Jeff Bezos ha destronado a Bill Gates como hombre más rico del mundo. El desarrollo del software Microsoft catapultó a Gates al primer puesto de la lista Forbes durante años, sin embargo a día de hoy Bezos le ha tomado la delantera con su empresa Amazon, un modelo de negocio que no pertenece a la informática, sino a la aplicación de ésta. Ya no se trata sencillamente de crear nuevas tecnologías, se trata de aplicarlas a la producción social.
Los ordenadores aparecieron como una excepción, hoy la excepción es no tener un smartphone en el bolsillo, la revolución tecnológica se ha insertado tanto en nuestro día a día como en su momento lo hicieron los coches o los productos de plástico. La innovación tecnológica siempre introduce cambios en nuestras vidas cotidianas, las hace más sencillas unas veces, o todo lo contrario otras. ¿Pero hasta dónde llegan estas modificaciones, hasta que punto pueden cambiar la forma en qué imaginamos nuestro mundo? ¿cuál será nuestro futuro? El futuro de la juventud (incluido su futuro laboral) hoy está determinado por los cambios que ya se han producido y están por profundizarse, nos encontramos en la transición ya mencionada, de Microsoft a Amazon, de Bill Gates a Jeff Bezos, del descubrimiento a la aplicación.
Una de las característica del capitalismo, como modelo social, es su necesidad de introducir constantemente cambios tecnológicos que le permitan sobrevivir, cambios no necesariamente beneficiosos para la vida de las personas, pero sí para las relaciones de producción. Se trata de cambios que hacen más eficaz la producción, liberan así mano de obra (destruyen puestos de trabajo) y crean nuevos productos y mercados, nuevas necesidades y puestos de trabajo.
La fibra óptica, la tecnología satélite, el plasma, la batería de litio, todas estas innovaciones han permitido la existencia y popularización, además del abaratamiento, de los teléfonos móviles, los ordenadores, televisores... pero éstos además han tenido otras consecuencias: La mejora de las comunicaciones, lo cual no sólo permite conectar a personas muy distantes, también abre la posibilidad de realizar un seguimiento constante, no es posible la desconexión. Por lo tanto Whatsapp, el correo electrónico, las redes sociales etc nos mantienen siempre vinculados a una red global, que no sólo te deja chatear con ese amigo que se fue al extranjero, sino que también permiten ampliar la jornada laboral más allá del horario y el espacio de trabajo. Desde hace años ya los trabajadores, gracias a estas nuevas tecnologías, siguen pendientes del trabajo aún cuando llegan a casa, siguen estando controlados por su relación laboral, por el empresario y sus exigencias. Hoy más que nunca estamos conectados y controlados.
No obstante las aplicaciones móviles han permitido dar una vuelta de tuerca a este proceso. Los dispositivos móviles que hoy llevamos siempre encima no sólo nos dan la posibilidad de matar el rato jugando al Clash Royale o actualizando Instagram, también nos permiten realizar pagos, comprar billetes, pedir un taxi, comida a domicilio... Han dado lugar a lo que se conoce como economía colaborativa, que suena muy bien, pero no se diferencia en nada de los procesos productivos de siempre.
Las relaciones humanas cada día se ven más deterioradas como consecuencia de la implantación de los teléfonos móviles y las facilidades asociadas a éstos. El propio sistema impulsa este proceso ya que encuentra en estos avances una forma de ser más eficaz en su búsqueda de beneficios. Al mejorar la comunicación y tener más información de los consumidores, el proceso de circulación, el tiempo que las mercancías pasan almacenadas a la espera de ser vendidas, se acorta, con lo cual se reducen gastos y se acelera la entrada de ingresos. Y para los consumidores todo se vuelve más rápido e inmediato. Al fin y al cabo porque ir a una tienda si puedo comprar por internet, porque ir a un restaurante si me lo traen a casa ¡¿Para qué llamar si con un clic puedo realizar el pedido?! Pero no sólo eso, ya existen supermercados sin cajeros, cursillos a distancia, bicicletas y paraguas de alquiler en la calle sin personal ninguno para realizar la venta... Cada día más encontramos servicios y productos que ya no necesitan ningún tipo de vendedor o intermediario humano, con nuestro dispositivo móvil y una cuenta bancaria bien provista tendremos el mundo de las mercancías a nuestros pies.
Estos cambios significan no sólo que estamos ofreciendo nuestros datos, nuestros gustos y deseos, a la red (datos que se venden a empresas y equipos políticos, como recientemente se destapó con el escándalo de Facebook1), significa también que algunos empleos y profesiones van a tender a desaparecer. Al igual que el nuevo supermercado de tu barrio, con pescadería, carnicería, panadería etc está haciendo competencia a los pequeños comercios tradicionales y haciéndolos desaparecer, las aplicaciones móviles e internet tienen el mismo efecto, pero a una escala más global. Esto significa que en las nuevas ciudades "inteligentes" vamos a encontrarnos con muchos servicios y productos cuya compra implica tener un smartphone, que este aparato cada día va a ser más necesario, y que ciertos empleos van a ver reducido su personal. Las aplicaciones sustituirán a empleados poco cualificados e irán quitándole terreno a los comercios más tradicionales. Por otro lado es cierto que se crearan, y ya está pasando, nuevos empleos vinculados a la gestión y creación de estos mecanismos digitales.
En los últimos años ha surgido un nuevo modelo de empresa, la startup, que no es otra cosa que una empresa emergente sustentada en el mundo de la tecnología. Este tipo de empresas suelen tener una vida muy corta y están principalmente constituidas con jóvenes sin experiencia pero con mucha vitalidad e ideas nuevas. Estas empresas no suelen durar mucho, bastantes de ellas fracasan, otras en cambio tienen éxito y más pronto que tarde terminan siendo compradas por grandes multinacionales como Google. Este fenómeno supone que miles de jóvenes universitarios de todo el mundo, que no encuentran un trabajo estable en el mercado laboral, se ven empujados a emprender, sin ninguna garantía de éxito y con gran esfuerzo y consumo de energía. Si finalmente resulta que la idea tiene éxito, entonces aparecen los peces grandes, dispuestos a comerse al chico, y finalmente toda esa energía juvenil se transforma en beneficio para una gran multinacional que además de apropiarse de la idea, se apropia también del trabajo de estos jóvenes al contratarlos como asalariados. Después de gastar tantas energías sólo algunos encuentran empleo y sus esfuerzos terminan en manos de los grandes.
Esto es así para aquellos con estudios superiores dispuestos a emprender, pero ¿qué hay de otros tantos jóvenes que no siguen este camino? Pues bien, muchos se verán arrastrados a nuevos trabajos precarios como el de repartidor, bien sea de Burger King a domicilio, Just Eat o glovo. Puede que desparezcan empleos como el de cajero, tendero, vendedor, pero a cambio surgen otros y no todos desaparecen. En el caso de las bicicletas, paraguas y otros productos que ya son comunes en muchas ciudades (todavía algunos de estos productos no han llegado a España, pero lo harán2) eliminan la necesidad de comprarse estos productos en la tienda, eliminan al vendedor, pero la empresa seguirán necesitando gente que mantenga en condiciones los productos y los puntos de venta, trabajadores con conocimientos mecánicos y electrónicos, gente encargada de la supervisión. La clase trabajadora no está destinada a desparecer por la tecnología, está destinada a revolucionarse, la manufactura empleará menos trabajadores, se crearan empleos en la gestión y creación de productos informáticos, se engrosaran las filas de los trabajadores destinados a conservar y mantener instalaciones fijas (puntos de venta, la red eléctrica, la red de fibra óptica...) y se ampliarán también el numero de trabajadores destinados al transporte y distribución, trabajos estos últimos de muy baja cualificación y con condiciones pésimas, los trabajos que les suelen asignar a los jóvenes.
Por otra parte estos sistemas de economía "colaborativa", que aprovechan la tecnología para distribuir mejor el producto, están llamados a reducir la producción de mercancías físicas (tangibles), pero no su consumo. Muchos de estos modelos de negocio se basan en la idea de la disponibilidad y el consumo colectivo. ¿Para qué comprar un paraguas si en cada boca de metro tengo un dispensador de paraguas que puedo alquilar temporalmente y devolver más tarde? O un ejemplo más conocido: ¿Por qué comprar un coche en New York si no hay donde aparcar y el servicio de taxis es asequible y está en todas partes? Un mismo producto puede ser utilizado por muchos consumidores distintos en un mismo día. Así se está reduciendo la producción de coches, paraguas, bicicletas, cargadores de móvil... Las nuevas formas de consumo afectan a todo el modelo productivo, no solo a los sectores de la circulación y venta.
Pero es el control lo que permite todos estos cambios, no los avances tecnológicos a secas. La capacidad de pagar sin mediación humana, gracias a los mecanismos digitales y financieros, en cualquier lugar de la ciudad y la posibilidad de controlar el tiempo que se utiliza un producto permite hacer del consumo de las mercancías una experiencia mucho más individual, aislando todavía más a los seres humanos los unos de los otros. Al final sólo existes tú como individuo y el mundo de las mercancías, no hay más relaciones, esa es la esencia hacia la que tiende el sistema.
No obstante no hay que perder la esperanza, estas nuevas formas de distribuir el producto social y de consumirlo abren la posibilidad a ser más eficientes, generar menos residuos y contaminación, además de liberar a trabajadores de trabajos poco interesantes para la sociedad pudiéndolos emplear en otras ramas como la investigación o la sanidad. Las consecuencias negativas de la aplicación de toda esta tecnología no se derivan de la tecnología en sí misma, ella no es la culpable, la culpa está en un modelo productivo basado en la explotación y el aislamiento de los individuos. Por desgracia para este sistema depredador tanto la tecnología como los seres humanos tendemos a la colaboración, porque está actitud nos hace más fuertes y eficientes.