Las elecciones europeas del 25 de mayo reflejan una realidad política diferente a la de los años anteriores. El voto a la socialdemocracia tradicional (PSOE) se ha desplazado hacia otras opciones como IU o PODEMOS, sin que ello signifique un avance en la organización de la clase trabajadora y el pueblo. Simplemente es una fluctuación propiciada por el desgaste de PSOE o IU que demuestran la imposibilidad de gobernar en beneficio popular dentro del capitalismo. Algo que sin duda le ocurrirá también a PODEMOS en cuanto consiga gobernar en alguna institución.
Mientras tanto el voto al PCPE dobla el número de las elecciones anteriores, como reflejo de un avance -aún humilde- de éste gracias a su constante intervención en conflictos obreros, estudiantiles y populares.
Una vez pasadas las elecciones europeas del 25 de mayo, a los que concurrió el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), se torna necesario lanzar una mirada fría y analítica de los resultados obtenidos no sólo por los comunistas, sino también por los partidos burgueses en los mismos.
En primer lugar es necesario destacar que las elecciones arrojaron un resultado inequívoco: el Partido Comunista crece. Doblando su número de votos, el proyecto revolucionario vio cómo meses de intervención en conflictos obreros, estudiantiles y populares se traducían en un aumento de confianza del pueblo.
El incremento de los porcentajes de voto al PCPE se diferencian de manera cualitativa de aquellos que reciben las formaciones electoralistas burguesas. En primer lugar porque el Partido Comunista no busca atrapar a la clase obrera y a los sectores populares en ilusiones reformistas: durante toda la campaña se ha proclamado alto y claro que la Unión Europea es tan irreformable como el capitalismo. Ni reforma del BCE, ni pugna con la Troika ni fin de la austeridad: de la UE lo único que reclamamos es la salida sin vacilaciones, unilateral y en clave socialista. En segundo lugar, porque el voto a las organizaciones burguesas es efímero, mientras que aquel que recibe el PCPE es sólido: la gente no deposita su voto comunista en la urna con la esperanza de que gestionemos el sistema político burgués, pues hemos dejado claro que no lo haremos; al contrario, quienes nos votan son personas que tienen muy claro que no tienen futuro dentro del sistema capitalista y que la lucha es diaria, en los centros de trabajo, de estudios y en los barrios. El voto al PCPE es un voto de compromiso revolucionario.
Al estudiar las cifras que sitúan los recuentos del 25 de mayo, los analistas burgueses se llenan la boca hablando de "la derrota del bipartidismo", "el ascenso de los extremismos", "la victoria de la socialdemocracia", "el fin de la austeridad" y mil expresiones por el estilo. La misión de estos propagandistas no es otra que hacernos creer que dentro del sistema político burgués, en este caso de las instituciones de la Unión Europea de los monopolios, es posible cambiar las cosas a través de la correlación de fuerzas, resultado del número de votos que recibe cada formación. Así, quieren embaucarnos, pretender que aceptemos que Europa puede ir hacia un lado o hacia otro según qué formaciones tengan mayoría en el Parlamento europeo.
Esta actitud farisea no es aceptable desde una óptica clasista. Las instituciones parlamentarias, sea en el Estado español o en la Unión Europea, son parte del entramado político burgués y sólo responden a los intereses de la burguesía. El único hecho significativo que puede producirse en ellas es el aumento de votos del Partido Comunista, y no en el sentido de que vayan a cambiar las cosas desde dentro sino en el de que pueda surgir una voz que diga alto y claro qué es la Unión Europea y cómo debemos proceder mediante la organización en los centros de trabajo, de estudio y los barrios por la revolución socialista.
Pero volviendo a la telaraña de ilusiones que nos venden en la televisión, lo cierto es que los "expertos" se empeñan en vender los resultados de los comicios cómo la panacea. Para ellos, la democracia estaría saliendo reforzada debido al debilitamiento del bipartidismo y al ascenso de partidos minoritarios, que según su esquema lógico estarían "regenerando" el sistema.
Lo cierto es que el resquebrajamiento del bipartidismo no es algo bueno de por sí, aunque es cierto que estamos ante un síntoma. Que la clase obrera retire su apoyo a los partidos tradicionalmente mayoritarios es una buena muestra de cómo está sufriendo y de cómo los gestores políticos de la burguesía están perdiendo credibilidad ante el pueblo, que les identifica como elementos ajenos a sus intereses. Eso es algo interesante. Pero lo que debemos reconocer es que las papeletas que dejan de contar para estas formaciones, no caen en el campo de la revolución sino que permanecen en los bolsillos de la clase dominante. Ésta tiene numerosos recambios políticos para reconfigurar los consensos alrededor de su sistema político: con esa finalidad aparecen tanto nuevos partidos conservadores y nacionalistas españoles (VOX, UpyD), organizaciones oportunistas y socialdemócratas (IU, PODEMOS), como organizaciones nacionalistas catalanas y vascas e independentistas (ERC, Bildu).
Especial mención merece el oportunismo reformista. Ante la desintegración progesiva del PSOE, y de manera análoga a lo que está sucediendo en Grecia, diversas formaciones se aprestan a ocupar su lugar tradicional como valedoras del keynesianismo, de la intervención estatal para apoyar a los monopolios. PODEMOS presenta al pueblo un programa demagógico en el que apuesta por la permanencia en la Unión Europea y el euro, por la aceptación de la existencia de los grandes monopolios, por el pago de parte de la deuda pública (de los trabajadores) a los capitalistas, por el respeto al sistema bancario de la burguesía y por el apoyo a los Tratados de Libre Comercio con América Latina, para que las empresas españolas puedan seguir saqueando esas tierras, y con la zona en la que está Marruecos. Todo ello mientras se niega a mojarse abiertamente por la salida de la OTAN, limitándose a pedir un referendum de permanencia.
La clase obrera y los sectores populares debe entender que el voto a PODEMOS y organizaciones similares es un voto a la burguesía. Lo es porque no defienden el poder obrero y, por ende, están por el sistema político de la burguesía; lo es también porque apuestan por una economía capitalista que sólo trae miseria a los trabajadores, por muchos parches que le pongan; lo es además porque se muetra partidario de regalar dinero de los obreros a los monopolios y por permanecer en las estructuras criminales que crea el imperialismo para saquear a los obreros y a los pueblos (UE, euro, OTAN). Y lo es, por encima de todo, porque son estructuras que someten toda su práctica militante a la consecución de resultados en las elecciones, desviando la lucha obrera y popular hacia parámetros aceptables por el sistema, en vez de radicalizarla en clave revolucionaria y de utilizar las elecciones como un simple altavoz y apoyo para esos combates en la calle.
Domènec Merino es miembro del Comité de Redacción de Tinta Roja.