La Universidad de Mondragón (del grupo de la famosa cooperativa) viene a estrenar un novedoso grado universitario, centrado en la idea del "emprendimiento". Para aprobar el Grado en Liderazgo Emprendedor e Innovación, debes crear tu propia empresa y facturar 15.000€ anuales. Analizamos qué hay detrás de esta curiosa metodología de evaluación.
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En ciertos niveles empresariales, especialmente entre altos directivos, se ha extendido un determinado tipo de formación. Con distintos matices o denominaciones, el coaching (del inglés, "coach" = entrenador), el aprendizaje colaborativo o el trabajo en equipo (o team learning, que siempre parece que queda mejor decirlo en inglés), hacen referencia a nuevas tendencias del aprendizaje en las que el estudiante pasa a ocupar el centro del proceso educativo, mientras que el formador se convierte en una especie de "acompañante" que simplemente guía ese proceso para que el educando pueda ir aprendiendo por sí mismo, combinando la teoría y la práctica.
No lo hacen por capricho, ni por inventarse una formación que los distinga de los simples mortales. Este tipo de aprendizaje busca romper con la transmisión unilateral del conocimiento (profesor-alumno) al que estamos acostumbrados en la mayor parte de nuestra etapa académica, centrado en la memorización mecánica de unos saberes para obtener un resultado inmediato (aprobar el examen). Y está demostrado que este tipo de técnicas son más eficaces a la hora de interiorizar realmente el conocimiento, generando alumnos con mayor autonomía, iniciativa, creatividad, etc.
En esta línea iban algunas de las promesas que el Plan Bolonia hacía en su día, que naturalmente fueron en buena medida truncadas por la falta de fondos, las aulas masificadas... pero, en definitiva, por falta de voluntad política de la clase dominante en este país por generar estudiantes con un pensamiento crítico y autónomo. Porque para que este tipo de educación llegue a las amplias masas, evidentemente hacen falta formadores comprometidos y entrenados en estas técnicas, hacen falta recursos económicos y personales para cubrir las necesidades del alumnado, etc. Pero sobre todo hace falta una sociedad que entienda la necesidad de un nuevo sistema de formación regido por los intereses de la mayoría.
Mientras tanto, este tipo de técnicas, en líneas generales, las veremos siempre restringidas al uso y disfrute de una pequeña minoría. No es de extrañar que la matrícula del Grado que poníamos como ejemplo ascienda a los 9.500€. Y es que hasta para estudiar existen las clases sociales. Analicemos ahora para qué se proponen utilizar en la Universidad de Mondragón estas técnicas formativas.
La idea parece sencilla: cada alumno debe poner en marcha una empresa real el primer año de carrera, y si consigue facturar más de 15.000€ al finalizar el cuarto año habrá aprobado. Es el sueño americano del joven emprendedor llevado al sistema educativo (aunque en realidad este modelo viene importado del paraíso de la socialdemocracia, Finlandia). Invierte, arriesga, pelea... poco importan los medios cuando el éxito se mide sólo por el resultado, en euros contantes y sonantes.
¿Y si fracasas? Estadísticamente, parece ser lo más probable. Según un estudio del Instituto Nacional de Estadística del año 2011, una de cada cuatro empresas fundadas en el año anterior no habían sobrevivido. Más de la mitad de las pequeñas empresas echan el cierre antes de los cinco años de su apertura.
Lenin afirmaba que "el capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la pequeña producción". Son las grandes fortunas las principales beneficiadas de la constante apertura de pequeñas empresas. Empezando por los bancos, a base de concesión de crédito para la apertura del negocio, las compañías eléctricas, el Estado a través de los impuestos...
La creatividad e innovación de estos jóvenes, con diseños pioneros que vienen a mejorar muchos procedimientos industriales, son en realidad un paliativo a la escasa inversión en I+D, que además exime tanto a las empresas como al Estado de invertir en ello. Dejan así la responsabilidad del fracaso en el terreno individual, mientras que si la innovación resulta exitosa, no dudarán en apropiarse de sus beneficios.
Sin duda muchos talentos tienen que lanzarse a la aventura del emprendimiento, al no contar con una estructura social que les ayude a desenvolverse. Pero aún en los parámetros de "éxito" esto supone exponerse a la constante competencia frente a otras empresas, bajo la dominación de los grandes oligarcas, y/o convertirse en un nuevo pez gordo que viva a costa de sus trabajadores a cuenta de haber privatizado una idea novedosa.
Por todo ello, a modo de conclusión podríamos decir que el aprendizaje "colaborativo", como lo venden, tiene una implicación bastante más limitada de lo que debería. Marca la colaboración de unas pocas personas, efectivamente, pero para competir frente a otras, no para cooperar con sus iguales con fines sociales. La utilidad social del trabajo y de la cooperación queda sepultada por el éxito empresarial.
Fuente: Si facturas 15.000 euros, apruebas en esta universidad (El País, 09-03-2015).
Antón Ferreiro es miembro del Comité de Redacción de Opinión de Tinta Roja.