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Mar19032024

Última actualización09:36:03 AM GMT


El lenguaje para llegar a las masas

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Cuando los comunistas intervenimos en un frente de masas -es decir, en un centro de trabajo, en un instituto, en un barrio popular...- lo hacemos partiendo de una premisa inicial: el ser social determina la conciencia social. En otras palabras: somos producto de la sociedad en la que nacemos, vivimos y nos desarrollamos.

La consecuencia directa de este hecho, cuyo entendimiento y aceptación consideramos tan importante, es que la clase obrera, a pesar de ser tal, existe en el capitalismo en las condiciones que le impone el sistema político-económico en el que vive. Lo fundamental de este sistema es que está basado en la división de la sociedad en clases: hay una que acapara la inmensa mayoría de la riqueza, la burguesía, y la usa para controlar el poder político, pero también otros medios que le permiten reproducir sus ideas.

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Por lo tanto, generalmente los obreros en nuestro país no piensan como trabajadores, sino que estructuran sus pensamientos de la manera que la burguesía les ha enseñado a hacerlo a través de la educación, los libros o la televisión. El papel del Partido Comunista es oponer su mensaje político, sus objetivos y su estrategia, a estos esquemas que se han generalizado en la sociedad debido a la posición dominante de la burguesía, y por lo tanto también de sus ideas.

De ahí la importancia fundamental que los comunistas otorgamos a nuestros objetivos políticos y a nuestra estrategia. Nuestros principios. Los elaboramos mediante un estudio científico de la sociedad, usando el marxismo-leninismo como herramienta, y el único elemento capaz de corroborar nuestros postulados es la realidad práctica. El más puro método científico. No es el número de personas que apoyan nuestras ideas lo que les da validez.

Una vez constatada la veracidad, o posible veracidad, de lo que defendemos, la única -pero titánica- tarea que tenemos por delante es convencer a la gente -a los trabajadores, a los estudiantes, a los autónomos...- de lo certero de nuestras palabras.

Por eso nosotros no podemos renunciar a nuestros postulados. "Ni un tantito así", como diría el Che Guevara. Porque son ciertos, o creemos que la práctica demuestra que lo son. No estamos hablando de elementos negociables, a los que renunciamos o que adoptamos según nos convenga; a lo que nos referimos es a nuestra misión histórica: trasladar nuestras conclusiones a la clase obrera para que empiece a pensar en sus intereses objetivos y deje de defender los del enemigo de clase.

La estrategia de los comunistas es, por lo tanto, absolutamente rígida. No hay 15-M, ni PODEMOS, ni movimientos independentistas por grandes que sean que puedan convencernos para que dejemos de defender lo que creemos justo para la clase obrera y objetivamente verdadero.

De ahí la importancia de las categorías que usamos. Las palabras que empleamos en nuestro discurso político no son un capricho pasajero, ni tampoco una moda: son las más aproximadas que hemos encontrado para describir fielmente un concepto político que queremos transmitir con precisión. A veces podemos buscarles equivalentes, pero no siempre. Podemos emplear, de manera alternativa, "burguesía" y "empresarios y banqueros", pero en cambio jamás utilizaremos la palabra "casta", aunque ahora goce de tanta popularidad. Simplemente porque no significa lo mismo. Burguesía es una clase social; casta es una palabra ambigua, asociada con un grupo de gente que "parasita" de un sistema que podría, según esta concepción, ser bueno. La palabra "casta" va asociada a la creencia de que el problema fundamental de nuestro tiempo está relacionado con la corrupción política; eso es algo que los reformistas, pero también los fascistas, han defendido durante mucho tiempo, y que mantiene intacto el esqueleto del capitalismo.

Somos muy conscientes de que cuando vamos a un instituto o a una fábrica, a un estudiante o a un obrero le resultarán ininteligibles nuestros conceptos. Es por ello que debemos desarrollar, y así lo hacemos, una gran flexibilidad táctica que acompañe a nuestra rigidez estratégica. Pues si algo caracteriza al comunista, además de su firmeza en los principios, es su adaptación al entorno y su capacidad de comunicarse con la gente. Antes que militantes somos obreros, estudiantes, autónomos o campesinos y, en todo caso, conocemos la problemática, el lenguaje y la conciencia de la gente que nos rodea.

Eso no debe suponer una excusa para renunciar a nuestras categorías. Más bien debe ser un incentivo para saber explicarlas, de manera que cuando hablemos de "plusvalía", podamos hacer entender al obrero a qué nos referimos, comparando la riqueza del empresario con la suya y reflexionando acerca del orígen de la que tiene el primero.

Somos flexibles en la táctica, también en el medio que usamos para transmitir nuestras ideas; pero rígidos, inamovibles y simplemente intransigentes en aquello que queremos transmitir: nuestros principios, nuestras ideas, que no son otras que las de la clase obrera.

Nuestra flexibilidad en la táctica determina que podamos usar unos u otros medios para expresar nuestras ideas -a nivel de estética de los carteles, por ejemplo, o uso del lenguaje de género-. Lo que hagamos en este sentido vendrá marcado por las exigencias de la lucha de clases, y tendremos en cuenta fundamentalmente qué es lo que nos permite acercarnos con más facilidad a la clase obrera en cada lugar y momento concreto. Pero siempre teniendo en cuenta que queremos decir unas cosas y no otras; que queremos hablar de derrocamiento del capitalismo y no de gestión; que vamos contra la burguesía y su sistema y no únicamente contra los políticos o los corruptos. En definitiva: los comunistas somos claros y firmes, pero también capaces de adaptarnos a las circunstancias.


Domenec Merino es Subdirector de Opinión de Tinta Roja.

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