"Religión Católica" ya no es optativa en la Universidad de León

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Poco a poco, curso a curso, día a día, vemos cada vez más ataques a la calidad de la docencia en todos los niveles, manifestaciones evidentes del proceso de privatización de la educación y que afecta a cada vez mayor número de estudiantes.

En el caso que nos afecta, hablamos de ocho estudiantes de la Facultad de Educación de la Universidad de León, que habiendo elegido ciertas optativas han sido obligados por el centro a estudiar una optativa diferente -en el caso que nos compete, Religión Católica-. ¿La razón esgrimida por la Facultad? Que las asignaturas optativas seleccionadas no llegaban al criterio mínimo de 10 alumnos y alumnas necesarios para ser cursadas. Son dos las cuestiones a tener en cuenta sobre estos hechos, a cada cual más importante:

En el curso actual, los alumnos matriculados en la optativa de Religión son 66 de los 74 alumnos de 2º de Educación Infantil. El porqué tiene lo suyo, puesto que no es la primera vez que se denuncia por parte del profesorado y el alumnado de dicha facultad que los estudiantes reciben presión por varios profesores para que cursen dicha optativa, bajo el pretexto de que si no lo hacen no podrán trabajar en centros concertados una vez tengan el título de graduado, algo que por cierto es totalmente falso. No obstante, casi un 90% de los matriculados en el curso eligen esta asignatura, lo cual indica que no hay muchos alumnos que aspiren a conseguir una plaza en la educación pública y, guiados por el profesorado y por desinformación personal, cumplen los requisitos que creen necesarios para al menos intentar garantizarse una plaza en un centro privado. Y es que cuando el gobierno de una Comunidad Autónoma como Castilla y León, la más extensa del territorio español, se permite no convocar oposiciones durante varios años seguidos, la vía alternativa es la de la educación privada, que con la LOMCE consigue mayores beneficios.

La segunda cuestión es el número de alumnos mínimos para cursar una optativa. El criterio de 10 alumnos ha sido estipulado por la propia Facultad, en razón a cuestiones relativas al personal docente e investigador de los departamentos. La decisión de no impartir ciertas optativas con pocos alumnos no es extraño, pues otros centros de la misma universidad optan por hacer lo mismo para no aumentar la carga de trabajo del profesorado. Durante varios años, en la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales de la misma universidad, los vicedecanos tenían reuniones con los representantes de alumnos para concertar, habiendo hecho una encuesta previa sobre las optativas que el alumnado quería escoger, cuáles de estas se iban a ofertar al año siguiente, garantizando un mínimo de libertad de elección, a pesar de que algunas tuvieran menos de 10 alumnos. Otras facultades de la misma universidad, directamente, tienen varios grados universitarios con menos de 10 alumnos matriculados por curso.

Aumentar la carga del profesorado por el hecho de que ciertas asignaturas no lleguen a un número mínimo de matriculaciones es un atentado doble, tanto contra las condiciones de trabajo del propio profesorado -que no son en absoluto similares entre sí, ni mucho menos- como contra la libertad del estudiantado para elegir asignaturas dentro del poco margen que se les permite. Es una de las gravísimas consecuencias que los sucesivos ataques a la educación pública provocan, especialmente en aquellas universidades pequeñas, que tienden a perder calidad en sus servicios cada vez más rápidamente.

La Universidad de León es un claro ejemplo de este panorama en los últimos años, con la pérdida de servicios públicos -externalización del servicio de fotocopiadoras, conflicto de los trabajadores y las trabajadoras de la limpieza, en concesión a la empresa LINORSA- y de la calidad docente -profesores asociados despedidos, optativas con alumnado matriculado que finalmente no se ofertan, grados que no superan los estándares de calidad de la ANECA...-. El estudiantado de esta y otras tantas universidades deberá comenzar a organizarse en torno a las asociaciones de carácter combativo que ya existen o que por lógica se acaben creando en el marco de la lucha estudiantil si quiere plantar cara a todas las medidas destinadas a acabar con la enseñanza superior.

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