Para esta semana, desde Tinta Roja, os ofrecemos dos recomendaciones. Por un lado, la famosa serie Boardwalk Empire, una obra de arte cargada de gran crítica al sueño americano. Por otro lado, para aquellos que todavía no tienen los regalos comprados y buscan precios reducidos les recomendamos el Rastro de Madrid.

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Boardwalk Empire, la caricatura del sueño americano

El cine estadounidense siempre ha servido de escaparate para vendernos el "sueño americano", según el cual todos podemos lograr nuestras metas vitales a base de esfuerzo individual; pero las películas de gángsters vinieron para coger ese sueño americano y realizar una caricatura de él. Es en el marco de esa caricaturización donde debemos entender el cine de gángsters, y también la serie que recomendamos hoy: Boardwalk Empire, de Terence Winter.

Boardwalk Empire nos traslada a la Atlantic City de los años 20, justo en el momento en que da comienzo la Ley Seca y las diferentes bandas de contrabandistas deben apañárselas para colocar el alcohol en el mercado negro. Asistimos de esta forma a los comienzos de unos imberbes Al Capone y Lucky Luciano entre otros, quienes años después se convertirían en los legendarios mafiosos que a día de hoy conocemos y cuyas figuras, lejos de permanecer criminalizadas, han sido totalmente incorporadas a la cultura popular, constituyendo así esa caricatura del "hombre hecho a sí mismo" que mencionábamos antes.

Terence Winter ya había participado como co-guionista y productor en Los Soprano (David Chase, 1999), otra de las joyas audiovisuales de los últimos años que aborda el tema de la mafia; y si a ello le sumamos el hecho de que entre los productores ejecutivos de la serie se encuentra Martin Scorsese (referencia indiscutible del cine de gángsters actual), queda claro que Boardwalk Empire sólo puede ser una obra maestra.

Con un espectacular diseño de producción que se deja ver, entre otros aspectos, en los decorados y el vestuario, la HBO ha vuelto a demostrar con Boardwalk Empire que sigue siendo sinónimo de calidad, y que continúa ostentando el cetro en lo que a producción audiovisual se refiere.

Una visita al rastro de Madrid antes de los regalos de Navidad:

Se acercan los días últimos y decisivos para comprar a nuestros amigos y familiares los dichosos regalos de navidad. Para sobrevivir en mitad de este torrente de consumo, desde Tinta Roja os recomendamos un opción salvadora, que os puede rescatar de más de un apuro en la lucha a contrarreloj de las compras, pero que seguro resultará además una experiencia cultural y de ocio gratificante.

No descubrimos nada nuevo, ni somos especialmente originales, recomendando visitar el Rastro de Madrid. Pero no por ello vamos a dejar de hacerlo. Al fin y al cabo, a nosotros nos apetece escribir sobre el rastro, seguro que a muchos os apetece leer una vez más sobre el rastro e igual tengamos la suerte de llegar a algún despistado que aun no ha visitado este lugar clave de Madrid.

Bajo el sol del invierno el Rastro luce aun mejor, y para poder aprovechar el tiempo lo más recomendable es madrugar y salir bien temprano por alguna de las salidas de metro y RENFE cercanas (La Latina, Puerta de Toledo o Embajadores). En el Rastro hay puestos de todo tipo, de libros antiguos, de libros nuevos, de ropa, de tecnología, de coleccionistas, de antigüedades, etc. y esta repleto de bares a sus laterales y plazas en sus finales. Bajando por Curtidores aun podemos oír un organillo que se resiste a la modernidad, en realidad todo el Rastro resiste a la moda de los mercados "hipsters" que se prodigan por Europa: con sus diseñadores, nombres en inglés e incentivos públicos a los novísimos emprendedores. El rastro resiste, y sigue siendo mas bien pobre y mas bien castizo.

El rastro es especial porque en él sabes que encontrarás lo que no buscas. En el Rastro, de hecho, se trata más de encontrar que de buscar. Sin duda alguna, quien mejor ha expresado sobre el papel la imagen del Rastro y de sus alrededores es Don Benito Pérez Galdós: "no se cansaba de contemplar el ir y venir afananoso de la gente humilde, la muchedumbre de mujeres fecundas, los chiquillos de diferentes edades que de aquella fecundidad eran muestra y testimonio, los hombres peor comidos que bebidos, y que en diferentes industrias y oficios luchaban por el pan. Era el pueblo, que con sus miserias, sus disputas, sus dichos picantes, hacía la historia que no se escribe"

Al fin y al cabo, además de poder encontrar algún regalo original, de antigüedad o a un precio excesivamente reducido respecto a su coste real, con lo que nos encontraremos seguro es con otros tantos centenares de personas, trabajadores, trabajadoras, familias, jóvenes, etc. que han decidido acudir el mismo día al mercadillo más famoso de Madrid. También buscando regalos de última hora para la familia y amigos.