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Jue18042024

Última actualización09:36:03 AM GMT


La burbuja inmobiliaria y los jóvenes de la obra

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El sector de la construcción ha sido durante muchos años en España una de las mejores ofertas para aquellos jóvenes de familias trabajadoras que dejaban sus estudios para entrar al mundo laboral. Para ellos, estudiar se convertía en una utopía o una pesadilla, ya que en casa la falta de dinero ponía sobre la mesa la necesidad de trabajar; y en el instituto, aprobar suponía un problema y una fuente de frustración cuando en la familia todos trabajaban y nadie tenía tiempo para ayudarte, ni dinero para pagarte clases particulares.

Pero, ¿qué ha pasado con todos estos jóvenes trabajadores tras el estallido de la burbuja inmobiliaria?

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Durante el boom de las constructoras los obreros ganaban buenos sueldos y nunca faltaban ofertas de trabajo, por lo que suponía una promesa de estabilidad laboral que permitió a muchísimos jóvenes trabajadores independizarse y empezar a formar una familia.

Con la llegada de la crisis, el de la construcción fue uno de los sectores más golpeados: quebraron muchas constructoras y se paralizaron todas las obras, lanzando masivamente al paro a los obreros y obligándoles a buscar trabajo en otras áreas, cosa imposible al no tener estudios. Para la mayoría, ése era su primer contacto con el mundo laboral y no habían tenido un trabajo anterior, por lo que no tenían tampoco experiencia en otros sectores. Y aquellos que sí habían tenido un empleo previo eran mayoritariamente dependientes, camareros... empleos para los que no se necesitaba cualificación y cuyos sueldos con la crisis habían caído en picado.

Al verse en esa situación, totalmente desplazados de su ámbito laboral y en un callejón sin salida, muchos de estos jóvenes trabajadores tratan de formarse como pueden para mejorar sus expectativas laborales y aspirar a un nivel de vida que les aleje de la miseria. Pero la realidad de falta de oportunidades para tener estudios de calidad en centros públicos y gratuitos, hace más estrecho ese callejón y se entra en una espiral en la que si no tienes dinero para pagarte unos estudios no puedes reciclarte laboral y académicamente, y no llegas a obtener un empleo que te permita tener dinero para hacerlo.

Algunos obreros decidieron optar por salir del país en busca de un trabajo, y muchos emigraron a países como Alemania, donde dada su baja cualificación sólo podían acceder –con suerte- a los trabajos más duros, con peores condiciones laborales y sueldos de miseria, que en la mayoría de ocasiones no alcanzaban ni para pagar el coste de la vida allí. Ante esta situación, muchos de los jóvenes que se fueron tuvieron que regresar.

Los que han conseguido tener otro trabajo ocupan los puestos más esclavos para los que no se requiere cualificación, cobrando el salario mínimo (o menos en muchas ocasiones); o hacen trabajos en negro esporádicamente sin estar cubiertos por la seguridad social, con el riesgo de sufrir un accidente laboral que esto implica y la inseguridad de vivir sin un sueldo mensual asegurado.

En medio de este bucle negro, los jóvenes que se independizaron con los ingresos de la construcción tienen que hacerles frente a sus deudas. Aquellos que vivían de alquiler han tenido que volver a vivir en casa de sus padres con la pérdida de autonomía que eso supone y la frustración personal que acarrea verse en el paro y teniendo que depender de terceros. Pero éstos aún han tenido suerte en comparación con todos los que gracias al nivel de ingresos que tenían y a la estabilidad laboral del momento, decidieron aventurarse a comprarse una casa.

Estos jóvenes se ven ahora en situaciones de desahucio, incapaces de pagar la hipoteca y teniendo que vender muchas veces hasta su coche para intentar hacer frente a los pagos y por pura incapacidad de mantenerlo. Y se encuentran en la calle con sus familias recién formadas, con sus hijos pequeños, y sin ingresos que les permitan llegar a final de mes, teniendo que recurrir en algunas ocasiones a los comedores sociales para poder alimentarlos.

La juventud que tuvo que abandonar sus estudios y ponerse a trabajar para poder aportar en casa y dejar de ser una carga, o que por culpa de las políticas en educación no pudieron acceder o terminar una carrera universitaria; se ha dado de bruces con la realidad del capitalismo y se encuentra ahora en situaciones desesperadas y sin poder ver una luz al final del túnel.

Éstas son las consecuencias sociales de las crisis capitalistas: el paro, la miseria, la destrucción de las vidas de todos estos jóvenes trabajadores que se encuentran sin nada y sin poder ya no darle un futuro a sus hijos, sino ni siquiera darles de comer. Ésta es la situación que vive la clase trabajadora en un sistema dedicado a beneficiar a las empresas a cualquier coste, económico o humano.

El capitalismo sólo trae miseria a la juventud obrera. No hay futuro en el capitalismo.

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