Cien años de perdón, sobre atracos a bancos y corrupción

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Cien años de perdón, la última producción de Mediaset, llegaba a principios de marzo a nuestros cines. Una historia de un grupo de atracadores que deciden reunirse una vez más para realizar un robo a gran escala en el ficticio banco del Mediterráneo, en Valencia. Sin embargo, pronto vemos una segunda trama, que en realidad es la principal: el fantasma de la corrupción. 

El plan, en principio, es claro: entrar en el banco a mano armada, vaciar las cajas fuertes y huir por un tunel que conecta la sucursal y la línea fantasma de metrovalencia, para luego salir de la ciudad en metro.

Pero las cosas no son tan sencillas. Justo realizan el atraco en uno de los pocos días del año que llueve en la capital del Turia, y no todos en el grupo tienen las mismas ambiciones: en ese banco se guardaba un disco duro con información de una importante trama de corrupción, y al cabecilla de la banda se le promete mucho dinero a cambio de él, mientras sus compañeros únicamente ambicionan el dinero que está resguardado entre esas paredes.

Así, se conectan en la trama la actividad delictiva de unos simples atracadores de banco con la corrupción, siendo el eslogan de la película "¿Quién roba a quién?". Llegado a este punto, el trato que tienen estos temas no es muy diferente al que se utiliza día a día en los medios de comunicación y partidos oportunistas. Las referencias, en especial, al caso Bárcenas, intenta recordar a todos los casos que desde el inicio de la crisis han ocupado portadas, horas y horas de informativos, y decenas de tertulias. La misma referencia a la linea fantasma de Metrovalencia es un claro guiño a otro de los escándalos que en su momento azotaron el consistorio valenciano.

En la película, el caso de corrupción llega a implicar al propio equipo policial que espera a las puertas del banco, dejando una moraleja, como decíamos, que dista bastante de la definición real de la corrupción. Y es que no debemos entender estos casos como algo aislado dentro del sistema, dentro de un sistema cuya base principal es la del máximo beneficio al mínimo coste. No se puede entender el capitalismo sin corrupción.

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