Otro verano más la misma rueda. Como han convertido nuestro país en un resort turístico, de nuevo miles y miles de jóvenes, los que hemos estudiado durante el curso o los que hemos empalmado trabajos temporales, entramos en el ciclo del dinero, al menos por unos meses o semanas, por la puerta de la hostelería, el reparto a domicilio, el comercio y otros sectores precarizados. Desde Tinta Roja queremos contaros sobre este modelo laboral, sobre nuestros problemas y nuestras propuestas de solución. Este es el primero de una serie de 6 artículos dedicados a reforzar la información y la fuerza de lucha a la juventud trabajadora. Codo con codo podemos construir un país para nosotros y nosotras, un país para la clase obrera, y un verano para la juventud.
El trabajo de verano en cifras económicas y condiciones sociales
Los jóvenes sabemos que no va a costarnos mucho encontrar un empleo en verano. La hostelería, el comercio, el ocio,... son sectores que, en unos y otros puntos del país, necesitan más mano de obra esta temporada para cubrir toda la demanda de servicios que hay ligados al auge del turismo que acogemos de dentro y fuera de nuestras fronteras. Y para ello las empresas van a requerir sobre todo mano de obra juvenil, ¿por qué?
Traduzcamos primero esa realidad al lenguaje del dinero, ¿cómo nos repercute esa realidad veraniega a nivel económico a unos y otros? A las empresas que acogerán esa demanda de turismo, les va a suponer aumentar -a algunas multiplicar- sus ingresos y sus beneficios; a las y los jóvenes que trabajaremos para ellas nos va a suponer unos meses de cobrar nóminas de 800, 600 o 400 eurillos a cambio de realizar los trabajos más temporales, de duración más breve, con más parcialidad y condiciones de trabajo más duras y estresantes.
Los medios de comunicación también nos lo cuentan, pero de otra manera: "el auge del turismo creará miles de puestos de empleo", "el paro juvenil baja en verano", "la flexibilidad de los jóvenes: lo más atractivo para las empresas este verano". Parece que ven otra realidad distinta, pero simplemente analizan la misma realidad desde el punto de vista de otros intereses que no son los nuestros. Hablan de la bajada del paro juvenil sin nombrar que será a costa de trabajos pagados con nóminas vergonzosas; señalan a la juventud como la beneficiada por esos empleos sin destacar la temporalidad, la parcialidad y la inestabilidad de los mismos; y llaman "flexibilidad horaria" a esa cualidad que al parecer los jóvenes tenemos para adaptarnos a trabajos con turnos y jornadas partidas y que cambian todas las semanas.
El verano: máximo exponente del modelo de empleo juvenil
Analizan lo bien que repercutirá el auge del turismo para las empresas y hacen esfuerzos por pintar un cuadro bonito para quienes van a trabajar para ellas. Para trasladar esa imagen interesada (un tanto deformada, en favor de sus intereses) como una imagen objetiva para todos, en la que los jóvenes trabajadores ganamos tanto como los empresarios, no les queda más que deformar algunas realidades y utilizar a veces un lenguaje engañoso. La imagen del joven que prefiere un contrato temporal se ha impuesto, por ejemplo, sin tener en cuenta que a un gran porcentaje de los mismos que necesita pagarse el alquiler todos los meses no le hace tanta gracia esa modalidad. Las virtudes de ser el sector de población con más energía y vitalidad se han destacado también para justificar que tengamos que aguantar hasta los 30 años trabajos con tasas altísimas de estrés y jornadas largas y extenuantes. A la obligación de ir cambiando de trabajo cada dos por tres porque la temporalidad es norma, porque no nos renuevan o es barato despedirnos la han llamado "flexibilidad laboral" y a trabajar en turnos totalmente inestables y cambiantes, "flexibilidad horaria".
Y este es el lenguaje que se repite en las noticias que hablan del empleo joven veraniego. Pero no es nuevo de este verano, ni del año pasado. Es una imagen, como decimos deformada según unos intereses, que llevan años intentando construir. Porque lo que encontramos en verano es ni más ni menos que la ejemplificación más extrema del modelo de empleo juvenil que ha ido tomando forma estos años. Es la época en la que aumentan exponencialmente esos contratos con la fecha de caducidad a la vuelta de la esquina y con unos salarios denigrantes que hace años nos hubieran parecido de risa.
Cómo se instaura un modelo de trabajo de ultratemporalidad y precariedad absoluta... y cómo podemos librarnos de él
Ahora los aceptamos, los hemos normalizado, porque sabemos que esa barbaridad que nos han ofrecido en la última entrevista de trabajo no es la excepción sino la norma en los puestos de trabajo que se nos van a ofrecer. ¿Cómo y por qué se ha ido instaurando todo este modelo de empleo? Hay que remontar la explicación al inicio de la crisis y el interés de la clase empresarial de no perder y seguir aumentando beneficios, fuese por la vía que fuese. El efecto laboral más inmediato de la crisis fue la extinción de un enorme porcentaje de los contratos temporales, manteniendo en buena parte a los indefinidos en distintas empresas. En ese momento fuimos jóvenes muchos de los perjudicados: recordemos la preocupación que había en los debates televisivos, en las conversaciones en las calles, en nuestras familias, por las alarmantes cifras del paro juvenil.
Después la clase capitalista necesitó organizarse para no solo no perder, sino seguir aumentando sus beneficios, a través de una de las medidas que suele utilizar en los periodos de crisis: el aumento de la explotación de la mano de obra, es decir, rebajar condiciones salariales para obtener más plusvalía del trabajo asalariado que disponga. En algunos sectores y empresas le resultó complicado por la negativa a aceptar y la consecuente lucha de las plantillas de trabajadores.
Pero enseguida vendría una táctica muy recurrente en la clase capitalista en momentos de crisis cuando se quieren rebajar las condiciones salariales y sociales: el ataque a las condiciones laborales de la juventud para la utilización de la mano de obra juvenil como un elemento para presionar a la baja en los salarios y las condiciones laborales del resto de la clase obrera. Todo ese debate que se había creado en parte interesadamente sobre el paro juvenil vino a atajarse por la clase capitalista, organizada en el poder político, con el Plan de Garantía Juvenil y la Reforma Laboral de 2012. Se crean los contratos para la formación y el aprendizaje y se reformulan los contratos de prácticas, permitiéndose pagar miserias a jóvenes que realizan un trabajo normal en su puesto; se crean y se modifican condiciones de modalidades de contratación temporales, creándose una ultratemporalidad que afectará sobre todo a jóvenes; etc.
Con toda esa batería de medidas, que instauraron unas condiciones de sobreexplotación en la juventud trabajadora, se empezó a dar forma al modelo de empleo juvenil que ahora vemos, y cuya peor expresión vemos en verano; pero no contentos con ello, nos utilizaron y nos siguen utilizando para la presión a la baja en las condiciones del resto de nuestra clase, la clase obrera. Para acabar con la sobreexplotación veraniega, los y las jóvenes debemos unir esta lucha a la lucha contra ese modelo general de empleo juvenil instaurado, ligándola por supuesto a la lucha del resto de la clase obrera para evitar nuevos ataques a nuestros derechos e intereses y conquistar poco a poco el futuro que merecen quienes todo lo producen.