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Big Mouth, educación sexual con humor

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Hoy en TintaRoja os traemos una nueva recomendación: la serie de animación para adultos, y no tan adultos, Big Mouth. Desde que la animación para adultos hiciese su aparición, este género no ha dejado de regalarnos joyas. Big Mouth recorre muchos de los problemas emocionales de la pubertad y la adolescencia, y todos los que tienen que ver con la sexualidad incipiente, la educación sexual y el desarrollo de nuestros cuerpos. Pero lo que la hace sustancialmente diferente es que esto lo hace tanto desde el punto de vista del chico como de la chica adolescente, elemento este último tabú, muy caro de ver en el grueso de series sobre adolescentes.

Lo primero que hay que decir sobre ella es que viéndola te desparramas de risa. Los cinco protagonistas, tres chicos y dos chicas de unos trece años, desarrollan su día a día en un tranquilo pueblo, pero como cualquiera recordará, ni sus emociones ni su sexualidad están tranquilas a esa edad. La serie ironiza con todas las idas y venidas de sus pensamientos, concepciones erróneas, impulsos, miedos, deseos, experiencias y, también, con actitudes verdaderamente lamentables que la juventud ejerce en la vida real guiada por su nefasta educación sexual. Llevan al extremo cómico situaciones por las que muchos de nosotros y nosotras hemos pasado o estamos pasando, y esto vale tanto para la persona de 25 años que recordará con ternura sus primeros pasos hace una década, como para la de 15 años que los está dando desde hace poco.

La sexualidad masculina

La sexualidad masculina ha sido representada en el cine y en las series hasta la saciedad, y normalmente desde puntos de vista nada positivos para la educación sexual de los jóvenes. La cuestión es que normalmente se ha tratado de puntos de vista no realistas, y es que para los chicos cuya educación sexual más recordada son las películas de American Pie, superar esas concepciones asquerosas de machito nos ha costado lo suyo. En Big Mouth, por el contrario, todos los temas se tocan desde el realismo más absoluto: la aparición de pelo, el desigual desarrollo de los genitales entre los amigos, el deseo desenfrenado, el descubrimiento de la masturbación, la curiosidad por los cuerpos desconocidos, la definición de nuestra identidad sexual, la gestión de las emociones... Todo esto surge en los personajes de forma natural y realista, es decir, como en nosotros, sesgado, equivocado, mutilado por la educación en una sociedad desigual, opresiva, patriarcal.

Todos los prejuicios son ingeniosamente repartidos entre los personajes y entre sus monstruos de las hormonas, unas figuras imaginarias bestiales y desenfrenadas que constantemente les incitan a verlo todo con prisma sexual, a sacar de lo más hondo de sus cuerpos los impulsos más guarros y a desarrollar al máximo sus intuiciones físicas.

La sexualidad femenina

Haciendo un repaso general, quien escribe no recuerda haber visto nunca en una serie de adolescentes los problemas femeninos como en Big Mouth. Que recordemos, Lizzie McGuire se preocupaba sobretodo de salir de los líos en los que se metían, de gustarle al chico más guapo de la clase, Ethan, y de sabotearse con su enemiga Kate. ¿Al salir de clase? ¿SMS? ¿Física o Química? ¿H2O? ¿Skins? Es una lista incompleta pero si la continuásemos sacaríamos decenas de series que trataban superficialmente el amor adolescente y, si hay suerte, muy puntualmente alguna cuestión sexual o acerca del conocimiento propio del cuerpo femenino, pero siempre desde perspectivas algo deformadas.

Big Mouth, por el contrario, centra su trama no en amoríos baratos sino en los problemas reales de la adolescente. Dedica capítulos enteros a normalizar el asunto de la regla, tanto para las chicas como para los chicos -que habitualmente no saben nada acerca del fenómeno, incluso los que tienen ya 25-, a la explicación del desarrollo de los pechos y sus complejos y de la cuestión de los primeros sujetadores, a la incipiente excitación sexual, la explicación de la relación con padres y madres, con chicos y chicas, la normalización de la masturbación femenina como algo sano y positivo y, sobre todo, transmite en todos los capítulos un mensaje muy claro: chica, no te acomplejes, no te avergüences, no te dejes menospreciar; disfruta de tu sexualidad y no permitas que ningún chico se crea con derechos que no tiene. Con sus contradicciones, esto es lo que les dicen sus monstruas de las hormonas, tan emocionalmente inestables y desatadas como ellas.

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La pornografía

La cuestión de la pornografía es abordada de forma curiosa en la serie. En los chicos, se habla de películas y de internet; en las chicas, se trata mediante un libro. Algún artículo, por lo demás muy interesante, sobre la serie, llega a equiparar estos formatos, pero el tratamiento no es ni mucho menos el mismo. La verdad es que el libro mentado sirve en la serie para ejemplificar que las chicas también se excitan, pero se repite una y otra vez que el libro lo consigue porque habla de lo que rodea al sexo. La pornografía explícita, al contrario que el libro, implica la objetualización literal de las mujeres y la industria lamentable que tras ella esclaviza a montones de jóvenes. Uno de los personajes, Andrew, empieza a consumir pornografía cuando su algo-parecido-a-novia le deja, y lo hace por despecho, por depresión. En la serie no se condena expresamente la pornografía ni se señala su sustento patriarcal, pero se califica claramente como una herramienta educativa nefasta. El monstruo de las hormonas, de hecho, exclama: "¡Andrew ha sido absorbido por Pornolandia! Como no le saquemos de ahí pronto nunca podrá conectar con nadie a nivel emocional o sexual"

Lecciones de sexualidad, lecciones de feminismo

Especialmente potente es el capítulo en que un personaje que ha intentado forzar a una chica de su clase a tener sexo oral es reprimido por todo el grupo de chicos y chicas de la fiesta, que se sienten repugnados ante tal acción. El chico es expulsado de la fiesta con más insultos que copas y con un gorro lleno de pota en la cabeza. Esa lacra, tan normalizada y tratada entre humor y sin importancia en otras películas o series de adolescentes, es enfrentada en Big Mouth con dureza y sin un atisbo de permisividad, haciendo del arte no solo entretenimiento sino también educación.

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También sorprende, por lo poco habitual en las series, el capítulo en que Jessy conoce a sus genitales -que son majísimos- y comienza una relación sana y positiva con ellos que implica el autoconocimiento y la masturbación, en contra de la educación censora, amenazante y represora de quienes nos hemos criado en culturas religiosas que nada bueno tienen que decir sobre el onanismo.

Otro momento culmen de la crítica feminista se da cuando Jay, uno de los personajes con peor educación sexual, cree que Jessy se ha puesto un sujetador de mayor para llamar la atención, y le insinúa que quiere que le toque las tetas. En ese momento, la furia de todas las mujeres del mundo que no quieren recibir comentarios de mierda de hombres gallitos, se concentra en el brazo de Jessy, que levanta a Jay tres palmos del suelo por la garganta y le escupe: "¡No tienes ni idea de lo que quiero!"

Escenas como éstas se repiten en todos los capítulos y la serie es, como decíamos, educativa además de divertida. Pero no educativa al estilo tolai, sino formativa al estilo potente. Formativa hasta el punto que nos ayudará a conocer mejor nuestros cuerpos y también los del otro sexo, hasta el punto que nos hará reconocer en nosotros mismos actitudes que no queremos tener y desarrollar una empatía superior. Formativa, por la razón de que los guionistas cuentan en los personajes sus propias vivencias tras años de reflexión acerca de ellas, y de que muchos episodios están escritos íntegramente por mujeres, reflejando las cuestiones femeninas con una perspectiva de género casi insólita en la televisión.

Segunda temporada

Aunque aún no tiene fecha excata, todo indica que la segunda temporada llegará a todo el mundo antes de que termine este 2018. Desde TintaRoja,tengas la edad que tengas, y te guste más o menos la animación, la recomendamos encarecidamente.

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