Redes sociales, marketing y vigilancia moderna

Las redes sociales han abierto un nuevo espacio en el cual podemos interactuar simultáneamente con millones de personas de todo el planeta, y se han convertido en una parte importante de la vida social y del día a día de muchas personas. Esta nueva forma de comunicarse y relacionarse con los demás entraña cuantiosas oportunidades, pero también peligros.

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Los peligros no están sólo relacionados con un uso indebido por parte del usuario sino también inherentes al propio sistema en el que nos encontramos: un sistema capitalista en descomposición en el cual la burguesía trata desesperadamente de reestablecer una tasa de ganancia adecuada para continuar el proceso de acumulación. En semejante contexto, estas plataformas que contienen información de millones de personas, en ocasiones de carácter privado, se convierten en unas herramientas excelentes para cumplir estos objetivos, ya que el acceso a estos bancos de datos les permitiría elaborar planes mercadotécnicos mucho más eficaces que posibilitasen el acceso a una mayor cuota de mercado.

Sin embargo, el acceso a estos datos supone quebrantar el derecho a la privacidad del usuario y constituye un ataque a su intimidad, y por tanto provoca una confrontación con la legalidad burguesa, a pesar de la preocupante tendencia de pérdida de derechos en esta materia. Aquí es donde la propiedad privada de las redes sociales juega su papel: las principales compañías del sector, motivadas por la obtención del máximo beneficio posible, no tienen ninguna objeción en violar la intimidad de sus usuarios. Por tanto, ahora sólo quedan dos tareas: la recopilación de grandes cantidades de información y el traspaso de esta información a las empresas. Para analizar estas actividades nos centraremos en Facebook por ser la red social más significativa para las empresas.

La primera tarea, como decíamos, consiste en recopilar grandes cantidades de información que puedan resultar útiles a las empresas. Para ello la propia estructura de la red social ayuda considerablemente, pues clasifica a la gente por edad, idioma, estudios, localidad, trabajo, gustos, intereses, etcétera. Además permite a los usuarios interactuar con las empresas y a éstas desarrollar parte de su actividad económica por medio de la red social, obteniendo también información de esta interacción.

Pero no se quedan ahí. Desde hace varios años se han destapado diversos casos en los que Facebook espiaba a los usuarios para obtener datos sin su consentimiento.

Uno de estos casos fue la creación de perfiles fantasma de personas que no estaban registradas en Facebook a partir de los fragmentos de información obtenidos de los perfiles de sus familiares y amigos. Estos perfiles podían ser tan completos como los reales, e incluían en ocasiones fotos obtenidas por medio de herramientas de reconocimiento facial.

También se descubrió la existencia de código inyectado en los botones de «Me gusta» con el objetivo de reconstruir el historial de navegación del usuario y de esta forma poder inferir datos personales como los intereses, las preferencias sexuales, la ideología política, etcétera.

Otra forma más común de obtener información es mediante los rastreadores existentes en casi todas las páginas hoy en día o simplemente mediante unos términos de uso abusivos, existentes tanto en páginas como en aplicaciones, que hagan al usuario ceder parte de su privacidad o incluso otorgar acceso a datos personales.

La segunda actividad consiste en el traspaso de información a las empresas, algo que deberá desarrollarse subrepticiamente para no perder popularidad entre los usuarios y para evitar una confrontación con la legalidad burguesa. Hasta el momento no se ha confirmado ningún caso en el que Facebook vendiera información directamente, salvo la entregada al servicio de inteligencia estadounidense para labores de vigilancia. Sin embargo, sí se ha demostrado la existencia de enormes cantidades de datos extraídos de perfiles de Facebook en el mercado negro. Y se conocen algunas de las triquiñuelas que se han usado para que, con o sin el consentimiento de Facebook, estos datos llegasen a la empresa privada.

Una de estas ha sido el traspaso de información por medio de terceros, como los programadores que desarrollan aplicaciones para Facebook o incluso los mismos programadores de Facebook que han obrado, presuntamente, a espaldas de la empresa.

Otra forma, muy habitual entre las grandes empresas de informática, es dejar agujeros de seguridad mediante los cuales un tercero, con su aquiescencia, pueda sustraer información de sus clientes o usuarios. Cuando esa vulnerabilidad sale a la luz la empresa reconoce públicamente el problema de seguridad y lo soluciona para, una vez que la opinión pública lo olvide, abrir otro agujero y que el flujo de información pueda continuar.

Esta es, además, una práctica para obtener información del propio usuario ya que muchos de los datos robados son extraídos gracias a programas espía que aprovechan esas vulnerabilidades existentes en nuestros navegadores o sistemas operativos.

Por último no hay que olvidar que, si no gestionamos adecuadamente los criterios sobre la privacidad, muchos de nuestros datos son públicos y fácilmente accesibles desde cualquier buscador. Estos datos constituyen una valiosísima fuente de información para desarrollar los planes de vigilancia de numerosos gobiernos y para muchas empresas privadas, no sólo para realizar sus campañas publicitarias, sino también como elemento clave en el proceso de selección de personal y como instrumento de control sobre éste.

Como militantes comunistas debemos ser doblemente cuidadosos porque un descuido por nuestra parte podría jugar un papel negativo a la hora de encontrar o conservar nuestro trabajo, así como poner en compromiso a nuestra organización. En un mundo en el que la información es poder, la privacidad es cuestión de soberanía.

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