"El año más violento" no es la típica de gángsters

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Tras Margin Call (2011) y Cuando todo está perdido (2013), el estadounidense J.C. Chandor vuelve a la gran pantalla con El año más violento, un thriller de cine negro en el que los personajes son sumergidos en un sórdido mundo corrupto que pone a prueba su vulnerabilidad y los límites de su código moral.

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La película se ambienta en Nueva York, durante el invierno de 1981 (según dicen, el año más violento de la Historia de la ciudad), cuando la llamada "segunda crisis del petróleo" empezaría a llegar a su fin, las "reaganomics" comenzarían a aplicarse y Estados Unidos volvería a ser, aparentemente, la tierra de las oportunidades. En ese contexto encontramos a Abel Morales (Oscar Isaac), un inmigrante hispano que a duras penas trata de hacerse un hueco en el negocio del transporte de combustible, algo que parece de todo menos sencillo en una urbe donde el crimen, la mafia y la corrupción encuentran su hábitat natural y en la que la honradez, voluntaria o involuntariamente, brilla por su ausencia.

Si recordamos la escena inicial de Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990), en ella veíamos al personaje interpretado por Ray Liotta decir aquella terrible frase: "que yo recuerde, desde que tuve uso de razón quise ser un gángster". En la película de J.C. Chandor nos encontramos justamente con todo lo contrario: Morales no quiere ser un gángster; es más, trata de ser lo más honrado posible y dirigir su negocio como cualquier otro hijo de vecino; con sus pequeños fraudes fiscales, es cierto, pero sin ser el típico mafioso derrochador con las manos empapadas en sangre. Intenta no pertenecer a ese mundo, pero sabe que se mueve dentro de él y que debe realizar un esfuerzo considerable si lo que pretende es conservar la rectitud moral. Es de eso mismo de lo que nos está hablando El año más violento, de cómo las circunstancias y el entorno social empujan a uno a actuar contra su propio código moral como si estuviese predestinado a ello y en contra de su voluntad.

Con unas interpretaciones a la altura, tanto de Isaac como de Jessica Chastain en el papel de su indomable mujer, y una música y Fotografía propias del mejor cine de gángsters; J.C. Chandor nos brinda una película (la tercera en su filmografía) cargada de atmósfera que, como ya ha señalado la crítica especializada, remite al mejor Sidney Lumet, y la sitúa como una de las mejores opciones que tenemos estos días en las carteleras.

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