal, resultando herido de gravedad un varón de 18 años y otro de 20 herido de muerte, que fallecía poco después de ser apuñalado en una perpendicular a la calle Preciados.

Pero, ¿qué fenómenos socioeconómicos subyacen a estos incidentes, que han encontrado un hueco mediático en la prensa burguesa nacional? El tiro suele centrarse en los factores de carácter cultural, que parecen copar las explicaciones al porqué y el cómo surgen las bandas latinas en el estado español. No es raro encontrar posturas que sostienen la idea de que estas agrupaciones se exportan desde América Latina y se implementan aquí, como si de algún modo fuera un elemento intrínseco a la cultura de estos países. Este modelo explicativo simplista es el que permite que se desarrollen concepciones reaccionarias sobre el problema, y genera posiciones xenófobas y discriminatorias a la hora de plantear sus posibles soluciones. Esta es la tónica que siguió, por ejemplo, la manifestación que tuvo lugar el pasado domingo en la plaza de las Palomas de Tetuán, bajo el lema “Fuera bandas latinas de nuestros barrios”, organizada por el grupo fascista Hogar Social Madrid1. El carácter marcadamente racista de esta movilización se sustenta en interpretaciones que obvian los componentes económicos del asunto a diferentes escalas, del mismo modo que lo hacen con otros de carácter sociocultural.

Se tiende a olvidar, por tanto, que muchas de estas bandas se materializan en occidente (Latin Kings, Dominicans Don’t Play y Mara Salvatrucha, las tres ampliamente conocidas, surgen en Estados Unidos entre los años 50 y 90) bajo el precepto de superar los prejuicios raciales, que sin duda tienen origen en nuestros países. Del mismo modo no es casual que tanto el principio como el mantenimiento de estos grupos encuentren su base en barrios obreros y zonas marginales. De hecho, y atendiendo a la creciente multiculturalidad dentro de estas bandas (compuestas ya no sólo por latinoamericanos sino también por españoles), se concluye que el elemento eminentemente común entre los integrantes es su pertenencia a la clase trabajadora y a las capas sociales con menos recursos, más allá de nacionalidades.

¿A qué viene toda esta violencia en torno a este sector de la juventud, que ha desencadenado un pico preocupante de conflictos callejeros en Madrid? No es nada más que el reflejo de cómo el capitalismo se ceba con los oprimidos en una gran variedad de escalas y a través de diversas formas. Por ello, para acertar en el análisis de estas problemáticas no se puede obviar ninguno de los elementos que las sostienen: ni el cultural ni el económico, ambos interrelacionados.

Por un lado, nos encontramos con individuos y grupos con una elevada presencia de participantes que proceden de países colonizados y oprimidos durante largos períodos de tiempo, países oprimidos por los estados imperialistas más avanzados y hegemónicos. Las implicaciones que esto tiene en el estrato cultural del estado español en general, y de Madrid en particular, se manifiestan en la latencia permanente de actitudes y conductas discriminatorias y xenófobas que se desarrollan tanto en movimientos políticos, como en centros escolares, así como en los medios de comunicación y a nivel individual. Esto lleva a que la juventud extranjera se asocie en busca de elementos culturales comunes, como oposición a la hegemonía cultural predominante en los países occidentales.

Por otro lado, las actividades delictivas y de ocio perjudicial de estas bandas se soportan fundamentalmente sobre las relaciones económicas que ha desarrollado el sistema capitalista, particularmente en la privación de recursos a los hijos e hijas de la clase trabajadora. La juventud, predominantemente extranjera pero también nativa, que se ve desprovista de derechos académicos, laborales y de ocio, muchas veces no encuentra más salida vital que la de “emprender” en sectores de mercado generados en torno a la ilegalidad y la marginalidad. Estos contextos son marcadamente violentos y licitan en muchos casos el consumo de alcohol y drogas, generando dinámicas de las que es muy complejo desprenderse, y estigmas sociales que perpetúan y justifican sucesos lamentables como los acontecidos en Madrid el último mes.

 


Fuentes

  1. 1.http://www.elmundo.es/madrid/2016/04/01/56fea49f46163f9f288b45f5.html (en referencia al HSM).
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