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Deporte y socialismo: el deporte como derecho

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Quizá uno de los aspectos más apasionantes del marxismo no sea simplemente cómo la socialización de los medios de producción supone un cambio material radical para una sociedad, sino los cambios aun más radicales que tienen lugar a consecuencia de esas nuevas condiciones materiales y de las nuevas relaciones sociales de producción. El socialismo no sólo genera, sino que exige para su perpetuación y avance una nueva concepción del ser humano, de su cultura, de su educación, de sus relaciones interpersonales... Es por esto que la educación y la cultura en los países socialistas no sólo ha sido una prioridad en cuanto a inversión y universalización, sino que es cualitativamente muy diferente de la educación que se procura en los países capitalistas. Si en estos últimos priman la competencia, el individualismo, la elitización, y la educación hiperespecializada orientada a ser una pieza más del mercado laboral, la sociedad sin clases que supone el socialismo requiere para su funcionamiento de una educación y unos valores dirigidos hacia lo colectivo y a la formación integral de cada persona en todos los ámbitos posibles.

Si bien es conocido que los países socialistas fueron grandes potencias deportivas, quizá no sea tan conocido que los grandes éxitos cosechados fueron consecuencia no de una hiperespecialización en el deporte, sino de la prioridad que se dio a lo que los soviéticos acuñaron como 'cultura física' como parte fundamental de esa formación integral dirigida a todos y cada uno de los ciudadanos, tan fundamental como las matemáticas o la poesía.

Para tener una mejor perspectiva del deporte en el socialismo, nos remontamos al que fue el primer estado de obreros y campesinos de la historia, la Unión Soviética, en el que se inspirarían posteriores revoluciones. El deporte y la educación física se convirtieron en preocupación fundamental del estado soviético desde la mismísima Revolución de Octubre. Ya entonces la instrucción física se pone bajo el control del Servicio General de Instrucción Militar del cuál nacerá en 1920 el Consejo Superior de Cultura Física, posteriormente denominado Comité para Asuntos de la Cultura Física y el Deporte de la Unión.

Así pues, desde la toma del poder por parte de los bolcheviques se colocaría al deporte en el mismísimo centro del sistema educativo: las enseñanzas deportivas se volvieron obligatorias tanto en la educación primaria como en la técnica-profesional y en las educaciones superiores incluida la universitaria. Además de los programas deportivos para fuerzas de seguridad y fuerzas armadas, las empresas, granjas cooperativas y estatales e instituciones soviéticas organizaban clases de gimnasia en sus horas de descanso. Igualmente, cualquiera que deseara practicar algún tipo de actividad física en su tiempo libre tenía a su disposición clases formativas en multitud de polideportivos. Todo este trabajo era coordinado por las Sociedades Deportivas Voluntarias de la URSS, ligadas directamente a los sindicatos y ministerios. Dentro de dichas sociedades se formarían diferentes clubes deportivos ligados a diferentes ramas de la actividad laboral y que son aún hoy día ampliamente conocidos en el mundo del deporte, a pesar de haber sido mercantilizados tras la contrarrevolución de los años 90. Nos sonará, por ejemplo, el CSKA (iniciales de Club Deportivo Central del Ejército) de Moscú que destaca sobre todo en fútbol, baloncesto (ganó 4 copas de Europa durante la existencia de la URSS) y hockey sobre hielo. Los CSKA, como su propio nombre indica, eran los clubes deportivos formados por miembros del ejército, así como los clubes deportivos Dinamo estaban ligados a las fuerzas de seguridad (también nos sonarán de la RDA el Dynamo de Dresden o el de Berlín) y otros quizá no tan conocidos formados por trabajadores de sectores como el transporte marítimo o la minería. El éxito de estas sociedades deportivas fue rotundo: para el año 1975 la Unión Soviética contaba con más de 50 millones de deportistas repartidos entre casi 219.000 colectivos deportivos.

Como vemos, el deporte no era una profesión, sino una constante en la vida de los trabajadores. Acostumbrados como estamos en el capitalismo a las cifras escandalosas que cobran diferentes estrellas del deporte, se nos hace difícil imaginar que los jugadores de fútbol o baloncesto en los países socialistas cobraran como trabajadores del sector al que pertenecían. En general, en los años 70 y 80 lo habitual eran unos salarios de 200-300 rublos al mes, alrededor del doble del salario medio y sin apenas diferencias entre primera o segunda liga. A esto, eso sí, había que sumar los premios por las victorias deportivas, como los 500 rublos que se entregaban a cada jugador por ganar la Copa de la URSS.

Por otro lado, merecen una mención especial las Escuelas de Deporte para la Infancia y la Juventud, famosas por haber supuesto la iniciación de muchos de los que luego se convirtieron en campeones olímpicos. En este tipo de escuelas entraban los niños y jóvenes bien por recomendación de su centro de estudios, bien por iniciativa propia tras superar algunas pruebas o, como sucedía a menudo, eran las escuelas de deporte las que iban a otros centros de estudio a seleccionar a jóvenes promesas. El ciclista Jan Guaricha, ciudadano de la ex RDA, declaraba en 2004:

“Se lo debo todo a la RDA. En el sistema de deportes actual yo no habría existido como ciclista. Mi primer entrenador iba de colegio en colegio buscando jóvenes con talentos. Además, mi madre no habría tenido dinero para comprarme una bicicleta de carreras. Tal vez habría sido atleta, porque para unas zapatillas me hubiera alcanzado el dinero apretadamente”

En estas escuelas, a pesar de dar prioridad a la formación deportiva, no se olvidaba la formación académica y se facilitaba y compatibilizaba el acceso a los estudios superiores. Lo recuerda el ex baloncestista Chechu Biriukov:

“La estructura de la Unión Soviética era magnífica para el deporte. Para cualquier deporte. Entrenaba casi todos los días dos veces. Una por la mañana y otra por la tarde y en el medio, estudiaba con un horario especial. Estaba pensado para que pudiéramos estudiar y hacer deporte”.

 Recuerda además algunas anécdotas curiosas, que hacen referencia a lo comentado antes acerca de la educación integral que no descuidaba ni lo físico ni lo intelectual, como que por ejemplo su entrenador los obligaba a leer libros desde Dostoievski hasta Cervantes; o a visitar un museo de cada ciudad a la que viajaban para jugar un partido.

 El deporte no sólo se convirtió en un derecho fundamental de la clase obrera en los países socialistas, sino que también ha sido consecuentemente internacionalista. Es mundialmente conocido que Cuba exporta médicos a países necesitados, así como acoge y forma a estudiantes de dichos países. Lo que quizá no sea tan conocido es que la Escuela Internacional de Educación Física y Deportes de Cuba hace lo mismo con la cultura física: forma a deportistas y entrenadores de países con pocas oportunidades para que puedan ejercer en ellos e impulsar allí la actividad deportiva. Desde su fundación en 2001, la escuela ha prestado ya colaboración y ayuda técnica y profesional a 102 países de cuatro continentes. De igual modo, ha sido inestimable la ayuda prestada por los 6200 colaboradores de la Misión Deportiva Cubana a la República Bolivariana de Venezuela, mediante los programas Barrio Adentro Deportivo, Alta Competencia y Formación del Talento Humano, que tienen como objetivo buscar la mejora de la calidad de vida, promocionar la salud a través del deporte y el ejercicio físico y mejorar los resultados deportivos nacionales e internacionales.

Mucho más se podría hablar del deporte en los estados socialistas, puesto que por la importancia que se le ha dado es un tema inabarcable. Tendríamos que hacer un recorrido por el amplísimo medallero olímpico de los países del Bloque del Este, Cuba o Corea; podríamos centrarnos en los deportes en los que destacaron y destacan los diferentes países, la gimnasia soviética o rumana o la halterofilia búlgara o quizá hablar del arte marcial creado en la URSS, el sambo... Sin embargo, todos estos éxitos tienen una base mucho más importante y es haber considerado el deporte y la actividad física como parte de la cultura y la educación más fundamental y que garantiza que cada individuo pueda desarrollar todo su potencial sin ningún tipo de obstáculo. Por desgracia para los países que sufrieron la contrarrevolución y el regreso al capitalismo, el deporte volvió a pasar a segundo plano y se convirtió de nuevo en una profesión a la que pocos accedían y que muchos no pueden permitirse practicar entre falta de fomento, impedimentos económicos y largas jornadas laborales. Si bien países como Rusia intentaron conservar dentro de lo posible la estructura deportiva socialista, hay quienes sufrieron destinos como el de Florica Leonida, ex campeona de gimnasia rumana y hoy prostituta en un burdel de Alemania. Conociendo ahora el sistema de cultura física socialista, resulta inevitable preguntarse cuántas prostitutas, cuántos inmigrantes trabajando de sol a sol o cuántos desahuciados por los bancos podrían ser campeones del mundo de algún deporte de no ser éste un negocio como lo es en el capitalismo, sino un derecho como en el socialismo.

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