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Trap ¿La voz de los barrios? Erotizar lo precario. La clase obrera como mono de feria

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Desde hace unos años, un nuevo género musical estadounidense se coló en España, llegando estos últimos meses a colocarse en el top de la música urbana. Bases electrónicas de ritmo lento, a 70bpm (en el rap comúnmente son a 90bpm) que permiten rapear a doble tempo, autotune por doquier y letras contundentes marcadas por la incorrección política, las vivencias de barrio, la precariedad y las maniobras para sobrevivir dentro del sistema, es decir, trapichear con droga y robar. Estamos ante lo que se denomina trap, una ramificación del hip hop que nació en las sureñas ciudades americanas de Houston, Atlanta y Texas y que toma su nombre de las “trap houses”, es decir, casas donde se vende droga. Poco antes del año 2000 grupos como Outkast se descubrían como unos de los precursores del estilo, pero fue 7 años más tarde cuando se popularizó de la mano de artistas como Gucci Mane.

En el Estado español se empezó a escuchar con los granadinos Kefta Boys, formación de la cual son miembros Khaled y Yung Beef, dos de los exponentes nacionales del género con los ya míticos Pxxr Gvng, es decir, los pobres. Si bien es cierto, las letras del trap se encuentran repletas de contenido misógino, apología del consumo y tráfico de drogas (esto último, también llamado joseo), del ojo por ojo… hay veces en que los autores parecen atisbar cierta conciencia de clase. Hablan del barrio, del odio innegociable hacia la policía, de hacerse rico para ayudar a la comunidad, de respetar a las madres e incluso parece que su paradigma relacional es el poliamor jerárquico (La Mafia del Amor – Independiente). La contradicción se incrementa más cuando vemos a D.Gómez declararse defensor de Fidel Castro y luego protagonizando un videoclip en el que el guión se basa en dormir a una chica con cloroformo y atarla a una cama. Una de las banderas intrínsecas en los artistas del trap es su extracción de clase, hay que ser real, de barrio, pobre, hablar en las letras de lo que se vive, el ya manido lema “tener calle”, parece ser que no hay lugar para el story telling en el trap.

Así pues, muchos medios otorgan a los traperos la voz de los barrios obreros y de los jóvenes precarios. Historias de calle, de cotidianidad, siempre algo exageradas, pero nada fuera de lo común y que cualquier persona que se haya criado en un barrio trabajador ha escuchado o visto en su entorno, aunque quizás de forma anecdótica. Quizás por esto, el trap tiene un imán especial hacia la gente con una extracción de clase más elevada y no es raro ver a hípsters en conciertos de trap: erotizan lo pobre, lo precario. El joven de barrio obrero como mono de feria.

¿Pero de verdad estos exponentes que los medios están glorificando han vivido lo que cuentan? Es extraño pensar que alguien que trafica con droga lo grite a los cuatro vientos. Barcelona parece ser una de las sedes del trap en la actualidad a nivel nacional donde también han proliferado grupos como Pawn Gang o Bad Gyal, que siguen la tónica de la temática del trap, el menudeo, el buscarse la vida: “siempre andamos perdidos, arriba y abajo buscando dinero”. Es curioso que la hija del famoso actor de TV3, Eduardo Farelo, hable de precariedad y de que “quiere marcas y no ropa del Pimkie”. Por otro lado, el productor de los ya mencionados Pawn Gang, Hacha Dastral parece ser más sincero consigo mismo: habla de mover dinero y es creíble siendo hijo del exconseller de salud de la Generalitat en el mandato de Mas, Boi Ruiz.

Sorprende también ver las declaraciones de Yung Beef, hablando de que antes de hacer música “estaba enmallado” (es decir, que pasaba hambre) y la dudosa biografía del artista en Wikipedia, donde se afirma que desde los 13 años recogía chatarra, pero sin embargo, su madre es miembro de una respetada compañía de teatro de Granada y sus fotos de familia se asemejan más a las de una familia corriente que a las de un gángster curtido en las peleas, las armas y el tráfico de drogas.

Por otro lado, el auge de varias trap queen (chicas que hacen trap) ha hecho que muchos medios vean en ello un buen filón para artículos donde se habla de feminismo, trap y empoderamiento. Si bien es cierto, que hay un cambio en la forma de relatar las vivencias del amor y se cuentan historias de chicas independientes, seguras de sí mismas y que no siguen un patrón de amor romántico. Pero a veces se olvida algo muy básico: no todo lo que haga una mujer tiene por qué ser feminista, de hecho, afirmar que “tu puta está trabajando en mi piso” como dice Zowi, no parece una actitud muy respetuosa ni empoderante para las trabajadoras sexuales. Es de especial interés como a Channel, Zowi o Bad Gyal se las ha elevado al altar de promesas y reinas del trap, pero sin embargo, Barna Bitches, formación barcelonesa con múltiples años de trabajo a las espaldas siendo pioneras del trap femenino y siendo totalmente autogestionadas no encabezan artículos ni tocan en festivales. Quizás porque no cumplen con algunos estereotipos y cánones de género y escapan de la normatividad.

Como es obvio, nacer en una familia acomodada no es para nada un hecho reprochable. Pero sí que lo es el hecho de nacer en un ambiente de bienestar económico e imitar dinámicas que son ajenas a tu realidad. Por ejemplo, frivolizar sobre las drogas puede hacer gracia a quien conoce el problema de lejos, pero quizás no sentaría tan bien en un barrio popular donde la mayoría de familias han tenido alguna pérdida a raíz de los fatídicos 80. Esto es, si se me permite, en términos postmodernos, reapropiarse de la cultura/historia de clase.

Pero no todo está perdido con el trap. También hay trap hecho con conciencia de clase y humildad, que huye del argot americano y toma la jerga popular española. Un claro ejemplo de esta vertiente es “La vida es”, de Dellafuente y Maka, que es todo un himno a la clase trabajadora. Dellafuente habla del dinero, pero desde otra visión: el dinero es necesario para sobrevivir, como lo es el trabajo. Esa mezcla de folklore andaluz, cotidianidad y de defensa de la honradez se combinan de manera sencilla y sin tecnicismos, por eso Dellafuente parece tan real como cualquier actor de cine kinki autointerpretándose.A mí no me gustaría que mi niño vendiera marihuana, ni que se metiera coca, ni que a mi niña la dijeran puta(…)Pues hay que dar ejemplo, ¿no?”. Maka tampoco se escapa de reflejar sin adornos la realidad del barrio desgarrándose la voz con quejíos. Además, en una entrevista reconoce haber estado preso, pero sin embargo, no alardea de ello ni insta al tráfico de drogas, quizás porque conoce la situación de cerca.

Otras formaciones referentes de esta corriente son Rels B, Bejo, Gata Cattana, con el tema Cuatro Monedas, o One Path. Este último caracterizado por la positividad de las letras, la apología a llevar una vida sana y a tomar jugo. Por otro lado, parece huir de la misoginia y de las relaciones desiguales; “ella no me trata de don, me trata de igual soy su dos”.

Estos artistas emergentes suponen la esperanza de este nuevo género y con ello traen también otro tipo de influencia a los y las jóvenes que los escuchan. Tomemos el trap por asalto.

 

 

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