Cualquier persona interesada en la poesía habrá podido observar en los últimos tiempos la proliferación de jóvenes poetas, ligados en su mayoría a las nuevas tecnologías. A esta literatura contemporánea van asociadas algunas ideas defendidas a capa y espada por esos nuevos autores como “devolver la poesía a la calle”.[i] Esas palabras, de hecho, están tomadas de uno de los organizadores del Festival Vociferio, que ha reunido el junio pasado a un nutrido grupo de jóvenes poetas. Pero, ¿cuál es la importancia de esta nueva poesía? ¿Realmente puede adquirir un valor popular? ¿En el fondo se está “devolviendo la poesía a las calles”?
Eso de devolver la poesía a las calles parece un concepto muy moderno, progresista y de buen rollo que focaliza la acción en “el pueblo” y que parece prometerle un cierto “control” sobre el arte. Y, efectivamente, el problema es ese: que sólo lo parece. Desde el nacimiento de la literatura de consumo con el desarrollo del capitalismo, la poesía tal y como la entendemos hoy, ha sido, esencialmente, un género ligado a unas pocas élites culturales. Los procesos de alfabetización que han tenido lugar en la Europa Occidental son desde luego muy recientes en nuestra historia. En el caso español, a pesar de las famosas campañas de lectura de la II República, lo cierto es que no se puede decir que la poesía abandonara jamás su casa en las alturas, en las élites culturales para “bajar a la calle”, salvo en contadas ocasiones.
El lector podría argumentar que existe una “poesía popular” transmitida oralmente de generación en generación, mucha de la cual aún pervive gracias a nuestros mayores. Sin embargo, gran parte de estas composiciones históricas (romances, cantares de gesta, etc.) iban acompañadas de música, es decir, esta “poesía popular” histórica son fundamentalmente canciones. En consecuencia, descartándolas como medio de expresión “poético” en el sentido en el que se entiende generalmente, la única poesía que en tiempos recientes ha estado cerca del pueblo bajo forma “de poesía” y no de canción es la poesía social.[ii] Por lo tanto, el problema es este: necesitamos poesía social.
Los poetas contemporáneos parecen haber entendido esto, parecen haber comprendido la necesidad de tener una poesía social. Tomemos como referencia al organizador del Festival Vociferio que asegura: «Cuando los discursos oficiales, tanto de políticos como de la intelectualidad o la cultura oficial, la prensa incluso, no transmiten ningún tipo de humanismo y son un poco voceros de las empresas y el capitalismo, la gente está empezando a abrazar la poesía como un espacio en el que pueden hablar de las cosas que les importan, que no es tanto lo que el poder quiere. Nadie desea el poder, sólo quieren vivir, sentir y tener una vida plena».
Parece, por lo tanto, que la poesía moderna quiere tomar un carácter popular, abiertamente anticapitalista. ¿Pero realmente podrán llevarlo a cabo? ¿Qué interés tienen para la juventud todos estos intentos de “devolver la poesía a la calle”? ¿Estos autores buscan realmente una poesía para el pueblo o sólo buscan un mercado, utilizando para ello la consigna de “poesía para la calle”?
Uno de los problemas a afrontar para construir una nueva poesía social es que los gustos estéticos dependen de muchos factores y van cambiando a lo largo del tiempo. Poner hoy en las manos de un estudiante o de un trabajador a uno de los grandes exponentes del siglo XX como Miguel Hernández sin explicarle absolutamente nada sobre su poética supondría un duro fracaso. Por muy “popular” que haya sido su poesía, no se entenderá plenamente. Por lo tanto, la solución no puede pasar por repetir las fórmulas que ya conocemos de forma mecánica. La poesía de Hernández triunfó entre las masas trabajadoras y los intelectuales de izquierda de su tiempo porque supo ver el camino adecuado, precisamente, para su tiempo: porque se hizo para recitarse en el frente, donde tenía que estar su público; porque supo tratar, incluso cuando hablaba de sí mismo, la vida de todos a los que se dirigía. ¡Esta es la genialidad de Miguel Hernández! ¡Esto es “darle” una poesía al pueblo!
Miguel Hernández, el poeta del pueblo, se ha convertido en el modelo de estos nuevos poetas.[iii] Sólo hay un problema: el afán de los jóvenes poetas por repetir su modus operandi de forma mecánica ha dado lugar a un conjunto de elementos que caracterizan a la nueva poesía y que van, ¡qué casualidad!, en sentido contrario al que iba la poesía de Miguel Hernández. Veamos por qué.
Miguel publica su Viento del pueblo en el 1937, en plena guerra, y es un maravilloso exponente de lo que es la poesía social. Es un poemario que se ha calificado “de urgencia”, una poesía cargada, connotada y dirigida a un pueblo levantado en armas. Una poesía rápida hecha para el frente, para un campesinado y un proletariado en muchos casos analfabeto, al que se le leían los poemas.[iv] Hernández es el gran modelo de la poesía hecha para el pueblo. Los poetas modernos han entendido que esta, la de leer sus poemas en voz alta, es una buena forma de llegar a la gente: de ahí que se hayan volcado en recitales, en bares, en micros abiertos. En esa línea es donde se encuentra el Festival Vociferio. Y es que, efectivamente, es ahí donde han encontrado “su” público. Pero por eso mismo, por centrarse en ese público, porque sólo buscan un “público”, no pueden ser “poetas populares” ni “devolverle la poesía a las calles”.
En el próximo artículo ahondaremos precisamente en esta cuestión y analizaremos por qué la poesía contemporánea no puede ser una auténtica poesía popular.
[i] Las citas de este artículo están tomadas de http://www.poetica2puntocero.com/la-poesia-incendia-la-calle/
[ii] Eso no quiere decir que la incorporación de música a la poesía con posterioridad sea imposible. Son numerosos los ejemplos que nos han dejado cantautores como Paco Ibáñez o Joan Manuel Serrat.
[iii] Valga como ejemplo de que Miguel Hernández realmente constituye un referente para los nuevos poetas la publicación de “Tenemos que hablar de muchas cosas” una antología de poemas de Hernández escogidas por muchos jóvenes autores. Esta obra, en realidad, constituye una maniobra publicitaria puesto que el interés que subyace no es el de volver a proponer al público la poética hernandiana, sino, simplemente, colar en la portada los nombres de los jóvenes autores, poniéndolos al mismo nivel que el del genio murciano.
[iv] Un ejemplo imperdible es la “Canción del esposo soldado” de Miguel Hernández, en voz del autor: https://www.youtube.com/watch?v=XLmSi5ESfXs