El VIH, ¿un problema del pasado o una amenaza perpetua?

El año 2013 el 35% de las personas diagnosticadas de VIH eran menores de 29 años, a pesar de que muchos de nosotros percibimos el sida como algo tan alejado en el tiempo que ya no nos puede afectar. Atrás quedaron aquellos años 80 en los que, con la ayuda de las drogas consumidas por vía intravenosa o del desconocimiento generalizado hacia los métodos anticonceptivos, el VIH segaba vidas allá por donde pasaba y su diagnóstico suponía una muerte segura.

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Hoy, el miedo al SIDA es una epidemia que podríamos considerar completamente erradicada, más entre los jóvenes que comienzan a experimentar relaciones sexuales, con no pocas dificultades a la hora de acceder a vías de prevención como son los preservativos, extremadamente encarecidos como todo negocio del que pueda rentabilizar el capitalismo en su fase de concentración de capital más feroz. Pero lo cierto es que la auténtica epidemia no ha desaparecido como sí lo ha hecho con el transcurrir de los años la cautela ante la misma. El desconocimiento por parte de las nuevas generaciones que no llegaron a vivir en la época en que más estragos causaba la enfermedad, sumado a la tendencia a creer que el riesgo de contagio ya no es comparable al de aquellas décadas en las que contraer la enfermedad estigmatizaba a las personas y les aseguraba un inminente y trágico final, convierte en vulnerables a decenas de miles de jóvenes que, en muchos casos, llegan a contagiarse y no son conocedores de ello hasta pasados 5, 10 o incluso 15 años.

El mes de diciembre se presentaba en nuestro país con estas alarmantes cifras, coincidiendo con el Día Internacional de la Lucha contra el SIDA que tuvo lugar el día 1 de este mes, y ante la ausencia de medidas gubernamentales que hagan frente a esta situación. Si bien las propuestas de diferentes organizaciones especializadas no se han hecho esperar, nosotros sabemos que, dentro de un sistema que en materia de sanidad como en tantas otras, opta por fulminar todo aquello que no genere rédito económico, cualquier tipo de medida preventiva de carácter gratuito es, si no imposible, al menos improbable.

Muy distinta ésta, a la realidad de países como Cuba, que ofrecen tratamientos antirretrovirales (consistentes en medicamentos fabricados en el país) completamente gratuitos a más de 11.000 personas infectadas. La cifra puede resultar insignificante en un país con 11 millones de habitantes, si no se tiene en cuenta que en la isla se diagnosticaron alrededor de 17.000 personas entre 1986 y 2012. Las cifras de contagio se moderan gracias a las campañas continuadas que ofrecen organismos como el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), dirigido por Mariela Castro, o el Centro Nacional de Prevención de ITS VIH/Sida, que se ha unido recientemente a la estrategia elaborada por la ONU para alcanzar la meta de reducir a cero las infecciones, la discriminación y las muertes relacionadas con el virus. Sólo en 2014 se han realizado más de dos millones de pruebas para la detección de la enfermedad en Cuba, un país que ya logró eliminar la transmisión vía materno-infantil.

Otros países han llegado todavía más lejos, habiendo sido declarados completamente libres de la enfermedad por la Organización Mundial de la Salud. Hablamos de la denostada Corea del Norte, único rincón del planeta sin ningún seropositivo registrado. A pesar de ello, el gobierno norcoreano ha permitido en varias ocasiones la entrada a organizaciones no gubernamentales para que informen sobre la pandemia a los trabajadores de la salud.

También la URSS, a mediados de los años 80, instauró la prueba del SIDA obligatoria y realizó más de un millón de análisis entre donantes de sangre y ciudadanos extranjeros, manteniendo a raya la infección. En 1987 las cifras en el primer estado socialista de la historia no llegaron a superar los 300 contagiados.

Europa, en cambio, ha aumentado la tasa de nuevos diagnósticos en un 80%. Mientras que en el mundo entero el mundo de casos se ha reducido, en este mismo periodo los casos de SIDA se han triplicado en el continente europeo. De estos casos, más de tres cuartos de los diagnósticos del año pasado (105.000 de 136.000) se registraron en las antiguas repúblicas soviéticas, que en los últimos diez años han visto incrementado el contagio con especial rapidez.

Los últimos 30 años desde que tuvieron lugar los primeros casos de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida han demostrado que la transmisión de esta enfermedad podría ser completamente erradicada, no sólo mediante medidas preventivas que el capitalismo difícilmente llevará a cabo, sino mediante campañas de concienciación destinadas a los jóvenes de clase obrera, sector más que inerme frente a una plaga de dudosa procedencia y que tan buen negocio ha supuesto para las mafias farmacéuticas.

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