El abandono escolar, una cuestión de clase

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La tasa de abandono escolar prematuro entre los jóvenes con rentas bajas es seis veces mayor que entre los que tienen rentas más altas: los jóvenes con renta baja han reducido la tasa en un 16,9% mientras que los que tienen rentas más altas lo han hecho más de la mitad, un 52,3%.

La tasa de abandono escolar prematuro1 se ha reducido en casi diez puntos entre 2007 y 2013, pero lo ha hecho de manera desigual entre las distintas clases sociales. La mejoría no se ha notado prácticamente nada entre los jóvenes de familias con renta más baja, mientras que entre los jóvenes de familias con un nivel adquisitivo mayor el abandono escolar ha ido reduciéndose a medida que el nivel de la renta familiar es mayor.

Así, la incidencia del abandono en el grupo de renta más bajo es seis veces mayor que en el más alto: los jóvenes con renta más baja han reducido la tasa en un 16,9% mientras que los que tienen rentas más altas lo han hecho más de la mitad, un 52,3%, entre 2007 y 2013.

En el inicio de la crisis capitalista en 2008, el nivel de abandono prematuro en España era considerablemente más alto que la media de los países de la Unión Europea: en ese año, el 31,9% de los jóvenes españoles no continuó sus estudios después de los dieciséis años, siendo 14,9% la cifra para la media europea. En 2013, la tasa de abandono de los jóvenes españoles era del 24,9%, y del 12% para la media europea. La causa de esta reducción en la diferencia con la media europea con respecto al año 2008 viene dada en gran parte por el incremento del paro juvenil durante la crisis. Todos recordamos el caso concreto de cómo muchos jóvenes, especialmente hombres, abandonaban sus estudios para acceder a puestos de trabajo en los sectores de la construcción y los servicios. Actualmente, ante la imposibilidad de encontrar un empleo en el mercado laboral, son muchos los jóvenes que recurren a seguir formándose para aumentar el abanico de posibilidades donde vender su fuerza de trabajo en el futuro. Sin embargo, muchos jóvenes no tienen siquiera la posibilidad de seguir estudiando ya que se ven forzados a aceptar trabajos precarios para ganar dinero para su familia o no pueden costearse las matrículas cada vez más altas.

Se trata de unos datos significativos para los hijos e hijas de la clase trabajadora y de los sectores populares si tenemos en cuenta que las oportunidades en el mercado de trabajo, así como las probabilidades de evitar el desempleo y acceder a puestos de trabajo mejor remunerados, dependen del nivel educativo de partida. O lo que es lo mismo: el acceso a la educación secundaria postobligatoria determina las posibilidades de los jóvenes de seguir formándose, y la formación más completa o no del joven determina a su vez sus oportunidades en el mercado de trabajo al disponer de un currículum más competitivo. Vemos así que el abandono prematuro resulta determinante a la hora de establecer la trayectoria educativa y laboral del joven y aumenta enormemente el riesgo de sufrir exclusión educativa y formativa. Y no solo eso, sino que a la larga tiene también un efecto determinante en el acceso a una serie de beneficios que mejoran las condiciones de vida en ámbitos como la salud, el consumo, etc.

Dentro del contexto actual de crisis estructural del sistema capitalista, las consecuencias que el abandono escolar tiene para los jóvenes de la clase trabajadora se traducen en que, por un lado, los hijos e hijas de la clase trabajadora son más proclives a sufrir la exclusión educativa y formativa por motivos económicos, dentro del proceso de privatización y elitización del capital, y que por otro lado, su falta de formación dificulta su inserción en el mercado laboral y hace más probable que en el caso de encontrar un trabajo este sea más precario y peor remunerado que aquel al que pueden acceder los jóvenes que han podido continuar formándose. El abandono escolar se convierte por tanto en una cuestión de clase, donde los y las jóvenes que abandonan los estudios prematuramente son carne de cañón de los monopolios y del capital.


1 Es decir, la falta de continuidad de los estudios al finalizar la educación obligatoria a los dieciséis años. No hay que confundir con el fracaso escolar.

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