Las subvenciones a fábricas y empresas, o la cara oculta de una unión matrimonial

En España existen multitud de empresas que reciben subvenciones del estado. Las administraciones públicas gastan miles de millones de euros en financiar y ayudar principalmente al sector de la automoción y de la minería. Existe no obstante un cara oculta en la financiación pública a proyectos de lucro privado: abundancia de unos y miseria de otros.

Una de las herramientas que tienen las administraciones para asegurar la competitividad y el crecimiento económico son las subvenciones o líneas de financiación a empresas privadas. Estas subvenciones estatales, explicadas mal y pronto, no son otra cosa que una cuantiosa suma de dinero que pertenece al erario público y que la Administración particular decide canalizar en una empresa determinada puesto que se considera que su labor o su obra tiene un interés colectivo. Dicho así, las subvenciones podrían parecer incluso un gesto caritativo del Estado, cuya función es únicamente ayudar al desarrollo productivo de nuestro país.  

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y lejos están las cosas de ser como están presentadas. En 2013 se publicó un ranking de las 50 empresas más beneficiadas por el estado, entre las que destacan el sector del automóvil y la minería. Las siguientes cinco son las empresas que mayores cantidades de dinero reciben para el desarrollo de su actividad productiva:  


Solo destinados al grupo de la automoción (Peugeot, Renault, Mercedes e Iveco), se adjudican cerca de 116,5 millones de euros.  Desde que el gobierno  de Mariano Rajoy accedió al poder ha gastado más de 5.858,54 millones de euros en ayudas públicas a empresas, destacando, a pesar de la reducción de un 48% en los últimos años, las ayudas a la industria manufacturera: La cabeza de lista, Peugeot, que se encontraba en una delicada situación financiera durante el año 2012, recibió no solo ayudas económicas del Estado Español sino también del Estado Francés. Resulta curioso que monopolios como los anteriormente citados, que tienen beneficios estratosféricos al año, necesiten de dinero público para poder continuar produciendo: Solo durante el 2014 Renault triplico sus beneficios alcanzando los 1.890 millones.

El Estado, a través de las subvenciones y otras ayudas a los grandes monopolios, se convierte en realidad en un medio para elevar o asegurar los ingresos de un puñado de millonarios, algo que poco tiene que ver con el interés en el desarrollo de nuestro tejido industrial. Es una práctica habitual sanear a costa del estado la industria privada, la unión intima entre los monopolios y el estado es la esencia del capitalismo hoy en día, por ello cuando las grandes empresas notan un descenso de sus beneficios (a pesar de mantenerse en cifras millonarias), acumulan deudas o se encuentran al borde de la quiebra, utilizan el dinero público para recuperar su cuota de ganancias.

Imagínese el lector el índice de beneficios que puede alcanzar una gran multinacional que está en disposición de pagar los salarios de sus trabajadores con dinero estatal. No obstante no queda ahí la cosa, y es que para recuperar la cuota de ganancia, las grandes multinacional recortan además en gastos salariales, amparados por las distintas reformas que acometen los gobiernos. Centrándonos en nuestro país, comprobamos cómo el efecto de las políticas de austeridad a consecuencia de la crisis han provocado un hondo ajuste salarial que ha tenido como efecto la vuelta de importantes sectores de la producción entre los que destaca la automoción. Precisamente por eso, el presidente Mariano Rajoy decía que España “es el mejor lugar del mundo para fabricar coches”. Y es cierto, es el mejor lugar del mundo para fabricar coches porque a consecuencia de las políticas del propio gobierno los costes salariales y laborales son reducidísimos, es decir, que las empresas pueden pagar salarios de miseria amparadas por la ley; y porque además reciben ayudas económicas desde el estado: todo un chollo vaya.

Durante el 2014 los costes laborales continuaron cayendo en España, esta devaluación de los salarios de los trabajadores y trabajadoras fue un acuerdo del gobierno, patronal y sindicatos para salir de la crisis. Fijándonos de nuevo en la cabeza de lista de las subvenciones, Peugeot, la empresa redujo en 3 euros la hora trabajada en 2014 mientras que sin embargo, el presidente de la compañía, Carlos Tavares, se subía el sueldo un 211 %. Así es como se  sale de la crisis, a costa de ingresar millones de euros públicos en las multinacionales, reducir al máximo los salarios y los derechos laborales de los trabajadores y aumentando la recaudación a través de los impuestos. En resumen: la abundancia de unos es la miseria de otros, y el estado es el director de orquesta de tremenda barbarie.

La cara oculta de las subvenciones a los monopolios es el tremendo robo a los trabajadores, de los que se obtienen gran parte del dinero público que se coloca en las empresas y que sin embargo no perciben un solo euro de ese dinero, sino que encima ven sus condiciones laborales depauperadas. La cara oculta es también el enorme sofoco que significa para las pequeñas empresas que el Estado ampare por completo a los grandes monopolios, incapaces de competir y condenadas a la quiebra. El estado y los monopolios privados se entretejen formando un todo, su unión es íntima, intimísima, casi matrimonial: "En la salud y en la enfermedad; en las épocas de bonanza y en las de crisis".  

27072015

 

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