[Tinta Roja 27] Páginas de nuestra Historia: Los orígenes de la Juventud Comunista (1921-1936)

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En este primer artículo de "Páginas de nuestra historia" trataremos de explicar los orígenes de la Juventud Comunista en nuestro país.  En los próximos números del Tinta Roja abordaremos el siguiente periodo.

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La I Guerra Mundial y la Revolución de Octubre (1917) vendrían a marcar los hitos más importantes que iniciarían la organización del movimiento comunista a nivel internacional. Corría el mes de marzo de 1919 cuando, en plena guerra civil rusa, se celebraba en Moscú el I Congreso de la Internacional Comunista (IC) o Tercera Internacional con presencia de delegados de más de 30 países.

En España, aparentemente neutral y a miles de kilómetros de estos sucesos, el movimiento obrero no había estado ocioso. Durante estos años se llevaron a cabo enormes movilizaciones, huelgas y jornadas de lucha capitaneadas fundamentalmente por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Unión General de Trabajadores (UGT). Es decir, también aquí se vivía un caldo de cultivo de cierta magnitud que sumado a los acontecimientos internacionales, propició y aceleró ciertos debates dentro del que hasta entonces había sido el único partido de tendencia obrera: el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

El PSOE venía arrastrando desde 1919 tensos debates internos en torno a la adhesión a la Internacional Comunista. Pese a que se estaba organizando un congreso extraordinario, ciertos sectores de las juventudes socialistas decidieron dar un paso al frente y crearon el Partido Comunista Español en el año 1920. Poco después, en 1921, los debates en el congreso del PSOE se cerraron muy ajustados en contra de las tesis "terceristas" (a favor de la Tercera Internacional), siendo finalmente derrotadas por algo más de 2000 votos, provocando una nueva ruptura y naciendo así el Partido Comunista Obrero Español (PCOE).

A finales de ese mismo año ambas siglas se unificaron y nació el Partido Comunista de España. Exactamente igual ocurrió con las organizaciones juveniles, fusionándose y dando paso al nacimiento de la Unión de Juventudes Comunistas de España. Desde este momento, el distanciamiento entre el oportunismo del PSOE y el movimiento revolucionario se hizo evidente.

Pese al gran avance que suponía para el movimiento comunista español, fueron años tremendamente complicados. Los primeros pasos de la juventud comunista, indisolublemente unidos al del Partido Comunista, se caracterizaron por un desarrollo organizativo escaso, apenas concentrado en ciertos núcleos industriales, fundamentalmente en Vizcaya, donde se llegaron a producir importantes huelgas obreras pero donde las organizaciones de la juventud apenas alcanzaban los centenares o escasos miles de militantes. Según los datos más optimistas, durante la década de los años 20 el PCE y la UJCE no superarían los 5000 militantes.

Esto era producto de diferentes elementos que en buena medida se repetirían años después durante la II República. Entre éstas causas, una de las principales era la división del movimiento obrero en diferentes sectores (comunistas, anarquistas, socialistas y católicos). Tampoco se puede dejar de mencionar ciertas corrientes sectarias e izquierdistas que en aquel período dominaban dentro del PCE. Además, de 1923 a 1930 la historia de España estaría gravemente marcada por la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera, que aplastaría con cárcel y plomo al movimiento obrero, llegando al punto que, tras numerosos golpes represivos, el PCE quedó en la más absoluta clandestinidad camuflando su dirección en un equipo de fútbol: el Oriente FC.

Fueron los jóvenes comunistas quienes, pese a los numerosos errores y problemas, con más firmeza y dinamismo defendieron la bandera roja. Auspiciados por el cambio en España con el advenimiento de la II República, proceso criticado en un primer momento por el PCE, sumado al giro estratégico que se iba fraguando en la IC, lograron desterrar las posiciones más sectarias y apartar a la dirección de Bullejos en 1932, pasando a ocupar la dirección del PCE José Díaz Ramos. De esta forma, se asumió la caracterización de la República como la revolución democrático-burguesa pendiente en nuestro país por aquel entonces.

Con la II República se abrió en España un período de la historia excepcional para el avance de las posiciones revolucionarias y, como diría Enrique Líster, serviría como una auténtica escuela de guerra. Ciertamente, no sería hasta la guerra cuando el PCE y la JSU se convertirían en organizaciones de primer orden, pero ya en los primeros años de la República se comenzó a vislumbrar el crecimiento y avance comunista. A modo de ejemplo, en las elecciones de 1933 el PCE lograría su primer diputado.

Sería imposible hablar en estas escasas líneas el desarrollo de las organizaciones del Partido y Juventud comunista durante la II República. Pero de entre todos los hechos, uno de los de mayor trascendencia para el futuro sería la creciente preocupación por el ascenso del fascismo que desde 1934 venía detectando la IC, preocupación que culminaría con el giro estratégico en 1935 de la apuesta de los Frentes Populares. Ya en los albores de la Revolución de Octubre de 1934 la IC aconsejaba al PCE su participación en el seno de las Alianzas Obreras (impulsadas un tiempo antes por el PSOE). Tras los sucesos de Asturias del 34 y la activa participación de los comunistas, el PCE continuó con su línea ascendente, especialmente con las campañas de amnistía.

El PCE también tomaría sus propias medidas para garantizar su seguridad y la del movimiento obrero. Modesto y Líster crearían en 1933 las Milicias Antifascistas de Obreros y Campesinos (MAOC), nutridas fundamentalmente por jóvenes comunistas. Estos grupos de autodefensa contra los pistoleros fascistas, y nacidos también como germen del ejército del proletariado, no tuvieron un elevado desarrollo exceptuando Madrid, pero supuso una página de gran valor para la experiencia del partido y su juventud, fruto de la cual, al inicio de la guerra, se pudieron plantear propuestas como las del Quinto Regimiento.

En todo este contexto nacional e internacional se fueron dando debates de gran importancia entre las diferentes fuerzas, los cuales acabaron forjando la alianza electoral de febrero de 1936, el Frente Popular, y pusieron los cimientos de la futura unidad entre las Juventudes Comunistas y las Juventudes Socialistas. Pero también por el bando de la reacción se dieron movimientos, iniciándose así los preparativos de la futura sublevación militar del 18 de Julio.

En el próximo número de Tinta Roja continuaremos el especial "Páginas de nuestra Historia" hablando del siguiente periodo.


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