Se cierra el ciclo de novela obrera, es hora de reflexionar sobre el realismo.

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Desde que el 4 de Julio anunciásemos el comienzo de un ciclo de novela obrera, desde Tinta Roja hemos ido publicando y recomendando cada semana distintas obras enmarcadas dentro de la temática realista y de clase. El más ávido lector, si ha seguido con disciplina todas nuestras recomendaciones o algunas de ellas, estoy seguro de que habrá aprovechado y disfrutado el verano, además de que contará a día de hoy con un conocimiento bastante amplio de la historia de la literatura obrera. No obstante, como desde el principio dijimos, lejos está este ciclo de querer limitarse a la recomendación pasiva de obras para la lectura pasiva de paginas, de poco o nada nos sirve engullir las hojas de estos libros si no existe tras ello un ejercicio crítico de reflexión sobre el contenido y la forma de lo que ha ocupado gran parte de nuestro verano. La intención de este articulo es precisamente servir como pequeña aportación a ese juicio analítico sobre las obras que hemos recomendado.

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Desde La Madre de Gorki hasta El Torrente de Hierro, todas las novelas comparten una serie de denominadores comunes, principalmente dos: son novelas inspiradas en un sentimiento de clase y se basan en una forma realista de escritura. Y la razón por la que hemos elegido obras que comparten esta base, es que es esta base la que ha configurado el epicentro de la producción literaria en los países socialistas y entre los obreros del mundo desde principios de los años 20 del siglo pasado hasta hace apenas unas décadas. Sin embargo, como decíamos en la introducción al ciclo, es vital que desde la altura que nos da el paso de los años y los hechos consumados, sepamos colocar en su lugar justo toda esta magnifica batería de novelas.

Para comenzar debemos saber que toda obra literaria esta condicionada por un panorama histórico determinado, la historia de la literatura no es una historia a parte de la historia política y social, forma parte de ella, y de esta forma las obras se convierten a su vez en portadores de ideología. La literatura es un transmisor ideológico, la ideología de una sociedad dada es la ideología de la clase dominante, la literatura actúa como la puesta en escena de las distintas vertientes y construcciones ideológicas de una sociedad. De esta forma, si queremos elaborar una teoría literaria revolucionaria o una obra literaria revolucionaria, debemos empezar porque esta obra exprese una ideología determinada, es decir, exponga de forma consciente la posición de la clase obrera. Cómo se consigue esto nos lleva directamente a un debate que ha mantenido ocupados durante años a gran parte de los críticos marxistas, la teoría del espejo.

La teoría del espejo se basa en la teoría marxista-leninista del conocimiento. Partiendo por tanto de Lenin y de su obra Materialismo y Empirocriticismo, podemos afirmar que existe una realidad objetiva exterior al hombre, de la cual el hombre va captando la relación existente entre los objetos a través de la experiencia directa hasta llegar al conocimiento total de sus relaciones internas, y una vez comprende las leyes que rigen el mundo la cuestión se centra en saber transformarlo. Siguiendo esta línea, Bertolt Brecht afirmaba que el objeto artístico: "no es solo la bella apreciación acerca de un objeto real (...) sino también y ante todo, una apreciación del objeto, una explicación del objeto". Lo cierto es que, tomando esta teoría como referencia, se tomó el realismo como mejor medio para reflejar la realidad y en ciertas ocasiones se calló en una visión un tanto estrecha del mismo (y en algunas de estas obras podemos verlo) , en una visión fotográfica, naturalista, de la obra de arte. Sobre ello decía el profesor cubano José Antonio Portuondo que: "La concepción estrecha del realismo como expresión suprema del arte, y de este como simple reflejo de la realidad (...) pretendió confundir el quehacer estético con la pasiva función especular que Stendhal asignaba a la novela"

No es ningún sacrilegio afirmar que muchas de las obras que aquí hemos tratado pecan de embellecer la realidad, de ensalzar los valores de la sociedad soviética, de reflejarlos, en vez de centrarse en ir hacia la realidad para combatir lo que aun es necesario transformar y presentar activamente aquello en lo que se debe profundizar. No se trata de desterrar el Realismo Socialista, sino de ponerlo en el lugar donde cumple una eficacia social y en eso Brecht probablemente sigue siendo quien con mayor exactitud escribió, para él la teoría leninista del reflejo es más bien el proceso de mutua acción de lo uno sobre lo otro, es el proceso de transformación activa. Acertaba Corradi cuando decía que no existe un ojo ideal en una sociedad dividida en clases, de eso se trata, de hacer literatura de transformación, crítica, revolucionaria, no de pasividad y contemplación; lo que nos lleva directamente a reflexionar sobre la validez del realismo.

Brecht definía de la siguiente forma el realismo socialista: "Aquello que descubre el complejo social/ desenmascara los puntos de vista dominantes como puntos de vista de los que dominan/ escribe desde el punto de vista de la clase que dispone de las más amplias soluciones para las dificultades más apremiantes en que se halla la sociedad humana/ acentúa el momento del desarrollo/ posibilita lo concreto y la abstracción (...) y permitiremos al artista que emplee ahí su fantasía, su originalidad, su humor, su sensibilidad. No nos apegaremos a modelos literarios demasiado detallados, no obligaremos al artista técnicas demasiado definidas". Poco más es necesario añadir a las palabras del dramaturgo alemán. Para poder comenzar una verdadera investigación sobre las formas del arte y saber analizar la literatura obrera hasta el momento, debemos apartarnos de la visión estrecha que durante mucho tiempo dominó nuestra literatura, así como de los radicalismos pequeñoburgueses perfectamente representados por Trotski y su "libertad absoluta para el arte". Saber alejarnos de esquematismos para encontrar la literatura partidaria que mejor sirva para transformar la realidad.

Podemos concluir diciendo que efectivamente novelas como "Así se templo el acero" o "Campos roturados" pecaron en cierta forma de repetir los esquemas literarios de la novela realista burguesa, se dejó el estilo literario intacto quitando gran parte de eficacia a su mensaje. Como hemos dicho la literatura, como todo, es histórica y las técnicas y la forma que en obras como "La Madre" o "El talón de hierro" aun cumplían una función revolucionaria, pues insertas en el realismo burgués ya anunciaban un nuevo modelo literario; en las siguientes obras no permiten captar la realidad en toda su complejidad, no permiten servir a transformarla. Sin esquematismos, se trata de recuperar el realismo socialista pero en el pleno sentido de lo que significa y de lo que puede proporcionar. Invitamos pues al lector a mantenerse atento a los siguientes ciclos literarios que desde Tinta Roja iremos publicando y agradeceremos vuestras valoraciones sobre este ciclo de novela obrera.

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