Acerca de las CUP, las elecciones catalanas y el coqueteo con Mas

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El escenario político que se dibujó en Cataluña con las elecciones del 27 de septiembre pasado sigue trayendo cola. La gran expectación que genera el asunto en la población no sólo de ese territorio, sino de todo el Estado, nos obliga a comentarlo en profundidad.

En los últimos años, el escenario político catalán ha sufrido un gran desgaste de legitimidad. Se trata de una situación muy parecida a la que viven todas las instituciones en el Estado español desde hace años. Es lo que los comunistas venimos caracterizando desde hace tiempo como "crisis en la cúspide", que se enmarca dentro del proceso general de crisis del capitalismo español y mundial.

Para dejarlo claro en pocas palabras: el modo de producción (es decir, el sistema económico) que tenemos ahora, el capitalismo, está tan agotado que la clase dominante se ve obligada a usar los resortes del poder político, que ella misma controla, para imponer durísimas medidas con las que pretende resucitar una economía moribunda a costa de nuestro sufrimiento.

Esas acciones, claro está, tienen repercusiones sobre la imagen que los trabajadores tienen del sistema. A los empresarios y a los banqueros cada vez les cuesta más hacernos creer que su sistema es bueno; que los partidos y el resto de instituciones surgidas de la Transición de 1978 son beneficiosos para nosotros. Porque podemos apreciar día a día de qué va la cosa.

Es por ello que la burguesía se ve obligada a innovar buscando disfraces cada vez más grotescos para su dictadura. Los partidos que la gente ya no quiere votar son transformados en algo completamente diferente; cuando se ve que definitivamente no sirven, son reemplazados por otros; las leyes, los reyes, las normas jurídicas van cambiando para tratar de mantener un cierto consenso alrededor de este sistema podrido.

En Cataluña ha gobernado, estos últimos años, una coalición llamada Convergència i Unió, que agrupaba sectores liberles, conservadores y democristianos. Esta coalición, como el resto de partidos que han llegado a gobernar, se ha dedicado a defender con celo los intereses de empresarios y banqueros. Las duras agresiones contra trabajadores (por ejemplo con ajustes en la función pública o recortes en sanidad) y contra estudiantes (con el desmantelamiento progresivo de la educación pública) erosionaron las posibilidades de esa coalición para seguir gestionando el poder burgués. Era necesario buscar nuevos métodos.

Una de las bazas que tiene la burguesía en Cataluña para tratar de generar consenso y de diluir la conciencia de la clase obrera en ese territorio es la cuestión nacional. Ese problema, que existe de verdad y que ha sido creado por las leyes económicas del capitalismo, es manipulado y utilizado por los poderosos para atrapar a los obreros y a los estudiantes en intereses de clase que les son ajenos.

El 27 de septiembre se celebraron elecciones autonómicas en Cataluña. Los medios de comunicación de la oligarquía en Cataluña, entre los que podemos contar al Grupo Godó (que controla el periódico La Vanguardia, el canal de televisión 8tv y la radio RAC1) o la televisión y radio pública catalanas, se dedicaron a ametrallar durante semanas nuestras consciencias con el mensaje de que las elecciones eran un plebiscito para decidir la independencia.

Para esas elecciones se produjo una reorganización de las fuerzas políticas de la burguesía. Los partidos o coaliciones tradicionales (CiU, PSC y PP) o bien desaparecieron o bien vieron su influencia notablemente reducida. En cambio, surgieron con fuerza coaliciones nacionalistas catalanas (Junts Pel Sí) o nacionalistas españolas (Ciutadans). También el oportunismo se reagrupó con la creación de un grupo que aúna parte de las fuerzas de la pequeña burguesía (Podemos) y de la aristocracia obrera (Izquierda Unida): hablamos de Catalunya Sí que es Pot (CSQP).

Todos los participantes en los comicios presentaron una campaña electoral que conjugaba la cuestión nacional con las preocupaciones de los trabajadores, pretendiendo que los múltiples problemas que les crea el capitalismo podían ser resueltos sin superar dicho sistema económico. Unos subordinaban todo el bienestar social futuro a la necesidad de obtener "herramientas de Estado propio", mientras que otros abogaban por una "regeneración" en España y un posible cambio constitucional.

Los resultados que arrojaron las elecciones situaron al polo nacionalista catalán con los escaños necesarios para gobernar. La única condición: un pacto entre la apuesta política de la gran y mediana burguesía catalana (Junts pel Sí) y la formación por excelencia de la pequeña burguesía independentista (la CUP, con fuerza en barrios populares del área metropolitana barcelonesa y en ciudades de tamaño medio del interior catalán).

El hecho de que la CUP, con diez diputados, tenga la llave la investidura de Artur Mas y de la creación de gobierno ha generado una situación política muy tensa. Especialmente para la propia formación independentista, plagada de claroscuros y contradicciones.

Como suele ocurrir en este tipo de organizaciones pequeñoburguesas, la toma de decisiones es lenta y compleja y el choque de corrientes dentro de su seno tiene un potencial destructivo para la propia organización que no se puede despreciar.

No es un secreto para nadie que en el seno de la CUP conviven, por lo menos, dos tendencias políticas históricas: la que está ligada a Endavant y la del antiguo MDT (Moviment en Defensa de la Terra). No son las únicas. Hay mil matices de por medio, así como organizaciones de tipo trotskista o anarquista que participan dentro del movimiento, imprimiéndole también sus propias ideas y estrategias.

Todas estas corrientes y movimientos, por supuesto, se hallan desde septiembre ante una tesitura complicada pues su partido ha tenido la posibilidad de investir a un gobierno independentista, pero liderado por el partido y el personaje que ha abanderado las políticas de recortes y de ataques a la clase obrera que la burguesía ha ido necesitando estos años. Hablamos de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y Artur Mas, por supuesto.

La militancia de base de la CUP suele tener un largo recorrido en luchas populares, sobretodo en los barrios y en las universidades. Es por ello que han chocado, una y otra vez, en los últimos años con Artur Mas por los recortes en sanidad y educación y por los desahucios.

Oficialmente, la CUP y toda la izquierda independentista sitúa en el mismo plano diversos problemas que pueden ser resueltos "simultáneamente". Es por ello que podemos encontrar pintadas, panfletos o comunicados de esa u otras secciones de la izquierda independentista con eslóganes que gritan "independencia, socialismo y feminismo" o cosas por el estilo.

Mientras que para nosotros la premisa de cualquier cambio real -en la cuestión nacional, de género, ambiental o del tipo que sea- es que la clase obrera tome el poder (es decir, que el socialismo es la herramienta primera para solucionar el resto de problemas), ellos no tienen claro qué puede llegar primero.

Esa concepción es la misma, a grosso modo, para todos, al margen de los matices que puedan existir entre MDT, Endavant y las otras corrientes, pues ninguno de ellos ha dicho explícitamente en ningún momento que la CUP no deba apoyar a Junts pel Sí en la eventual formación de un gobierno independentista. Todo el debate se sitúa, fundamentalmente, alrededor de la figura de Artur Mas.

Con el avance del proceso catalán, la "igualdad de contradicciones" de la CUP ,es decir, situar independencia y socialismo en el mismo plano, la ha llevado a aceptar la premisa irreal, anticientífica y reaccionaria de que se puede colaborar con la burguesía catalana para lograr la independencia y que esa independencia resolverá la cuestión nacional y nos acercará al socialismo.

La práctica totalidad de las integrantes de la CUP están de acuerdo en esto. Pero Artur Mas, contra el que se ha centrado su lucha social durante años, es una figura que no todos pueden digerir fácilmente.

En cualquier caso, y pase lo que pase, todas las decisiones que ha ido tomando y tomará la CUP la llevan inevitablemente a una fractura interna irreparable, que obligará a una recomposición de este sector del oportunismo pequeño burgués en Cataluña.

Recientemente se celebró una asamblea plenaria de la CUP en Sabadell, en la que participaron 3.330 personas para votar la investidura o no de Artur Mas. Se produjo un empate insólito y más que sospechoso a 1.515 votos entre el "sí" y el "no". Este empate obligó a la dirección de la CUP (su Consejo Político) a reunirse posteriormente para cerrar el debte. El resultado: no van a investir a Artur Mas.

Lo cierto es que cualquier resultado emanado de ese Consejo Político tenía el potencial de desgarrar a la izquierda independentista, debido a sus propias características. En este caso, es posible que los sectores de MDT, concentrados en zonas costeras, de Girona y del interior catalán puedan tomar decisiones drásticas.

Mientras tanto, las encuestas demuestran que los partidarios y detractores de la independencia van creciendo y decreciendo, según el momento político, demostrando que el independentismo "por principios" es minoritario en Cataluña y tiene un fuerte componente social. Es decir, muchas personas buscan la solución a los problemas del día a día en la independencia.

De hecho, actualmente en la opinión pública catalana la idea de la independencia está en un momento de reflujo y retirada. Es por eso que muchos dirigentes del independentismo catalán se están tirando de los pelos estos días mientras claman que, con la decisión de la CUP, el proceso ha sido enterrado.

Lo cierto es que ahora la conciencia de los trabajadores y de otras capas sociales en Catalunya está muy influenciada por el efecto Colau y Podemos, lo cual no deja de ser una mala notícia pues el futuro de la clase obrera catalana, lo mismo que para la del resto del Estado, no puede estar en manos ni del nacionalismo ni del reformismo.

Los acontecimientos de los próximos meses irán confirmando la idea, que los comunistas venimos defendiendo desde hace tiempo, de que en el marco del capitalismo no hay ni autodeterminación ni resolución de nuestros problemas posible. Y el oportunismo, sea con los disfraces actuales o con otros, irá quedando progresivamente desacreditado.


 

Domènec Merino es miembro del Comité Central de los CJC

 

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