El atletismo popular: corriendo hacia la mercantilización del deporte

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Salir a correr se ha puesto de moda por ser un deporte barato en un principio, pero al abrirse como mercado jugoso las empresas están intentando sacar la máxima tajada de él y de los corredores. Por ejemplo con el equipamiento deportivo, haciendo que gastemos más de 80€ en una zapatillas de correr más o menos decentes o en no sé cuántos complementos que antes no se usaban y se corría igual. Otro ejemplo claro son las carreras, que cada día atraen a más corredores y que entonces supone una elevación exponencial de los ingresos por inscripción. No contentos con eso, suben los costes de inscripción, ¿dónde va todo el dinero de las inscripciones?

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El atletismo a nivel popular ha sido siempre uno de los deportes más sencillos de practicar. Simplemente correr durante kilómetros, utilizando cualquier par de zapatillas que se encuentren en casa, ha sido siempre la opción más barata para realizar ejercicio físico y evadirse del día a día sin ver resentida la cartera. Este carácter popular se aprecia en los orígenes de carreras míticas como la Behobia – San Sebastián, organizada por primera vez en 1919 por el entonces pequeño Club Deportivo Fortuna, o la primera San Silvestre Vallecana, en 1964, con un presupuesto de tan solo 5.000 pesetas y con la colaboración de los vecinos del barrio madrileño.

Ya entonces las oportunidades de hacer publicidad no eran desaprovechadas por las grandes empresas. Pero en la actualidad, la proliferación de los corredores de fondo es cada vez más utilizada por la industria deportiva para sacar el máximo beneficio posible de la práctica de este deporte.

El ejemplo más claro lo tenemos en el negocio de las zapatillas de correr. Desde el boom del 'jogging' a principios de los 70, la industria textil deportiva se ha empeñado fabricar cada año la "zapatilla definitiva", siempre con nuevos sistemas de amortiguación y nuevos diseños, y siempre con precios que van de los 80 a los 200 €, que se venden a los corredores como la solución a sus problemas de lesiones y rendimiento sin una base científica clara. Lo cierto es que, desde la introducción de este tipo de zapatillas, las lesiones deportivas entre los corredores de fondo ascienden a más del 50% de los practicantes (1). Una vez más, las empresas no están ciertamente interesadas en el avance de la tecnología ni en el progreso; sino en la pasta.

Con un número tan alto de corredores lesionados, el capitalismo vio otra oportunidad de sacar tajada, surgiendo otro de los negocios del mundo del deporte que más beneficios genera cada año: el de las plantillas deportivas. Es raro el corredor que, tras una fascitis plantar o una lesión de rodilla, no le hayan recetado el uso de unas plantillas personalizadas, cuyo precio gira en torno a los 150 € y que no suelen solucionar los problemas de los atletas que las calzan. Pero, eso sí, nutren notablemente los bolsillos de los que manejan estos negocios.

La misma tónica general podemos observarla en el comercio de ropa y accesorios para correr. Cada vez es mayor la comercialización de camisetas, mallas y pantalones que supuestamente son exclusivos para correr, y que las marcas venden a precios abusivos poco accesibles para una familia trabajadora. Si nos vamos al ámbito tecnológico, podemos encontrar desde simples relojes-cronómetro de 50 € hasta medidores de ritmo y distancia con localizadores por satélite que pueden alcanzar precios desorbitados de 500 y 600 €. Otro ejemplo lo tenemos en la venta de la suplementación deportiva, tratando incluso de sustituir con ella una alimentación sana y natural de los corredores con la excusa de las mejoras en el rendimiento. Todos estos son elementos que se introducen mediante modas y publicidad agresiva y que nunca han sido, ni lo son ahora, realmente necesarios para la práctica del atletismo popular.

Sin embargo, uno de los temas que más preocupa a los corredores de fondo es el precio de las carreras populares. En los últimos años, con el auge del 'running', se organizan cada vez más carreras tanto urbanas como de campo a través y de montaña. Al ser cada vez más los corredores que se apuntan, son muchas las empresas que se están introduciendo en el sector de la organización de eventos deportivos privados, imponiendo unos costes de inscripción de entre 10 y 15 € para carreras de 5 y 10 kilómetros, de hasta 25 € si queremos disputar distancias más largas como media maratón, y se podrían disparar hasta los 40 o 50 € para los valientes que se atrevan con el maratón. Podríamos pensar que esto viene acompañado de mejoras en los servicios y productos ofrecidos al corredor junto con el dorsal, pero nada más lejos de la realidad. Se dan cada vez más quejas de atletas por la mala calidad de los alimentos ofrecidos en avituallamientos, malas señalizaciones del recorrido, por no ofrecer duchas o servicio de masaje tras la carrera, problemas con la gestión de la inscripción, etc. Sin duda, para estas empresas priman más los ingresos que reciben por las inscripciones que el bienestar del participante. Además, es común ver en las horas previas a la celebración de una carrera numerosos puestos publicitarios de diferentes marcas deportivas, vendiendo y promocionando sus productos, cobrando un papel más protagónico incluso que la propia carrera.

¿Es justa esta situación para la clase trabajadora? Éste es el tipo de deporte que el capitalismo nos impone, por ello la única manera de disfrutar de un deporte verdaderamente popular es derrotar al sistema que nos lo arrebata, para ponerlo todo al servicio de la clase obrera y el pueblo.

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