El machismo es cada vez más palpable en la sociedad actual, especialmente entre la juventud.
En términos generales todos podríamos ser capaces de vincular el machismo con la violencia de género, la agresividad lingüística de un hombre hacia una mujer, etc., ahora bien, ¿dónde queda todo ese tipo de violencia imperceptible que también existe y golpea cada día a la mujer trabajadora?
Esta pregunta puede resolverse prestando atención a nuestro entorno social que, día tras día, debido a la división sexual del trabajo, refuerza esas actitudes machistas cada vez más interiorizadas por la sociedad oprimiendo y denigrando así la imagen de la mujer, al igual que a ella misma.
Dando por obvia la visualización de todas esas acciones y actitudes que pueden y deben ser categorizadas como violencia perceptible (la imposición del trabajo doméstico, la discriminación con respecto a las tareas reproductivas, la desigualdad en la crianza de los hijos e hijas, el intercambio desigual en las relaciones afectivas, igual que la servidumbre sexual y reproductiva de la mujer) se da a conocer toda esa otra violencia imperceptible para su reacción y concienciación, además de la reflexión social frente a ésta de ambos sexos.