Ana Escauriaza, miembro del Comité Central de los CJC
No lo sé. Fue sin música.
Tus grandes ojos azules
abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante,
cielo de losa oscura,
masa total que lenta desciende y te aboveda,
cuerpo tú solo, inmenso,
único hoy en la Tierra,
que contigo apretado por los soles escapa.
Así comienza el poema que Vicente Aleixandre dedicó a Miguel Hernández tras su muerte. El mismo nace de una curiosa anécdota: tras su muerte, se dice que fue imposible cerrarle los ojos a Miguel Hernández.
Esas ganas de vivir la vida analizándola y congelándola para siempre en poemas que demuestran esta pequeña anécdota han sido uno de los rasgos más destacados del poeta alicantino.
Miguel Hernández no nació en una familia con recursos económicos como otros muchos artistas. Él no pudo dedicarse a esa vida bohemia burguesa del artista ni mucho menos costearse una educación esmerada. Nacido en una familia humilde, sólo pudo acudir a la escuela durante unos pocos años pues sus manos eran necesarias para poder llevar el pan a casa. Ello no mermó su interés por el mundo que le rodeaba y mucho menos por la poesía; ejemplo de ello son los innumerables poemas que podemos encontrar sobre su tierra. Lejos de la visión idílica que expresa cualquier poeta burgués que no ha tenido que trabajar nunca, Miguel Hernández conocía las penurias del campo pero también su belleza, por lo que sus poemas recogían las vivencias en primera persona de un campesino con alma de Premio Nobel.
Su condición de clase acompañó a Miguel Hernández en su poesía así como en su militancia. Porque Miguel Hernández, además de poeta, era comunista. O mejor dicho, además de comunista, era poeta. Hoy en día todos los medios burgueses en sus homenajes parecen olvidar este pequeño detalle pero lo cierto es que es imposible comprender a Miguel Hernández, su poesía, su legado... en toda su magnitud si obviamos su papel como comunista.
Su compromiso como vanguardia de la clase obrera le hizo, fusil en hombro, luchar en el 5º Regimiento en Andalucía, Teruel, Madrid y Extremadura. Además, visitó la URSS y acudió al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas.
Acabada la guerra fue encarcelado. Las amistades y respeto que se había ganado entre los círculos intelectuales franquistas hizo que no fueran pocos los ''artistas'' influentes que intercedieran por él e intentaran ponerlo en libertad pero siempre bajo una condición que Miguel Hernández nunca aceptó: redimirse de sus ideas. Como comunista consecuente no dio un paso atrás y no dijo lo que los perros franquistas querían oír. Ello le conllevó, finalmente, la muerte por enfermedad después de haber recorrido varias cárceles, el 28 de marzo de 1942 a las 5:32 de la mañana. Sin poder cerrarle los ojos.
Miguel Hernández sólo contaba con 31 años. Durante su corta trayectoria vital fue capaz de poner su vida al servicio del partido comunista, de trabajar para ayudar a su familia y de escribir unos versos que hoy en día siguen considerándose por todos los críticos, como unos de los más brillantes de la historia de la lengua castellana.
Para todo comunista, Miguel Hernández no sólo era un poeta sino que también era un ejemplo de militante. No sólo por no haber claudicado aunque ello le costara la vida. No sólo por haber conseguido, mediante su brillante literatura, el reconocimiento de los círculos intelectuales burgueses. No sólo por haber dejado de lado todo lo que tenía por luchar en el frente. Sino también por vivir y actuar como debe hacerlo un poeta comunista: luchando y trabajando día a día, huyendo de las concepciones intelectuales burguesas que hoy en día también arrastran muchos pseudoescritores que se hacen o se creen llamar comunistas.
Por todo ello, en nuestro recuerdo debe permanecer la figura de Miguel Hernández no sólo como un escritor ejemplar, sino también como un camarada modelo. No sólo leamos y apreciemos sus versos sino que tomemos su ejemplo de vida e intentemos asumirlo y llevarlo a cabo en nuestro día a día.
Sirva este modesto artículo para rendir un homenaje más al que fue gran persona, mejor escritor e indudable camarada.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Miguel Hernández. Elegía.
Miguel Hernández. Elegía.