Las Trece Rosas, como ha pasado a recordarse a un grupo de mujeres jóvenes, la mayoría de las cuales eran militantes de la JSU (Juventud Socialista Unificada), fueron fusiladas en Madrid el 5 de agosto de 1939, tras la finalización de la Guerra Nacional Revolucionaria, comúnmente llamada Guerra Civil Española (1936-1939).
Tras la derrota del bando republicano en la Guerra, parte de los partidarios progresistas y revolucionarios fueron represaliados, hechos prisioneros o forzados a exiliarse. Los partidos republicanos y sus direcciones desaparecieron o fueron a reorganizarse a otros países, de tal forma que en España prácticamente desapareció la organización obrera, quedando grupos de combatientes aislados en los montes ofreciendo pequeños focos de resistencia, pero a consecuencia de la gran pérdida de cuadros políticos y a las medidas del nuevo estado franquista con la denominada “Etapa Azul”, caracterizada por la brutal represión de carácter fascista, era extremadamente complicado coordinar una resistencia organizada.
El PCE (Partido Comunista de España) fue la única organización, junto a la JSU, que intentó revertir esta situación creando células clandestinas para organizar la lucha contra la dictadura. Es en estas circunstancias cuando se producen los hechos: el régimen franquista sabía que debía evitar a toda costa la reconstrucción de las organizaciones revolucionarias. Mediante delaciones, torturas y represión consiguieron desmantelar la JSU que se estaba formando en Madrid, condenando a muerte a la mayoría de esos jóvenes obreros que la componían, incluyendo a las trece mujeres que han pasado a la historia con el nombre de las Trece Rosas.
Sobre ellas se han escrito libros y rodado películas, como la de 2007, en la que se reproduce la historia de las 13 jóvenes, su arresto, encarcelación, juicio y ejecución. Sin embargo, cabe analizar la intención en algunas de estas adaptaciones de modificar el legado de este acontecimiento, intentando diluir el carácter político y militante de Las Trece Rosas, dirigiéndolo hacia un ámbito más sentimental e individual, incitando a la reconciliación y el perdón, y desligándolo de la lucha ideológica.
El único delito de las Trece Rosas al igual que el del resto de sus compañeros fue el de ser comunistas: el régimen franquista no podía permitir que se reorganizasen, ya que cuando la clase trabajadora se une y se organiza, los capitalistas y los sectores reaccionarios ven amenazada su dominación, porque la organización es la mejor arma que tiene nuestra clase.
La mejor conmemoración que podemos hacer los jóvenes de hoy en día a esas compañeras es recoger su legado, organizarnos para superar este sistema anticuado que nos explota y oprime, y ser tan firmes como las Trece Rosas cantando la Joven Guardia en el paredón. Por ello los jóvenes comunistas decimos que no guardaremos ni un minuto de silencio, sino toda una vida de lucha por ellas: por Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y por Luisa Rodríguez de la Fuente