OTAN: 65 años de terrorismo internacional

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Este 5 de abril se cumplieron 65 años desde la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La historia de esta alianza militar sigue un reguero de sangre fluye en el tiempo desde la península de Corea hasta Libia y Siria, dejando masacres a su paso por Irak, Kosovo, Afganistán... En el presente artículo abordaremos las principales claves para comprender el sentido de esta estructura imperialista y la necesidad de romper con ella.

Un poco de historia. El surgimiento de la OTAN respondió a la reestructuración de la cadena imperialista tras la Segunda Guerra Mundial. Con una Europa en ruinas y el poder soviético a sus puertas, las oligarquías al Oeste del Muro de Berlín percibieron la necesidad de aliarse superando sus marcos estatales para defender sus intereses.

La conformación de la Organización de las Naciones Unidas sirvió para mantener un equilibrio inestable entre las potencias de su Consejo de Seguridad. Pero las potencias capitalistas necesitaban de alianzas económicas y militares para asegurarse de que esa balanza caía de su lado. La Carta del Atlántico, firmada en 1941 por Roosevelt (EEUU) y Churchill (Reino Unido) sentó las bases de esta reconfiguración de las relaciones internacionales, bajo la hegemonía del imperialismo estadounidense. Esto se cimentaría con los Acuerdos de Bretton Woods (de donde nacería en FMI y el Banco Mundial), que afianzarían el poderío político-económico de la oligarquía internacional.

A todo poder político-económico le corresponde un poder militar, pues la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios. A esta lógica obedeció el nacimiento de la OTAN en 1949: ser el brazo armado de los monopolios organizados en torno a EEUU, en confrontación con la Unión Soviética y demás países de lo que fue el Pacto de Varsovia.

Tras la firma de un tratado lleno de toda la palabrería barata sobre la libertad y la democracia con que la burguesía gusta de adornar sus escritos, los primeros hechos confirmarían el carácter genocida de la organización. Ante las incipientes luchas emancipadoras en la región de Indo-China en los 50, el Consejo de la OTAN cerraba filas y aplaudía la intervención en Corea, Vietnam...

Avanza la alianza criminal. Las derrotas que sufrió el imperialismo en estos territorios llevaron a un reforzamiento de su estructura e inversiones, así como al incremento de aliados y países miembros. A pesar de ello, las contradicciones en su seno no dejaron de estar presentes, como mostró la retirada de Francia, que se resistía al hegemonismo anglosajón al tiempo que miraba por sus propios intereses en África. Esto muestra la permanente unidad y lucha que se da entre imperialistas dentro de la OTAN, recurriendo a la alianza cuando los intereses son comunes y a la pugna cuando no lo son.

Mención aparte merece la entrada del Estado español en la OTAN, en 1984, fruto de la enésima traición de la vieja socialdemocracia. El PSOE, habiendo dicho en la campaña electoral de 1982 que "de entrada, no", al final entró hasta la cocina, nombrando a Solana Secretario General de la OTAN.

La OTAN tras la contrarrevolución en la URSS. Puesto que la alianza nació bajo el pretexto de defenderse ante un eventual ataque soviético, parecería que tras la caída del campo socialista dejaba de tener sentido. Pero analizando su recorrido posterior, cabe aventurar que su razón de existir nunca fue esa, y quizás haya que buscarla en las ganancias de la industria militar, el control geoestratégico y de recursos, o las reconstrucciones de países previamente arrasados.

Tras las costosas intervenciones de Irak y Afganistán, que dejaron peladas las arcas estadounidenses y una pésima imagen pública a costa del beneficio de unas pocas empresas, la OTAN adapta sus tácticas a las nuevas circunstancias. Combinando ágilmente métodos ilegales (como la financiación de opositores, desestabilización de gobiernos, apoyo a golpes de Estado) y legales (presión diplomática, económica...), la OTAN sigue imponiendo sus intereses por el mundo. Libia, Siria, Ucrania, Venezuela... la sangre sigue corriendo para insuflar oxígeno a la decadente clase capitalista.

El fin de la OTAN. Para la clase trabajadora del Estado español, esta sangre representa una profunda injusticia. Es el proletariado de esos países el expuesto a la tiranía, las bombas y los asesinatos; son los mismos burgueses que nos explotan a nosotros los que se lucran con sus muertes; son nuestras hermanas y hermanos los que forzados por el paro se ven enrolados en guerras fratricidas por intereses ajenos; es con el fruto de nuestro trabajo con el que se financian los presupuestos militares.

Por ello, es nuestro deber oponernos a cada agresión imperialista (con su campaña ideológica-propagandística), a cada envío de tropas, a cada uso de un centímetro de nuestra tierra para sus bases, a cada aumento del gasto militar... Pero para acabar con toda guerra hay que acabar con la raíz que las engendra: la explotación del ser humano por el ser humano. Y ello sólo puede alcanzarse mediante la construcción de un ejército político propio del proletariado, un Frente Obrero y Popular que mediante el uso de la violencia revolucionaria ponga fin a las guerras. La dictadura del proletariado, la democracia de los trabajadores y trabajadoras, es la condición inexcusable para la ruptura con la OTAN y el fin de las guerras.

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