La intemporalidad de Pink Floyd

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Gran Bretaña, años 1970. La nación que primero sufrió los estragos de la revolución industrial burguesa, que asistió a la aparición de una clase obrera explotada en el medio fabril, y, por ello, sirvió de escenario a los primeros movimientos contestatarios como el luddismo, seguía ofreciendo un contexto dominado por la violencia en los barrios industriales, el odio racial, las desigualdades sociales y económicas, la precariedad y el desempleo. Es en este espacio que nace el punk rock, estilo musical que llevaba claramente aparejado un modo de vida, un rechazo al sistema establecido y un estado anímico de la juventud. Y junto con los primeros acordes de The Clash o Sex Pistols, heredando las experimentaciones del rock sinfónico de la década anterior, Pink Floyd, con un estilo único e inigualable comenzó a poner la banda sonora del desasosiego, el odio al consumismo y el ansia de libertad de toda una generación… y no sólo.

Escribir sobre el rock británico de los 1960, 1970 y 1980 nunca es tarea fácil. Una perspectiva contemporánea muchas veces se impone para criticar la simplicidad de mensaje de los Beatles o la comercialización de los Rolling Stones. Por otro lado, no nos gusta parecer anticuados o desubicados si reconocemos que nada nos levanta el ánimo como el Quadrophenia de The Who o Another brick in the Wall, de Pink Floyd. Pero una gran parte de la juventud de los años 2000 y 2010 nos hemos criado escuchando a estas bandas en los radiocasetes de nuestros padres, los mismos que nos hablaron por primera vez de la libertad, la resistencia y el anticonformismo. Otros muchos, han descubierto estos ritmos por iniciativa propia, o a través de amistades, o escuchándolas en bares, y también conocen esta sensación que experimentaron las generaciones anteriores, y que solamente una música con un mensaje tan potente podría alcanzar esta fuerza intemporal.

Escribir la historia de Pink Floyd es lo de menos, porque sus temas hablan por sí solos. En especial, a partir de 1973, con el disco The Dark Side of te Moon y el liderazgo de Roger Waters, una de las banda más innovadoras y con más calidad musical, lejos de alejarse del gran público y de caer en un intelectualismo melódico, supo acercar los temas más complejos a las masas con letras que ahondaban en las preocupaciones más populares. De este modo, puede que “Money” sea una de las canciones más conocidas y exitósas de la historia del rock psicodélico.  Como el propio título de la canción lo indica, la letra trata sobre el dinero, el consumismo y cómo la propiedad privada corrompe al ser humano, mensaje lanzado con el tono irónico que se mantiene en toda la canción. Y para más datos, ¿cómo no reconocer la canción nada más empezar con la legendaria introducción rítmica a base de cajas registradoras y sonidos de monedas?

Efectivamente, la crítica al consumismo y a la sociedad capitalista es una constante de los mejores temas de Pink Floyd. El recurso al libro de George Orwell, Rebelión en la Granja sirve de inspiración en el disco Animals, aunque con una visión diferente a la de la obra literaria. Se trata de una compilación de cinco canciones en las que se describe al sistema corrompido por el Capital como tres animales: las Ovejas (el pueblo, el rebaño pisoteado y explotado), los Perros (el opresor, las fuerzas de seguridad que golpea y muerde a las ovejas) y los Cerdos (el jefe, el burgués, el empresario que hace su fortuna a fuerza a la explotación del pueblo trabajador) La misma vena irónica y sarcástica ya había aparecido en otros temas, como “have a cigar”, criticando el negocio musical.

Sin embargo, los temas y el espíritu de Pink Floyd que más recordamos son los que componen el álbum The Wall, al que podríamos catalogar como el disco más importante en la historia de la ópera rock. Parece ser que está inspirado en la infancia de Roger Waters, pero ha sido tradicionalmente –y erróneamente- interpretado como una crítica al muro de Berlín. No obstante, la historia que narra The Wall, así como la película que lo acompaña, es la de Pink, un niño que sufre la pérdida de su padre durante la Segunda Guerra Mundial, y que intenta ser amoldado acorde a la sociedad, mediante una educación opresora, que niega el espíritu crítico y que conduce a que, en la edad adulta, el niño se haya convertido en un artista que abusa de las drogas y se pierde en su soledad, depresión y adicción. Lemas que salen de esta gran obra como el “We don’t need no education, We don’t need no thought control” han sido desde entonces entonados por todos aquellos que tan sólo se sienten ladrillos en el muro:

“No necesito armas a mi alrededor

Y no necesito drogas para calmarme

He visto la pintada en el muro

No creo que necesite nada más”