8 de marzo: Aprendiendo de la lucha de la mujer trabajadora

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No podemos hablar del "Día de la mujer", como si hoy fuera el día de todas las mujeres, independientemente de su clase social. Hoy es el "Día de la Mujer Trabajadora" porque ha sido ésta la que luchó por la conquista de las auténticas reivindicaciones igualitarias y porque sigue siendo ésta la que sufre las peores consecuencias del capitalismo.

Por parte del feminismo burgués existe una invisibilización del papel de las mujeres obreras y comunistas en la historia, una ocultación que ha terminado por referenciar como ejemplos luchas como la del sufragio universal o la de la liberación sexual en los 60, en vez de las luchas de marzo de 1917 en Rusia, la Comuna de París, la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias y nuestra Guerra Nacional Revolucionaria, la Unión Soviética y los países socialistas..., donde lucharon codo a codo con sus compañeros hombres. Porque la mujer trabajadora tienen mucho más en común con estos que con las mujeres burguesas.

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Como cada 8 de marzo asistimos hoy a otro espectáculo de manipulación histórica. Una vez más se coloca el día de la mujer trabajadora en el marco de asimilación para el capitalismo, incluso se elimina el carácter de clase de su propia definición y pasa a convertirse en el día de la mujer en general, con llamamientos a la celebración o a quedarse simplemente en reivindicaciones parciales.

Con un solo instante de reflexión las trabajadoras rápidamente nos daremos cuenta: ¿qué similitudes pueden tener nuestros intereses con los de María Dolores de Cospedal, Ana Patricia Botín, la reina Letizia o cualquier otra mujer burguesa? Ni el día 8 de marzo, ni ningún otro, nuestra miseria y nuestra opresión como trabajadoras es compartida por quienes nos explotan.

Pero ya es vieja la cantinela del día de la mujer o la lucha de la mujer, y de tanto repetirla acaba teniendo efecto. Sucede que cuando hablamos de lucha de la mujer nos vienen dos exponentes históricos a la cabeza: el sufragismo de principios del siglo XX y la liberación sexual de los años 60. Y parece que ese es el principio, el fin y, además, el símbolo de la lucha de las mujeres en la historia.

Esta interpretación lo único que hace es invisibilizar premeditadamente el papel de la mujer trabajadora y que los mayores logros en materia de liberación de la mujer han venido de la mano de la lucha de clases y de la participación de las mujeres revolucionarias en la lucha de la clase obrera. Ya no digamos la invisibilización del papel de las organizaciones comunistas en esta materia.

Así que este 8 de marzo, entendido como una fecha en que nada tenemos que celebrar y en la que sí tenemos una perspectiva de lucha que alcanzar, es necesario que coloquemos el papel de las mujeres en la lucha revolucionaria de la clase obrera como parte de la lucha por la liberación de la mujer.

Podríamos hablar de infinidad de ejemplos históricos, pero en este artículo indicaremos unos pocos como referentes:

Tal día como hoy en 1917, abanderando la reivindicación del socialismo, las obreras de Petrogrado se pusieron a la cabeza de una lucha económica y política que exigía pan para la clase obrera. Este planteamiento de lucha y combatividad arrastró a la clase trabajadora en Rusia a una revuelta que concluyó con la destitución del zarismo pocos días después.

En otro ejemplo histórico de revolución proletaria, la Comuna de París, las mujeres se unieron en su condición de trabajadoras a la lucha revolucionaria, dejando de lado celebraciones o discursos que centraban la unidad de sus intereses en alcanzar el derecho al voto. Entendiendo que su causa era mucho mayor que esta empresa, que su causa era la revolución social, la completa emancipación económica y política de su clase. Porque los ejércitos proletarios que defendieron la Comuna también fueron mujeres: enfermeras y camilleras que cuidaban a los heridos, maestras para las que la enseñanza era un instrumento de liberación de la clase obrera y, sobre todo, luchadoras combatientes que resistían en las barricadas por la defensa de la ciudad. Así, rompiendo el rol que se asignaba a la mujer en la época, luchando por sus intereses de clase, nació la leyenda de las petroleras de la Comuna, mujeres que quemaban París para cubrir la retirada de las tropas comuneras, mujeres en la lucha combatiendo a los invasores del poder obrero.

Podríamos hablar también de un sinfín de ejemplos de la lucha por la liberación de la mujer trabajadora en nuestro propio país: la participación de las mujeres en la Revolución de Octubre del 34 en las cuencas mineras de Asturias y León, la joven comunista Aida La Fuente, la lucha de todas las revolucionarias en los frentes y en la retaguardia durante la guerra nacional revolucionaria: las Trece Rosas, Juana Doña, Rosario la Dinamitera...

Y lo realmente valioso de estos ejemplos es que sí podemos colocar de manera material avances reales en el movimiento de liberación de la mujer:

En la Unión Soviética antes de la Revolución de Octubre el 83% de las mujeres rusas eran analfabetas. En 1982 las mujeres eran el 60% del estudiantado de las enseñanzas superiores. En ese mismo año las mujeres eran el 51% de todos los obreros. Se erradicó totalmente el desempleo masculino y femenino y se acabó con toda brecha salarial, aplicando escrupulosamente el principio de a igual trabajo igual salario. El sistema sanitario totalmente gratuito contemplaba beneficios para las mujeres en el embarazo, el parto, la vejez y la enfermedad. Se estableció toda una red de guarderías, hospitales infantiles, recreativos, campamentos de pioneros... de carácter gratuito. Se desarrollaron comedores colectivos, lavanderías colectivas, se establecieron planes para que las familias tuvieran acceso a electrodomésticos que facilitasen el conjunto de tareas domésticas. En 1976 se establecieron en todos los niveles del poder soviético comisiones permanentes encargadas de estudiar las cuestiones relativas al trabajo y la vida de la mujer, a la protección de la maternidad y la infancia.

Hoy, 8 de marzo, las jóvenes de extracción obrera y popular debemos colocarnos una reflexión en el sentido de nuestros verdaderos intereses, de analizar este legado histórico y de actuar en consecuencia. No podemos sumarnos a las consignas que nos colocan en una unidad de intereses con la mujer burguesa, con quienes no sufren la explotación y cuyas condiciones de vida no están definidas por la miseria capitalista.

Porque si pensamos en la explotación laboral, en la brecha salarial (también histórica), en la penalización del aborto, en la violencia machista, en la carga de trabajos domésticos, en la reproducción de unos roles de género que nos convierten en objetos, etc. Ninguna de estas cuestiones es ajena a nuestra condición de clase, ninguna es compartida en las mismas condiciones por las mujeres de la burguesía.

Por tanto, huyamos de discursos que pretenden colocarnos más cerca de los intereses de Angela Merkel que de nuestros padres o compañeros. Que este 8 de marzo sirva para que recojamos el testigo de nuestra propia historia, la de las mujeres de nuestra clase.

Porque hoy como ayer las mujeres trabajadoras podemos unirnos a nuestros compañeros de clase para paralizar la producción, para combatir a los capitalistas en los centros de trabajo, para luchar en los centros de estudios contra sus políticas que nos expulsan de las universidades y nos convierten en mano de obra a la carta, para encabezar las luchas populares contra todas sus agresiones. Las jóvenes de extracción obrera y popular tenemos un puesto de combate y tenemos que utilizarlo para luchar contra el principal beneficiado de nuestra explotación y nuestra opresión, que no es otro que el sistema capitalista.


Vanessa Rodríguez es miembro del Secretariado del Comité Central de los Colectivos de Jóvenes Comunistas.

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