Voluntariado y prácticas, otra huida hacia delante del capitalismo

Con el señuelo de poder acceder a trabajos remunerados, o la seductora promesa de adquirir "experiencia" que nos proporcione salidas laborales, a los jóvenes trabajadores de este país se les embauca cada vez con más facilidad para que realicen horas e incluso semanas de prácticas, trabajos de voluntariado u otras modalidades de empleo no remunerado. El capitalismo encuentra nuevas formas de salir airoso de su propia crisis, esta vez mediante la explotación laboral y el trabajo gratuito disfrazado de grandes oportunidades de futuro.

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Constantemente salen a la luz nuevos datos de estudios e investigaciones que favorecen al campo del voluntariado, el cual supone "un compromiso con la igualdad y la justicia social", según la Vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría. Se asegura que el paro entre los jóvenes que realizan servicios de voluntariado es de menos de la mitad que el dato de paro juvenil del tercer trimestre de 2014, que más de un 80% refleja estas actividades en sus currículums y que muchos de éstos son contratados bajo la referencia de la experiencia de estos servicios. La oligarquía refuerza la explotación en este sector también con el recientemente aprobado anteproyecto de la Nueva Ley de Voluntariado, una ley amparada por la Unión Europea que proporciona ventajas fiscales para voluntarios y donantes de ONG, y que amplía el abanico de posibilidades, permitiendo que empresas y universidades promuevan programas de voluntariado, promocionando para ellos a sus alumnos y trabajadores. También se fomentará la participación de personas con discapacidad – a las que el capitalismo niega la dependencia pero permite trabajar de forma gratuita, - la de quienes se encuentren en el extranjero, e incluso la de menores de edad con autorización de sus padres o tutores legales.

De este modo se apuntala una de las más rentables fuentes de beneficio con las que cuenta el sistema capitalista en su fase superior monopolista, la del trabajo no remunerado. Gracias a este "avance en la agenda social" del gobierno de la oligarquía, el trabajo voluntario sustituirá todavía más a los posibles puestos de trabajo sí remunerado. Esto supone otro mazazo asestado por la burguesía al empleo juvenil, que nunca acaba de estar suficientemente vapuleado en la actual situación de crisis estructural. Ahora, las empresas privadas o las ONGs, que en la práctica funcionan igual, blindan su rédito económico con esta práctica abusiva, que afecta como ya hemos visto a una gran variedad de sectores con especial atención al del trabajo social, llegando a ofrecer en muchas ocasiones empleos a los que solamente pueden acceder quienes antes hayan hecho un servicio de voluntario.

La solidaridad, promovida desde un sistema que carece por completo de dicha cualidad, es la principal baza con la que los empresarios se nutren de esa inmensa cantidad de jóvenes desempleados, muchos de ellos sin ninguna experiencia laboral previa, que buscan desesperadamente un empleo con el que hacer frente a las prácticamente nulas perspectivas de futuro que les son ofrecidas. Así, desde el joven que va a comenzar a trabajar en un restaurante de comida rápida para pagar sus estudios, hasta el estudiante de trabajo social en busca de salidas laborales, pasando por el parado que, buscando ciclos formativos, módulos o cursos, da con este tipo de ofertas, todos y cada uno de ellos serán a partir de ahora carne de cañón fácilmente explotable.

Ahora los jóvenes trabajadores cuentan con mayor libertad y disposición para ejercer actividades de solidaridad. De solidaridad con las empresas privadas, gracias a una ley que ha sido aplaudida por los medios.

La completa destrucción del empleo juvenil no interrumpe su marcha, todo lo contrario, la incrementa, sustituyendo una contratación ya de por sí barata y extremadamente precaria, por otra que no supone coste alguno, generando así el 100% de los beneficios. Por esa razón, la organización de los trabajadores se convierte cada vez más, ya no en una necesidad, sino en el paso natural que la clase obrera ha de dar para salir de su miseria, si no quiere convertirse en aquello para lo que ya se la está preparando, en esclava.

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