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Aragón recuerda a su Abuelo seis años después de su muerte

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El 19 de septiembre de 2010 era un día de luto para el pueblo aragonés, pues perdía a su “Abuelo”, a un personaje que hasta sus 75 años luchó incansablemente por él. Tal era su popularidad que más de cinco mil personas pasaron por su capilla ardiente para darle el último adiós a José Antonio Labordeta, todo un símbolo en la cultura popular aragonesa.

Como cantautor y escritor, Labordeta nos representó en su música y en sus poemas, tanto que han sido ya dos las propuestas en las Cortes de Aragón de hacer de su famoso “Canto a la libertad”, que todavía escuchamos con orgullo en manifestaciones y movilizaciones, el himno de Aragón. Las propuestas fueron echadas atrás en ambos momentos por motivos obvios: los representantes de este sistema económico explotador que tanto ha perjudicado a los trabajadores urbanos y rurales aragoneses no quieren permitir que este artista y su canción se conviertan en símbolo oficial de esta tierra.

En sus canciones hay una gran sonoridad aragonesa, popular y rural, que es lo que nos hace vernos reflejados en sus canciones y emocionarnos con ellas. Su canción “Somos” es una de las más representativas de su extensa discografía, por su contenido reivindicativo, las metáforas de las tierras aragonesas, y la sensibilidad que conmueve a todo aragonés humilde que sueña con una tierra digna y justa:

“Hemos

perdido nuestra historia,

canciones y caminos

en duro batallar.

Vamos

a echar nuevas raíces

por campos y veredas

para poder andar

tiempos

futuros y anhelados

de manos contra manos

izando la igualdad.

Somos

igual que nuestra tierra,

suaves como la arcilla,

duros del roquedal.

Hemos

atravesado el tiempo

dejando en los secanos

nuestra lucha total.

Vamos

a hacer con el futuro

un canto a la esperanza

y poder encontrar

tiempos

cubiertos con las manos

los rostros y los labios

que sueñan libertad.”

Labordeta no sólo encarnó al pueblo aragonés y sus aspiraciones en sus canciones y escritos: también intentó defender sus reivindicaciones como político. Tras años de oposición al franquismo, en los que ejerció de profesor en distintas localidades aragonesas, fue uno de los fundadores del Partido Socialista de Aragón, siendo él, de hecho, quien daría en el Colegio Mayor de La Salle de Zaragoza el primer mitin público de izquierdas en Aragón tras la mal llamada Transición Democrática. En él José Antonio Labordeta se mostró esperanzado y con ilusión, pues esperaba de la democracia el inicio de un camino donde con lucha por fin se satisfarían las reivindicaciones populares aragonesas. Así lo intentó, asistiendo al senado y al congreso con su boina, su ropa rural y su orgullo pero también su humildad, con propuestas específicas para solucionar temas que hacían y hacen de Aragón una tierra de retraso económico, falta de infraestructuras, emigración, falta de recursos en los pueblos y problemas añadidos a las condiciones de explotación del trabajo en el medio rural.

Poco tardó, sin embargo, en su carrera política con Chunta Aragonesista sobre todo, en darse con un muro y advertir que por mucho cambio de maquillaje que se hubiera dado, el poder seguía en las mismas manos y era difícil luchar sólo a través del parlamento, por ejemplo, contra el Trasvase del Ebro. La frustración le llevó en un par de ocasiones a perder los nervios en el congreso y espetarles a diputados del Partido Popular que se fueran “¡a la mierda ya, hombre!”, y a decirles sin temblarle la voz que “aquí han controlado el poder toda la vida, y ahora les fastidia que vengamos aquí las gentes que hemos estado torturados por la dictadura a poder hablar, ¡eso es lo que les jode a ustedes!”. Por mucho que los medios y partidos conservadores quisieran hacer de este un acto condenable de mala educación, el pueblo aragonés no pudo sentirse más representado, incluso en el propio lenguaje sencillo y rural que utilizó.

Y así es como, seis años después, seguimos recordando a nuestro abuelo Labordeta: cantando “Albada” con la guitarra, paseando por las calles de Zaragoza y Teruel con su boina, y diciéndole a un diputado en el congreso que “no me cierres el puño, que el puño cerrado lo llevo yo, y con dignidad, gilipollas”. También lo añoramos llamándonos a luchar en sus conciertos, enseñándonos paisajes aragoneses con su humilde mochila al hombro, visitando las ruinas de un Aragón devastado por la Guerra Civil por la crudeza de la lucha de clases que existía, protestando ante los trasvases de agua tan perjudiciales para nuestra tierra, y luchando por hacer de Aragón una comunidad donde trabajadores de todo tipo, habitantes de pueblos y ciudades, se sintieran acogidos y reconocidos, y no una comunidad en manos de los tan perjudiciales intereses de la oligarquía española. Somos muchos los que nos seguimos emocionando al escuchar el Canto a la libertad y los que, para hacerle el homenaje más justo, seguiremos con la lucha diaria por una tierra por fin digna para el pueblo aragonés.

“Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.

Habrá un día
en que todos,
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Sonarán las campanas
desde los campanarios,
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad. 

Habrá un día
en que todos,
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.”

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