"Las uvas de la ira", de John Steinbeck, es la propuesta cultural de Tinta Roja para este fin de semana. A partir de hoy, los viernes cada dos semanas publicaremos la crítica de un libro o una película, en algunos casos últimos estrenos y en otros obras clásicas, como sugerencia cultural para aprovechar los días festivos. "Las uvas de la ira" es un clásico tanto en novela como en cine.
"La ira de un momento, las mil imágenes... eso somos nosotros. ¡Esta tierra, esta tierra roja, somos nosotros!..., y los años de inundación y los años de polvo y los años secos somos nosotros. (...) A California, o a cualquier sitio, cada uno de nosotros es un tambor mayor, que dirige un desfile de dolores, que marcha con nuestra amargura. Y algún día... los ejércitos de amargura irán todos por el mismo camino. Y todos marcharán juntos, y a su vista, el mundo temblará de terror."
Para realizar esta primera entrega de crítica dentro del Tinta Roja, lo cierto es que me asomaba a un basto repertorio de obras que encajaban perfectamente dentro de las intenciones que esta sección tratará de cumplir, tanto el ámbito cultural como el ámbito político y la forma correcta de tratar ambos. Sin embargo creo haber encontrado una obra, o mejor dicho un título "Las uvas de la Ira", que sabrá calar mucho más fuerte en cada lector que después de leer está critica se lance a la obra misma. Y digo que calará más hondo, porque golpea más hondo y con más brazos, tanto la imagen de John Ford como la palabra de John Steinbeck.
He querido titular la crítica con un verso de Claudio Rodríguez, que fue militante comunista durante un corto periodo de tiempo, porque aunque de Steinbeck todos sabíamos desde "De ratones y hombres" que andaba muy bien sobre tierra roja, no lo sabíamos de John Ford, cineasta donde los haya, de esos que saben hacer que el cine desborde por los siglos de los siglos; pero sí que sabía, vaya que sí sabía. Tenemos pues la novela "Las uvas de la Ira" de John Steinbeck y su homónima en la gran pantalla, que es un reflejo bastante exacto de la primera y por tanto me permite valorar ambas como una unidad, de hecho a mi hace tiempo que me parecen indisolubles.
En las "Uvas de la ira" no encontramos el romanticismo épico propio de la mayoría de novelas de carácter revolucionario, la simpleza de la obra y en ella lo magnifico de la misma reside en la descripción exacta de la vida, en la representación sincera de la verdad de los trabajadores tras el crack del 29 y el robo insaciable de los monopolios, pero ya sabemos que la verdad es siempre revolucionaria y la obra Steinbeck porque es verdad, es revolucionaria. El comunismo al fin y al cabo no es más que un movimiento real y así se expresa en la obra, la unidad proletaria no es más que la consecuencia lógica del curso de penurias económicas. Es el proceso de homogeneización de la cultura propia de los trabajadores, el nacimiento necesario de la solidaridad obrera a pesar de las contradicciones intrínsecas (prestad especial atención a la escena de la película de la gasolinera), es ante todo la narración o la representación audiovisual del elemento popular que siente pero aun no comprende ni sabe.
Organizada a modo cíclico, se podría describir la obra como un proceso gnoseológico, como la serie de aventuras donde su personaje principal Tom Joad (Fantástico Henry Fonda), representante de toda un clase en un periodo histórico determinado, va dando forma de conciencia política a unos iniciales sentimientos instintivos, inmediatos. Salido de prisión al comienzo de la narración, finaliza la obra misma con la posibilidad de regresar a la cárcel, aunque desde un lugar radicalmente distinto. Ante todo, lo que apreciamos en la "Uvas de la Ira", es el despertar nublado de una clase. De la idealización de California como salvación de los trabajadores, se comprende que no hay tierra ni lugar propio salvo ellos mismos, salvo su unidad, de forma inmanente son su tierra y patria. Merece mención a parte la actuación de Jane Darwell en la pelicula de John Ford, que es capaz de retratar de forma especialmente profunda la psicología de la madre proletaria, del pueblo en llamas.
Es en la película donde terminamos sabiendo que los pasos de John Ford suenan distintos pero igual de geniales sobre tierra roja, con los disparos del western sin dejar de resonar tras las orejas, el desierto norteamericano, desde Arizona pasando por Nuevo Méjico para llegar a California y el sonido folk de una guitarra de alguien desheredado. En la piel de los trabajadores del algodón se siente la entereza y la firmeza ante los golpes, la piedrecita histórica que cuelga de su cuello, la miseria, la lucha y el desarraigo.
Sin ánimo de estropear el delicioso disfrute tanto de la novela como de la película, estoy seguro que cualquiera cuando termine no sabrá si la historia ha terminado o acaba de empezar. Yo os aseguro que acaba de empezar, y que somos nosotros quienes la estamos escribiendo. Porque allí donde alguien se estremezca con la película de John Ford o el libro de Steinbeck, allí estaré, allí estaremos.
Portada de la novela, de Alianza Editorial.
Escena de la película, dirigida por John Ford y grabada en 1940.
Javi M. Rodríguez es miembro del Consejo de Redacción de Tinta Roja y responsable de ocio, cultura y deporte.