[Tinta Roja 27] La ideología de Los Simpsons, 25 años después

¿Pensabas que la famosa serie Los Simpsons no tenían ideología? Analicemos la serie a lo largo de sus 25 años de historia.

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"Mi Homer no es comunista", alega su padre en un conocido diálogo de la famosa serie animada, y desde luego que Homer, como el resto de personajes que habitan la heterogénea población de Springfield, está muy lejos de ser comunista. De lo que no está tan lejos ninguno de ellos, es de contar con un interesantísimo carácter ideológico que trataremos de analizar en este artículo.

No hay duda de que se trata de una serie que ha demostrado ser sumamente inteligente, combinando el humor ácido con incontables sutilezas en forma de referencias culturales y de crítica social. Resulta curioso analizar qué perspectiva ha proporcionado determinado sector de la aristocracia obrera estadounidense –nos referimos a los trabajadores del arte, como son sus guionistas- de la sociedad norteamericana y, en concreto, de un proletariado proveniente del país más alienante del mundo y cuna del sistema capitalista.

La serie animada, sin cuestionar demasiado los pilares de este sistema económico, disecciona a su manera a la clase obrera en el capitalismo de la mano de toda una amalgama de personajes encabezados por el obrero de la central nuclear Homer, quien vive obnubilado por la televisión, el alcohol y un trabajo que no le satisface. Se trata de un orondo y estereotipado ejemplo de alienación llevada al máximo exponente que huye de todo compromiso cuando clama por un bocadillo mientras sus compañeros exigen derechos a puerta de fábrica, y que desprecia su condición obrera cuando su hijo Bart afirma que "trabajar es de majaderos", y éste responde: "estoy orgulloso de ti, yo tenía el doble de tu edad cuando me di cuenta". Su mujer, Marge, ama de casa y sumisa, se mantiene siempre fiel a su marido, excéntrico y egoísta, sobrellevando sus locuras aún a pesar de su condición de esclava del hogar, por la cual renunció a sus sueños al casarse estando embarazada de Bart. Además, fracasará estrepitosamente en todos sus intentos por encontrar empleo.

Por su parte Bart, quien de forma tan prematura reniega de su condición de clase, igual que su padre, es un conflictivo gamberro sumido en el fracaso escolar, sin apenas perspectivas de futuro. Podría parecer la antítesis de su hermana Lisa, aunque ciertamente ésta reniega de forma todavía más cínica de su origen obrero. La pequeña de 8 años, paradigma del liberalismo y del feminismo burgués, aparentemente movida por sus ideales, no ceja en imaginar una vida de gloria y éxito, representando los valores de un capitalismo de rostro amable que disfraza competitividad, individualismo y doble moral, cuando de una patada, atraviesa a su hermano Bart con uno de los premios que ha ganado por erradicar todas las enfermedades, por supuesto en una ensoñación de la que Bart la despierta, a lo que ella afirma que "es más feliz así". En un episodio, vemos cómo Lisa llegará en el futuro a ser presidenta de Estados Unidos, con todo lo que sabemos que ello conlleva.

El papel secundario de la mujer, siempre esposas o madres de – Maude Flanders, Helen Lovejoy o Luann Van Houten, - el rostro más desagradable de la explotación capitalista dirige la central bajo el nombre de Sr. Burns, la corrupción intrínseca a los gestores de tal sistema lleva una banda de alcalde y se llama Quimby. El servilismo de Smithers hacia su amo, la estupidez de las fuerzas de seguridad representada por Wiggum o una clase obrera que abreva cada tarde en la taberna de Moe, dice mucho de los habitantes de una ciudad que lanza tomates al portavoz del Partido Comunista de Springfield durante un partido de baseball. "Siempre es mejor que el día de los dardos".


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