Proceso de paz en Colombia, el pueblo como actor principal

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Laura Calderón

Tinta Roja nº20, invierno 2012-2013

Es la tercera vez que la insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Estado colombiano se ven las caras en una mesa de negociación. Lo hicieron en 1984 en el llamado “acuerdo de la Uribe” con el entonces presidente Belisario Betancourt y que terminaría con el exterminio de la Unión Patriótica, partido político que de esas conversaciones nació como brazo político donde no sólo la insurgencia podía participar, sino todos los actores sociales y políticos que buscaban la paz. Más de 5000 militantes asesinado/as o desaparecidos/as marca un record atroz para la historia de la clase obrera en lo que a terrorismo de Estado se refiere.

En 1998 se firmaron los “diálogos de paz” en San Vicente del Cagüan, con el entonces presidente Andrés Pastrana. Pero el plan del Estado y la oligarquía colombiana sublevada a las ordenes de Estados Unidos, era el de ganar tiempo en la mesa de diálogos mientras preparaba mejor la fuerza pública con los millones de dólares del “Plan Colombia”. El dinero de la Casa Blanca no sólo lo invertían en el conflicto interno colombiano sino que ayudaba a consolidar las políticas expansionistas del imperialismo en la zona, así el gobierno abandonaba la mesa de negociación en 2002 evidenciando los verdaderos  motivos que lo habían llevado a ella y que en todo caso no eran los de acordar la paz.

Ahora en 2012 el Estado colombiano en cabeza de su presidente Juan Manuel Santos, suscribe con las FARC-EP un Acuerdo de Paz trabajado desde mayo, con un acercamiento de las partes de forma secreta gestado en La Habana, Cuba.

Para septiembre del presente año el gobierno colombiano y las FARC-EP hacían pública la instalación de la mesa de negociaciones y la firma del llamado Acuerdo General para la Terminación del Conflicto, con el acompañamiento de Cuba y Noruega como garantes y Venezuela y Chile como acompañantes.

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Según lo han hecho público las partes, el proceso tiene tres fases: la primera de conversaciones exploratorias y acercamiento de la partes, una segunda parte de discusión de los cinco puntos de la agenda y garantía a la oposición y por último la implementación de los acuerdos para la terminación del conflicto.

El primer punto de la agenda –además de la participación política, narcotráfico, situación de las víctimas y fin del conflicto– es el “tema agrario”, donde las FARC-EP han situado como fundamental la desigualdad en el reparto de la tierra y reivindican la lucha por ésta como principal causa del conflicto en Colombia. Cabe recordar en 1930 la fundación del Partido Comunista Colombiano, en respuesta del proletariado y la clase trabajadora a la creciente agresión estatal contra los/as campesinos/as que reclamaban reforma agraria, vivienda digna, salud y educación gratuitas. Desencadenando una persecución gubernamental contra los/as comunistas y organizaciones sociales y populares influenciadas por ellos que dejó centenares de sus militantes muertos, desaparecidos o exiliados por la acción del terrorismo de Estado. Esta situación forzó a los/as campesinos/as, orientados/as por la praxis de la teoría marxista-leninista a organizar la respuesta armada en distintas regiones del país en defensa de sus propias vidas, las de sus familias, bienes e intereses de los demás pobladores. Hasta que, en 1964, fundaron las FARC-EP. De este pequeño esbozo histórico se infiere parte de la lucha de esta guerrilla, cómo fundamenta su práctica revolucionaria y ahora, cómo dirige su línea política en la  mesa de negociación. De ahí que no se haya hecho extraño escuchar en la declaración del Estado Mayor Central en discurso del comandante Iván Márquez el 18 de Octubre en la apertura de la mesa de diálogo lo que precisamente el gobierno después repudiaría públicamente: la denuncia al modelo económico capitalista, la doctrina militar e injerencia imperialista y la “inversión” extranjera y firmas de TLC´s. Con esta última contradicción de base y clamando por “la paz con justicia social y soberanía” las FARC-EP reivindican al pueblo como actor principal: “el pueblo, tendrá que ser el protagonista principal. En él reposa la fuerza irresistible de la paz. Esta no depende de un acuerdo entre voceros de las partes contendientes. Quien debe trazar la ruta de la solución política es el pueblo.”