Hoy se cumplen 122 años del nacimiento del gran poeta peruano César Abraham Vallejo Mendoza, uno de esos pocos escritores que ha conseguido rasgar la caducidad a la que el tiempo condena a las obras y presentarse, aún hoy, como terriblemente novedoso e impactante a la lectura, esto ocurre por su capacidad de totalizar en palabras las tendencias propias de una época y definir rasgos del hombre que se prolongan por los años y superan el mero marco coyuntural en el que son escritos. Es por ello que tengo que comenzar admitiendo que me resulta enormemente complejo tratar de homenajear en apenas un millar de palabras a un poeta que es, para mi, ya central en la historia de la literatura, aunque probablemente ocurra eso porque desde que empecé a leerlo no ha dejado de acompañarme y, probablemente, también porque Vallejo es uno de esos poetas solo posibles de entender desde la militancia revolucionaria.
Tan enorme o no, es indudablemente una figura destacada de la literatura hispanoamericana; aquella que sabe especialmente expresar el espíritu propio del pueblo, expresar en palabras aquello que Mariategui definía como "el mito", aquello que satisface la necesidad de infinito que hay el ser humano. Y dentro de esa literatura Vallejo sabe encontrar en lo terrenal, en los pequeños gestos humanos esa sed universal; esa totalidad que se concretiza en la figura del proletariado, del Proletario que muere de universo, como nos dice el peruano en "España, aparte de mi este cáliz."