Gioconda Belli nace en Nicaragua en 1948. Poetisa, ensayista y novelista nicaragüense, pasa a integrarse en 1970 en el Frente Sandinista de Liberación Nacional para luchar contra la dictadura somocista. Tras su exilio en México y Costa Rica, volvió con el triunfo de la Revolución Sandinista para formar parte activa en el gobierno revolucionario. Es nuestra recomendación literaria para aprovechar este fin de semana.
En La mujer habitada, su primera novela, Gioconda conecta a través de una dualidad entre ficción y realidad, historias paralelas y aparentemente separadas, repletas todas ellas de grandes contrastes. El continuum se establece a través de la resistencia indígena a la colonización española, la importancia de la emancipación de la mujer, el amor revolucionario, la resistencia y la militancia como proyecto vital. Belli recoge aquí un mestizaje literario, entre poesía y narrativa, análogo al propio mestizaje nicaragüense. Porque se entiende Nicaragua como una miscelánea de poblaciones indígenas, una miscelánea que recoge el testigo ancestral para enfatizar su propia naturaleza, una naturaleza del ayer y del hoy, multicultural y llena de sensualidad. Como nosotros mismos.
Las analogías constantes a sus problemáticas y a su realidad política impregnan estas páginas, a través de las cuales la autora consigue lograr la conexión de dos historias protagonizadas por dos mujeres, y plasmar así la importancia de la mujer para la transformación de la realidad. Una realidad que se va configurando dialécticamente mediante el diálogo entre las voces femeninas, unas voces que conversan y nos permiten reflexionar y adentrarnos en el interior de ellas, conocerlas y comprenderlas. El diálogo se establece a través de la voz de Itzá, que muere luchando contra los españoles, y a través de la voz de Lavinia, arquitecta que comprende la necesidad de formar parte del proyecto revolucionario. La alternancia de planos, el precolombino y el actual, queda entrelazada por un eje central: la lucha por la liberación. Es el deseo de liberación el que sirve de unión, el que conecta el pasado con el presente y el que, por supuesto, nos permite atisbar el futuro.
El protagonismo femenino y su lucha en un mundo de hombres adquieren en este universo literario un papel fundamental. Lavinia encontrará su rumbo gracias a la revolución, un camino no exento de dificultades, acrecentadas aún más por su condición femenina, buen reflejo de la situación de subordinación de la mujer respecto al hombre: "Yo podía combatir, ser tan diestra como cualquiera con el arco y la flecha y, además, podía cocinar y bailarles en las noches plácidas. Pero ellos no parecían apreciar estas cosas. Me dejaban de lado cuando había que pensar en el futuro o tomar decisiones de vida o muerte. Y todo por aquella hendidura, esa flor palpitante, color de níspero que tenía entre las piernas"
A través de la causa revolucionaria nuestra protagonista consigue ser dueña de su destino, por fin consigue moldearlo, transformarlo, casi tocarlo. Solamente el final puede concebirse tan desolador como esperanzador, y tan inesperado como inspirador, porque al fin y al cabo, con esta obra se nos abre la puerta al cambio, al verdadero impulso transformador, un impulso "que no sea inmortal puesto que es llama, pero que sea eterno mientras dure".
Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas
Algún día los nuestros, también.